Canción de cuna en Palestina*

31/07/2014 - 12:01 am

Estoy sentada frente a una mujer de ojos inmensos y sabiduría poética. Su nombre es Rim Banna, una mujer símbolo del Territorio Ocupado de Palestina; región geográfica situada en Oriente Próximo, en la ribera sudoriental del mar Mediterráneo que comprende Cisjordania y la Franja de Gaza.

Su herramienta es la música y su consigna transparentar la realidad mas allá de la manipulación mediática y del discurso de unos cuantos patriarcas que, de un lado y del otro, imponen su ira guerrera a una sociedad que rechaza la violencia.

Ella ha compuesto y grabado once discos, uno con canciones infantiles para amainar el miedo a las bombas que viven las niñas, niños y jóvenes palestinos. Es una poeta y activista de los derechos de las mujeres. Su acompañante de vida, Leonid, también músico, es padre de una niña y niño, juntos trabajan por la libertad y la paz.

Rim vive en Nazareth (territorio ocupado por el gobierno israelita), justo donde nació en 1966. Estamos sentadas en una antesala, en dos sillas de madera, preparo mi cámara y tomo la pluma. Comenzamos a hablar sobre la vida y la seguridad de las mujeres y las niñas en el territorio ocupado de Palestina; a los pocos minutos de haber comenzado la explicación su teléfono móvil suena. Pidiendo disculpas Rim lee un mensaje y sonríe de tal manera que se le ilumina el rostro. Me muestra la pantalla, es un mensaje de su pequeña hija Baylasan. Le avisa a su madre que ha llegado con bien a la escuela, la pequeña se toma una fotografía sonriendo y la ha enviado por esa vía. La madre explica que esto no es un simple juego entre una madre y su hija de seis años. Así es como viven entre bombardeos y militares; entre secuestros y arrestos ilegales. Han encontrado un método para tranquilizarse mutuamente, para recordarles a sus seres queridos, cada minuto que siguen vivas, al menos por hoy.

Me recuerda que la situación de la trata de mujeres y niñas se parece mucho a la ocupación de un pueblo.

La historia verdadera, me dice, nunca será comprendida por el mundo, hasta que entiendan que no se puede resolver un conflicto cuando hay tan grande desigualdad de poder, de dinero, de armamento, de ideas. Cuando es un lado el que tiene la voz de los patriarcas, cuando son unos los que mandan y otras las que son forzadas a obedecer, a someterse, a prostituir su alma y a aceptar la colonización porque son las otras. Yo no estoy a favor de la violencia, no creo en ella, asegura. Por eso mi música muestra el lado humano de Palestina, la historia de las personas, de las mujeres y de las niñas como mi hija. Le canto a la fortaleza de los niños de aprenden a jugar a la pelota y a reírse juntos a pesar de saberse vigilados por soldados israelitas, a las niñas y mujeres que mantienen y sostienen al pueblo entero de la mano de las israelitas que buscan la paz; que trabajan y pierden a sus padres, a sus esposos, a sus hermanos, a sus hijos y siguen trabajando, creyendo en la vida, soñando el futuro con una libertad que llegará cuando amanezca algún día, tal vez con la luz de la mañana llegará la libertad, la paz, el entendimiento.

Pocas personas saben que Rim es cristiana, en varios lugares, durante sus conciertos, les han amenazado, la han llamado musulmana extremista, le han señalado como terrorista porque habla de la ocupación y el genocidio. El diálogo con quienes no quieren escuchar y descalifican cualquier crítica es imposible, asegura Rim. Investigar la violencia contra mujeres en este ambiente es muy difícil para las activistas de la región. Por eso los grupos que rescatan mujeres lo hacen casi a escondidas. Los recursos son para la guerra, no para la paz.

Palestina es, en muchos sentidos, territorio minado. Los enemigos no están solamente en las vallas de contención israelitas, el antagonismo con Líbano y entre árabes, cristianos y judíos tiene raíces profundas: resultan casi incomprensible los niveles de desprecio, intolerancia y racismo entre quienes en apariencia podrían ser hermanos. El maniqueo discurso norteamericano-israelita sobre terrorismo, imposibilita un diálogo serio.

