Fabrizio Mejía Madrid
31/07/2024 - 12:05 am
La audacia del ingeniero
"Tampoco le atribuye ningún acierto a Claudia Sheinbaum en sus recorridos exhaustivos por el país, a Morena, ni a los Diálogos por la Transformación".
El pasado 29 de julio, el ingeniero Gabriel Zaid escribió un texto en el diario Reforma en contra de los 36 millones que votamos por la profundización de la 4T. Parte de un desvarío: si yo creo que el país es un desastre, ¿cómo me explico el resultado apabullante de la elección presidencial? Y, entonces, se arroja por la escalera hasta estrellarse contra el piso. Esta columna sigue su caída hasta el polvo.
Hay que decir, primero, que Gabriel Zaid fue, durante mucho tiempo, un antologador de poesía mexicana. Pero siempre tuvo un criterio ideológico. Ante el enorme poeta que fue Efraín Huerta, por ejemplo, no recoge Los hombres del alba, sino los “poemínimos”; es decir, frente a una poesía política, prefiere la broma del lenguaje. Dejó afuera a muchos poetas importantes siempre para encubrar la figura de Octavio Paz, su mentor. A los poetas que abiertamente militaron en la izquierda, como Enrique González Rojo, ni siquiera los consideró. En la campaña presidencial de 2018 el viejo ingeniero se prestó, incluso, a ser parte de la Operación Berlín de Enrique Krauze, Agustín Coppel y Germán Larrea, para denostar con noticias falsas a Andrés Manuel López Obrador. Al grado de firmar el 24 de junio de 2018 casi el mismo texto que otro subalterno de Krauze, Fernando García Ramírez, ya había publicado en El Financiero, un mes antes, el 21 de mayo. Los dos textos presentaban a López Obrador como un bravucón que insultaba a diestra y siniestra. Pero perdieron esa elección, en la que apoyaron a Ricardo Anaya de Acción Nacional, y destilaron durante seis años su propia amargura.
Ya con 90 años a cuestas, Zaid fue en los años ochenta un divulgador del neoliberalismo y, para ello, publicó en una revista que se vendía en el super llamada Contenido. Fue una imitación de lo que Friedrich von Hayek había hecho con el Selecciones del Reader´s Digest en los cincuentas en Estados Unidos; una forma de propagar las ideas de que la política era corrupta; el gasto público, un desperdicio; el mercado, una encarnación de la justicia divina; y que la democracia era una sola, la de unos atributos inamovibles, legaloides, y no la de las prácticas propias de la política siempre en conflicto. Es decir, la versión más vulgar del reaganismo.
Ahora sí vayamos al texto que Zaid publica en Reforma hace unos días. Empieza, como ya dije, con un delirio que es pensar que la situación de la mayoría de los mexicanos durante el obradorismo es la que él ve y, entonces, no entiende el resultado electoral. Escribe Zaid: “La violencia, la corrupción y la ineptitud de este sexenio hacían esperar un voto de castigo, no una ovación”. El autor que firma, Zaid, no reconoce los avances contra la corrupción y la inseguridad. El índice de percepción de inseguridad del INEGI, por ejemplo, mide que, si en 2018, el 74% de los mexicanos se sentía inseguro, para 2023 ya había bajado al 59%. O que Transparencia Internacional, que evaluó a México en el lugar 138 de 180 países en 2018, ahora lo ubique en el lugar 126, es decir, 12 lugares menos corrupto. Pero hay algo más penoso en cómo Zaid se refiere a la democracia mayoritaria al compararla con un aplauso, una “ovación”, dice él. Ni que fuera una competencia de popularidad. No, ingeniero, es una elección de representantes que fue un reférendum sobre el proyecto de Nación. Quienes creen que es una aclamación son ustedes que confundieron a alguien chistocito con una candidata a la Presidencia. De igual forma, hablamos de aprobación del Presidente, no de celebridad. Ahí se resbaló al segundo escalón. Sigamos su caída.
