Frases como “siempre lo hemos hecho así”, “así son las cosas”, “es lo normal” son muy peligrosas. Vivir sin cuestionar lo que nos rodea termina adornando nuestros ojos con una venda que no nos permite detenernos, formar un criterio propio y tomar decisiones mejor informadas.
Hace algunos años tuve la oportunidad de ir a un retiro de meditación y compartieron un relato que se ha quedado conmigo. La historia trata de dos hermanos, uno era un monje budista y el otro era una persona con problemas de ira y adicciones. A ambos les hicieron una pregunta similar sobre sus decisiones: “¿Por qué decidiste formarte como monje?, ¿Por qué tienes problemas de ira y adicciones?” Ambos contestaron: “Porque mi padre nos lastimó mucho cuando éramos niños, tenía problemas de ira y adicciones”. La moraleja de la historia es que las personas tenemos la capacidad de actuar diferente a pesar de que nuestras experiencias hayan sido las mismas. Podemos conservar y seguir los mismos patrones o cuestionarlos y cambiarlos para no replicarlos en caso de que consideremos sean perjudiciales.
Cuando las personas conocen mi postura sobre la crianza y el consumo de animales, asumen que toda mi familia sigue este tipo de alimentación y estilo de vida, lo cual está bastante alejado de la realidad. Mi familia siempre ha comido animales, también crecí viendo como cada invierno animales que eran cazados llegaban a la cochera de mi casa antes de ser preparados como alimento o taxidermia, era una práctica “deportiva”. Cuando niña, me gustaba este momento porque tenía oportunidad de acariciarlos y pasar tiempo con ellos, era normal para mí, pensaba que estaban dormidos. Hasta que cuando tenía unos 4 años, pude enlazar lo que la sangre, la herida y la inmovilidad del animal significaban… estaban muertos. A partir de ahí cada llegada de animales a la cochera se tornaba en un día lleno de llanto y sufrimiento para mí. A pesar de que crecí viendo que esto se repetía, yo no lo pude seguir normalizando.
La relación humana con los animales no humanos está profundamente influenciada por milenios de crianza y el consumo de ciertas especies, yuxtapuestos con el compañerismo y el afecto compartido con otros dentro de nuestros hogares, muchas veces llamados “mascotas”. Esta dinámica revela un dilema moral conocido como la “paradoja de la carne”, donde las personas luchan con sentimientos encontrados: el amor y el cuidado de ciertos animales junto con el respaldo de su consumo como sustento. Cuando vi la pregunta: “¿Te comerías a tu perro?” todo tuvo sentido para mí a mis 15 años.
Un estudio llamado “Age-related differences in reasoning about the acceptability of eating animals” publicado en el 2022 quería analizar si las personas adultas e infantes utilizan estilos de razonamiento similares para decidir comer o no comer animales y productos animales. También estudiaron si las creencias morales de las personas sobre el consumo de productos animales influyen. Reclutaron a 479 personas de entre 18 a 21 años, 29 a 59 años e infantes de 9 a 11 años del Reino Unido para participar en una encuesta. Un mayor porcentaje de personas adultas (77 por ciento) en comparación con infantes (51 por ciento) expresaron su aprobación por comer animales, mientras que, por el contrario, las infancias estaban más inclinadas a desaprobarlo (49 por ciento frente a 23 por ciento). Además, entre aquellos que consideraban aceptable consumir animales, las infancias eran más propensas a emplear justificaciones morales: el 31 por ciento de las y los niños frente al 8 por ciento de las personas adultas utilizaban ese razonamiento.
Estos hallazgos nos dan un poco más claridad. Entre las edades de 9 y 11 años, hay una tendencia a comenzar a enfrentar el conflicto entre nuestra brújula moral y la comprensión de la relación que tenemos con otros animales y el consumo de alimentos. Cuando las personas llegan a la edad adulta, los procesos cognitivos y los patrones de razonamiento arraigados influyen en quienes optan por una dieta que incluya carne. Solemos comer animales porque la gente suele comer animales. Muchas de las personas que participaron en este estudio demostraron cierto grado de preocupación moral por los animales, las decisiones sobre el consumo de carne en la edad adulta parecen guiadas predominantemente por normas sociales. Esto coincide con mi experiencia visitando universidades de todo el país con pláticas de educación humanista. Las personas muchas veces quieren cambiar, pero les preocupa cómo su entorno lo va a recibir y no saben cómo empezar.
Te comparto un escrito creado por Jack Norris, co-fundador y director ejecutivo de Vegan Outreach, en donde nos comparte consejos para hablar con tus amistades y familiares cuando has decidido hacer cambios en tus hábitos de consumo. También contamos con un programa gratuito llamado Semanario Vegano, una serie de correos electrónicos en donde te compartiremos recetas deliciosas, recomendaciones de productos, información de nutrición, consejos y datos sobre los animales a los que estarás ayudando. Como herramienta complementaria del programa, podrás unirte a un grupo de apoyo en línea completamente creado para tu país. Este será un lugar en donde podrás hacer preguntas, recibir recomendaciones, describir recetas y encontrar muchos más recursos.
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