Rim se refiere a los últimos cuarenta y ocho años (1967-2014) en los cuales el ejército Israelí ha ocupado los territorios palestinos de Gaza, el Este de Jerusalén y la franja del Oeste, hay que mirar el mapa para ver cómo la mancha ha avanzado frente a un mundo que ignora el abuso de poder. Las políticas de ocupación imponen un severo control de movimiento tanto al interior de cada área del territorio como hacia las fronteras externas. Palestina ha quedado fragmentada, su ocupación y la violencia, así como la represión derivada de ella, generan un ambiente de guerra donde los Derechos Humanos no tienen cabida. El gobierno de Hamás tiene a su propia policía, pero como el discurso imperante ha logrado hacernos creer que todos son terroristas, a pocos les sorprende que el ejército israelita bombardee las estaciones de policía y celebre asesinar al jefe policíaco. Un gobierno necesita leyes y quienes las implementen, pero los ataques han desarticulado toda la seguridad ciudadana en más de un sentido; esta no es una guerra entre iguales, es una estrategia de aniquilación de todo un pueblo. Y el mundo parece ignorar este hecho concreto.

Las niñas y niños que van hacia la escuela se enfrentan a un bloqueo y ya casi sin decir nada dan la media vuelta, buscando de manera natural un camino nuevo para ir a su destino. Como el silencio de los esclavos en los campos algodoneros de Estados Unidos, el de estas niñas es un silencio de quien sabe que hablar puede costarle la vida. Las criaturas y sus madres han aprendido a guardar sus energías y a elegir sus batallas; recurren al juego, a una broma eventual para romper la tensión del miedo que les toca el cuerpo al ver un nuevo puesto militar a las afueras de la casa de la abuela. Un pequeño levanta una rama, la tía de veinte años lo ve y se dirige hacia él casi iracunda, le arrebata la rama y la rompe en pedazos. Es hasta ese momento que entendemos que la rama, a los lejos podría parecer un rifle. Me recuerda los ataques de los militares mexicanos a los jóvenes chiapanecos que traían consigo palos de madera y que luego el ejército aseguró, ante las fotografías, que de lejos parecían rifles.

UNICEF ha reportado que en el Territorio Palestino Ocupado, decenas de niños y niñas siguen muriendo debido a los conflictos armados. Los niveles de pobreza han aumentado de manera notable desde 2000. Debido a los controles y la barricadas en los caminos, a la población se le hace cada vez más difícil llegar a sus lugares de trabajo, escuelas y clínicas.

El perenne estado de guerra en la región hacen mucho más difícil la defensa de los derechos humanos. Las niñas, niños y jóvenes palestinos no tienen a quién recurrir. Esta semana se habla de más de mil cien personas muertas, pero no hemos reparado en el hecho de que los cohetes israelitas han explotado escuelas, hospitales y ayer en un campamento de refugiados. Hoy en día hay 180 mil personas desplazadas de Palestina, aun no sabemos cuántas desaparecidas.

La fragilidad de niñas y niños, en el creciente mercado global de esclavitud debe ser tomada en cuenta de manera especial en este territorio, casi con tanta urgencia como en los países africanos o latinos en que la ley y el orden no están al servicio y protección de la infancia. Casi un 10% de los niños y niñas menores de cinco años sufre desnutrición crónica. La situación es especialmente grave en Gaza, donde el número de niños y niñas desnutridos llega a 90 mil. La mitad de los niños y niñas menores de dos años son anémicos, y un 70% sufre de carencia de vitamina A. Aproximadamente el 15% de las niñas de 15 a 18 años están embarazadas o ya han tenido hijos según UNICEF. Los altos índices de embarazos adolescentes e infantiles nos hablan también de la violencia sexual contra las mujeres y niñas ¿quiénes son los agresores y dónde viven? Nadie lo sabe, la guerra impide la investigación.

Gracias al esfuerzo del UNICEF más de 70 mil niños y niñas recibieron orientación psicosocial para poder hacer frente a la violencia; por el momento no se dan abasto.