Escribe Zaid: “Las personas más conocidas son las mejor calificadas. Como si la gente pensara: “Si sale tanto en la televisión, la radio, los periódicos y las redes sociales, debe de ser alguien importante; algo bueno debe de tener. Y más si suena más”. Aquí volvemos a la idea de una elección democrática como concurso de popularidad. Esta idea es un disparate, tanto así que retaría al columnista del Reforma a poner como candidato a alguien muy conocido como Carlos Loret o López Dóriga, para ver cómo le iba en una elección presidencial. Es una tontería. Pero lo que le interesa a Zaid es afianzar como se pueda su siguiente idea, que la “mañanera” afectó el resultado. Escribe: “La presencia constante de López Obrador en los medios induce la opinión favorable que se tiene de él, aunque mienta, insulte o aburra. La presencia de Claudia como jefa del gobierno de la Ciudad de México (más de cuatro años); la anticipación con que fue destapada (casi tres años antes de las elecciones); dieron una gran ventaja a Claudia sobre Xóchitl, que era desconocida hasta hace un año. Que el presidente en persona haga campaña por su candidata pesa”. Este argumento es su tercera caída. Según los datos del monitoreo de medios del INE, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez tuvieron casi el mismo tiempo de cobertura en radio y televisión. La mañanera del Presidente la ven, en promedio, medio millón de personas al día, mientras que el noticiero de la noche, en Televisa, lo miran 2.5 millones. Si Zaid cree que conocer es aprobar, se equivoca garrafalmente. Su candidata, Xóchitl, por ejemplo, fue conocida por el 90% de los encuestados por Enkoll pero era rechazada por el 58%, contra 16 de Claudia Sheinbaum. Uno de los partidos que postuló a Gálvez, el PRI, tenía un rechazo del 45%, es decir, menor al de su candidata. Así que la celebridad no hace mayoría, ingeniero Zaid.
Pero sigue Zaid: “Algunas encuestas indicaban que ganaría Claudia, con una ventaja sobre Xóchitl que parecía disminuir hacia el empate o, más aún: la derrota de Claudia. La inesperada ventaja del 32% que obtuvo Claudia en las urnas fue superior a la que obtenía en las encuestas. Es sorprendente. Implica que millones de votantes cambiaron de opinión a última hora o que muchos entrevistados ocultaron su preferencia por la candidata oficial”. Aquí hay dos cosas que decir: primero, ingeniero, su fuente sólo puede ser Massive Caller, porque jamás, en ninguna encuesta seria, hubo ningún empate entre Xóchitl y la actual Presidenta de México. Para las encuestas serias, los votantes ya habían decidido por quién votar en un 80% para mayo de 2024. Nadie cambió de opinión, como dice. Pero hay un dato relevante: en efecto, hubo mucha gente que dijo que iba a votar por Xóchitl y que, a la mera hora, no lo hizo. Tenía 33% en las encuestas y no pasó del 27% en la elección. Quizás se deba a que existió mucha presión en ciertos ámbitos laborales para decir que no se iban a votar por el obradorismo.
Cuarto escalón en la resbaladilla de Zaid. Escribe: “El paternalismo genera agradecimiento filial. El populismo dadivoso que apapacha a los votantes con esto y con aquello, genera votos devotos. Si los opositores prometieran a los votantes: “Voy a darte lo mismo o más que Morena”; muchos votantes pensarían: “Más vale malo por conocido que bueno por conocer”. Aquí ya empiezan los insultos de siempre: que los programas sociales no son derechos constitucionales, sino compra-venta de sufragios. Pero, más allá de esto, el viejo escritor no se enteró que Xóchitl Gálvez hasta se sacó sangre de un dedo para garantizar que iba a mantener los programas sociales y claro que prometió que iba a dar más: anunció un programa para mujeres, con una Tarjeta Mexicana, que significaba gastar el 7.5% del Producto Interno Bruto, es decir, 2.5 billones de pesos al año.
Pero que otra explicación habría para que 36 millones no votaran por la candidata de Zaid, la Operación Berlín, y las revistas de los catedráticos, Letras Libres y Nexos? El narco. Claro, se nos olvidaba. Escribe Zaid, no sin cierto recato: “Donde los narcos intervinieron en la votación, seguramente fue contra Xóchitl, que fue valiente, y hasta temeraria, al anunciar que iba contra ellos”. ¿Dónde intervinieron los narcos? No existe un solo reporte de ello en el INE ni en el Tribunal, salvo aquella frase de la impugnación del PRD de “violencia generalizada” que no aportó prueba alguna. ¿Y cuándo Xóchitl anunció que “iba contra ellos”, o sea los narcos? Jamás. Dijo que seguiría la estrategia de Felipe Calderón, es decir, apoyar al Cartel de Sinaloa y poner a alguien como el narcotraficante convicto en Estados Unidos, Genaro García Luna en Seguridad.
Pero ya Zaid va rodando sin meter las manos. Escribe: “No todos los votantes ven a las autoridades como conciudadanos. La investidura impone respeto, cuando no temor. Hay cierta tendencia a excusar los abusos presidenciales: “El Señor Presidente no estaba enterado”. “Su equipo lo traiciona”. “No tuvo más remedio que hacerlo”. Como si el abuso fuera una prerrogativa del poder y la posición (“Papá nos maltrata, pero es papá”). López Obrador ha intervenido abusivamente en todo el proceso electoral. “Pues sí… pero es el presidente”. Aquí ya desbarra Zaid porque el argumento es inconsistente. ¿Qué tiene que ver con que se respete a una autoridad aunque sea abusiva con López Obrador y qué tiene que ver éste con el resultado favorable para Claudia Sheinbaum? Aceptando por puro argumento que la “mañanera” hubiera sido abusiva en favor de Claudia, ¿por qué los electores iban a votar por ella? ¿No sería lo contrario? ¿No pasó eso cuando Fox hizo campaña por Felipe Calderón y éste acabó perdiendo? Y Zaid sigue por el tobogán. Dice: “Hay quienes creen que el voto no es tan secreto, que de alguna manera el gobierno puede enterarse de quiénes votan en contra y castigarlos”. Pues no acaba de decir, unas líneas antes, que no todos los que dijeron a los encuestadores que iban a votar por Xóchitl, lo hicieron? ¿No es eso la demostración de que el miedo a decir por quién iban a votar estaba del lado del PRIAN? Luego ya Zaid nos compara a los ciudadanos con apostadores. Escribe: “No todos votan para gobernar el país: para cambiar o mantener el rumbo democráticamente. Hay quienes votan con el ánimo de atinar. Se sienten ganadores si votaron por el que ganó y perdedores si votaron por el que perdió, aunque haya sido el mejor”. ¿De qué país habla Zaid? Del alemanismo o del diazordacismo, donde se decía eso de los que iban a votar cuando existía un solo partido, el PRI, que postuló a Xóchitl Gálvez, la que, entre líneas, Zaid opina que era “mejor”. No reconocer a la nueva ciudadanía, la irrupción de los plebeyos en asuntos públicos, la determinación de continuar con un proyecto de transformación nacional-poipular. Zaid escribe con una condescendencia insultante: ustedes ni siquiera saben la diferencia entre la democracia y 100 Mexicanos Dijeron. Se lo está asestando a 36 millones de personas. La audacia del ingeniero.
Luego ya perdido, hace una supuesta crítica a la permanencia de Alito en el PRI y de Marko Cortés en el PAN y dice, sin mencionarlos por nombre: “Los líderes partidarios (en México) no pierden cuando su partido pierde. Actúan como si el candidato fuera el único responsable de ganar o perder. Quieren quedarse ahí, con la esperanza de que en las siguientes elecciones les vaya mejor, con un candidato mejor”. Es como si Zaid no supiera de que su candidata dijo un promedio de 2 mentiras por minuto en el primer debate presdiencial, cómo si no supiera de la campaña en redes con un troll center en España y otro en Argentina que aseguraban que Claudia era una “narco-candidata”, como si no supiera de todos los errores cometidos, del desfase entre propuestas y realidad, de que apelaron al miedo cuando ya no tuvieron más de dónde agarrar a su candidata. Parece que tampoco sabe que su candidata pertenecía, no a unos “partidos (en México)” sino al PRI y al PAN, con sexenios de saqueos, corrupción y muertes, desapariciones, fosas comunes, y cuentas bancarias en Andorra. Como si no se hubiera enterado del “pacto” entre el PRI y el PAN en Coahuila de repartirse notarías, puestos del INAI, universidades públicas a cambio de las candidaturas. No, Zaid no se enteró. Para él, Xóchitl era la mejor candidata, pero abandonada a su suerte por los dos partidos que pagaron millones de dólares a la semana para enlodar al obradorismo y su candidata. Nada de eso cree que contribuyó en algo a la derrota tan apabullante del PRIAN, donde perdió hasta la relevancia en el Congreso. Tampoco le atribuye ningún acierto a Claudia Sheibaum en sus recorridos exhaustivos por el país, a Morena, ni a los Diálogos por la Transformación. Si Zaid no sabe por qué votamos, menos tiene una clave de por qué perdieron ellos.
Al final, Zaid deja ver su vena aristocrática. Escribe para terminar de morder el polvo: “El voto universal obliga a votar a millones que no tienen especial interés en hacerlo; que ven la política como algo remoto, que ni siquiera entienden; que dan poco valor a su voto y no tienen inconveniente en abstenerse o votar por el candidato más visible o más generoso con regalos. Que piensan que todos los políticos son iguales, y se resignan a aceptar que “con estos bueyes hay que arar”. Es asombroso lo que le ocurre al columnista de Reforma: miren que confundir “voto universal”, es decir, que todos pueden ejercerlo, con “voto obligatorio”, es demencial. Lo es igualmente el pensar que los 36 millones de ciudadanos creemos que “todos son iguales”. De hecho, la diferencia es justo que creemos casi en un consenso que no tuvo límites de clase social, género, geografía, ni escolaridad, cuál es el futuro compartido que necesitamos para el país. Es un consenso social que borró para siempre la frasecita de la “polarización” y que le otorgó a la oposición un papel de espectador en el cambio que está por venir. Lástima que Zaid se lo va a perder porque ni siquiera se enteró de que se estaba cayendo.
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