Entiendo la tarea de mujeres como Rim Banna cuando miro a los ojos a los cientos de criaturas que antes de cumplir diez años ya sufren ataques de ansiedad y depresión. La mitad del estudiantado ha testificado la toma de sus escuelas por parte de fuerzas armadas Israelitas y más de un 40% ha presenciado la muerte de algún maestro o maestra de su escuela. El monumental trabajo de campo hecho por el Fondo para los Derechos de la Infancia implicó entrenar a miles de personas adultas para dar asistencia de crisis a las y los pequeños a quienes se les tienen que dar cursos para que aprendan a caminar sin pisar minas unipersonales.

Prácticamente las únicas vías de circulación van desde la franja oeste hacia Jerusalem, desde Gaza hacia Jerusalem y dentro de la propia franja Oeste, ahí encontramos la ruta del tráfico de venta de mujeres y niñas; la guerra es un gran negocio para las mafias sirio-libanesas dedicadas a la trata de personas.

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Al momento de escribir este texto existen en el territorio ocupado de Palestina 561 obstáculos militares que restringen el movimiento de 4.4 millones de hombres, mujeres, niños y niñas palestinas. Esto significa que las comunidades están fragmentadas; en el caso de Jericó se han cavado los alrededores de tal forma que solamente hay una salida. Así, las personas que desean moverse entre los enclaves de Nablus, Ramalah y Hebron y Jericó, sólo pueden hacerlo pasando bajo la estricta vigilancia de los militares. El bombardeo impide la movilidad; la sociedad está sitiada.

El conflicto armado, tal como han reportado reiteradamente UNICEF y Save the Children, es un caldo de cultivo perfecto para cometer actos violentos contra la infancia, desde convertirles en niños soldados hasta crear grupos de adolescentes forzadas a la prostitución.

En Turkalem, un hombre palestino decidió vender a sus dos hijas de 13 y 14 años a dos hermanos de 17 años provenientes del campo de refugiados Quadura. Los jóvenes pagaron 1150 dinarios jordanos. Un año después de haberlas vendido, la más pequeña llegó a un hospital desangrándose. La adolescente mostraba malos tratos y estaba embarazada. La policía intervino a petición de uno de los médicos y los hombres que vendían sexualmente a las dos jovencitas fueron arrestados. El Juez determinó que como el padre las había vendido y las niñas ya no eran honorables (habían perdido su virginidad) debían casarse. El juicio se llevó a cabo con la presencia de los hombres y a las víctimas no se les permitió entrar al juzgado ni opinar. El caso quedó cerrado con el matrimonio entre las niñas y sus compradores. De esta manera la maquinaria institucional reivindica la esclavitud de las mujeres y el derecho de los hombres a explotarlas y apropiarse de ellas, legalmente incluso en campamentos de refugiados. Es el lado de la guerra del que no se habla.

Debido a las condiciones de ocupación, con los territorios y fronteras fragmentados, el tráfico de mujeres y niñas para fines de trata es considerado como delito internacional, pues los puestos militares Israelitas y los controlados por la Autoridad Palestina Nacional, son considerados cruces fronterizos. Aunado a este complejo problema está el de los campos de personas refugiadas. Todas las fuentes con quienes hablé, tanto palestinas como jordanas, libanesas e Israelitas aseguran que es en los campos de refugiados donde está el foco de vulnerabilidad.

Mientras unos y otros opinan sobre quién tiene la razón (con líderes terroristas en ambos gobiernos) y el tema se polariza más, miramos con azoro la vergonzosa posición del Parlamento Europeo y de la ONU negándose a admitir que esto es una ocupación y no una guerra entre iguales; las Mujeres de Negro, palestinas y judías unidas, trabajan para que el mundo se entere de la urgente necesidad de proteger a niños, niñas y jóvenes en campamentos y clínicas con servicios adecuados, donde haya seguridad, bienestar y protección reales. El mundo se los debe a una generación de chicos y chicas que ha crecido bajo el bombardeo, el encierro, la expulsión y la vigilancia. Por ahora las canciones de cuna de Rim le dan consuelo a cientos de pequeños en una clínica de Gaza y en los campamento improvisados.

*La primera parte de esta entrevista la hice en 2006 para mi libro Esclavas del poder, la segunda, esta misma semana.

Lydia Cacho
Es una periodista mexicana y activista defensora de los Derechos Humanos. También es autora del libro Los demonios del Edén, en el que denunció una trama de pornografía y prostitución infantil que implicaba a empresarios cercanos al entonces Gobernador de Puebla, Mario Marín.
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