Melvin Cantarell Gamboa
31/01/2024 - 12:05 am
La democracia y sus enemigos
¿Por qué decimos que es un neoliberal? Porque el neoliberalismo tiene un proyecto propio que no se apega a la teoría económica liberal clásica, sino que hace lo que en México hizo Zedillo, sin definir un programa económico específico, promueve en los hechos una ideología basada en la libertad de mercado y la libertad individual.
El Frente opositor y organizaciones como Sí por México, Frente Cívico Nacional, Poder Ciudadano, Sociedad Civil México, Une México y Unidos por México han convocado a una marcha el próximo 18 de febrero en una supuesta “defensa de la democracia”; para su promoción, dan la bienvenida a toda personalidad u opinión que refuerce su emplazamiento.
Como anillo al dedo les vino la reciente visita a México del expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León, quien en una reunión con empresarios hizo una severa crítica al “populismo” y al actual Gobierno (sin mencionarlo) de erosionar la democracia aparentando fomentarla vía el engaño y la demagogia; además, se quejó de que se llame neoliberal a quien se quiere insultar; por eso pidió defender la democracia y frenar el avance de regímenes populistas; “los populistas, dijo, recurren al apoyo del pueblo ofreciéndole el paraíso sin que tenga que emprender grandes sacrificios ni grandes esfuerzos para lograrlo colectivamente…, como si el maná cayera del cielo”. Ante tal actitud es necesario recordarle al expresidente que en el cierre de la Cumbre de Líderes de América del Norte que se desarrolló en Ottawa, Canadá el 29 de junio de 2016, Peña Nieto, en una conversación personal sostenida con Barak Obama, entonces Presidente de los Estados Unidos, manifestó algo parecido; le comentó al norteamericano sobre el riesgo de que algunos gobernantes en América Latina o de México asumieran posiciones populistas, a lo que Obama contestó: ”Hay que ser cuidadosos al utilizar esta etiqueta; porque de acuerdo con la idea que tengo de este concepto, sólo debe aplicarse a quien lucha por la justicia social y yo mismo pudiera ser un populista”.
Dicho lo anterior, es preciso aclararle también a Zedillo que sus expresiones, aunque no lo crea, develan a un populista de derecha; el populismo de derecha es una ideología política que intenta atraer a algunos sectores medios de la sociedad combinando retórica y temas políticos a partir de una concepción que divide a la colectividad en dos categorías: élites y populacho; ve al Estado y a los gobernantes como intrínsicamente corruptos y mentirosos que alagan al vulgo y lo seducen con reivindicaciones imposibles, al mismo tiempo, en su incorrección política, se declaran antiestado, antichusma, antipueblo, antiinmigrantes y contrarios al asistencialismo social (“que trabajen los huevones”. Fox dixit), defienden la libertad con ideas asociadas a tesis sostenidas por grupos ultraconservadores, que ven al Estado de bienestar como su mayor enemigo.
Ahora bien, Zedillo afirmó que él es un liberal al estilo clásico, que como Presidente defendió la libertad individual, la igualdad ante la ley y la limitación de los poderes del Estado y apegó su Gobierno a la teoría del liberalismo económico, y tiene la razón, sólo que obró como un perfecto neoliberal al convertir la deuda privada en deuda pública, al utilizar el Fondo Bancario para la Protección del Ahorro para rescatar a los banqueros (Fobaproa), privatizó los bienes de la Nación (ferrocarriles) y otras lindezas.
¿Por qué decimos que es un neoliberal? Porque el neoliberalismo tiene un proyecto propio que no se apega a la teoría económica liberal clásica, sino que hace lo que en México hizo Zedillo, sin definir un programa económico específico, promueve en los hechos una ideología basada en la libertad de mercado y la libertad individual. Desde esta perspectiva, quien como él actúa de esa manera, de hecho opera como instrumento de aquellos que buscan imponer un orden competitivo fundamentado en la figura del consumidor soberano como principal herramienta para el rescate y renovación del liberalismo clásico frente a la “decadente” soberanía del Estado social; para lograr estos objetivos, el neoliberalismo concibe al consumidor como individuo totalmente libre para elegir y esta independencia lo convierte en medida y nuevo signo de autoridad para explicar y justificar la nueva organización política de la sociedad denominada neoliberalismo; pero no sólo eso, esta nueva fuente de autoridad al decidir con su comportamiento las leyes del mercado en tanto consumidor determina también el modo de asignar los recursos productivos, el destino de la riqueza social y las políticas de Estado.
Es, pues, obligado preguntarnos: ¿pueden las leyes del consumo y el mercado decidir la organización de la sociedad a partir de la relación mercado-democracia y, al mismo tiempo, que la elección democrática de los gobernantes se corresponda enteramente a la libre voluntad de la ciudadanía? En realidad, es a través de procesos democráticos como se le dicta al Estado la obligación que tiene de subordinarse a los intereses de la colectividad. En México, sin embargo, desde De la Madrid a Peña Nieto, hemos visto cómo la racionalidad neoliberal ha deshecho la democracia y transformado los procesos electivos en mercado mediante la difusión masiva de propaganda comprada.
Las sociedades democráticas se caracterizan por abrir espacios políticos y crear atmósferas favorables para que partidos, políticos y ciudadanos deliberen sobre el bien común, expresen sus proyectos y los defiendan; en el presente proceso electoral, por ejemplo, lo que está en juego son dos visiones irreconciliables de Nación: la neoliberal y la del Estado benefactor. La derecha neoliberal pugna por un Estado disminuido, con escasa o ninguna participación en la economía de mercado; la izquierda, por su lado, persevera en mantener un Estado que se identifique y responda a los reclamos sociales de equidad, justa distribución de la riqueza, combata la pobreza y disminuya la desigualdad, como exige la mayoría de la población ¿Quién decide? En la democracia, la mayoría.
En el contexto político inmediato y hasta donde puede verse (Mitsotákis, Milei, Trump, Bolsonaro, etc.) la experiencia y los hechos han mostrado que el neoliberalismo es el verdadero enemigo de la democracia al pugnar por la eliminación del Estado social en beneficio de las oligarquías. Afirmo esto, en primer lugar, porque, como ya explicamos, el neoliberalismo no es una teoría social es un producto ideológico que promueve órdenes sociales basados en la libertad de mercados y la libertad del individuo como consumidor soberano; segundo, porque ve al Estado como un herramienta útil para rescatar, renovar y superar los residuos del liberalismo clásico como doctrina política, social y económica; en consecuencia, para estos dos propósitos la democracia es para los neoliberales el mayor obstáculo para el despliegue total de la economía de mercado que, por su naturaleza, solo favorece a la oligarquía, una élite todo poderosa que ve en el 99.9 por ciento de la población mundial una amenaza para la estabilidad y acrecentamiento de su poder económico.
En el actual periodo electoral la convocatoria a una marcha en “defensa de la democracia” y la difusión de los puntos de vista de personalidades como Ernesto Zedillo, en realidad tienen la intención de concitar al ciudadano a ir contra sus propios intereses al poner énfasis y desviar la atención hacia asuntos ficticios como “populismo”, “erosión de la democracia” y la convocatoria a marchar en su defensa; meros distractores para dejar de lado la discusión de problemas reales como la lucha en favor de igualdad y contra la pobreza, la marginación, la vulnerabilidad económica y social, el rezago social, la inseguridad, la búsqueda del bienestar para todos a fin de dejar atrás la incertidumbre que a diario padece la población menos favorecida debido a leyes económicas impuestas por un mercado carente de centro y de control.
De ahí la necesidad de desenmascarar la visión individualista de la sociedad que sostiene el neoliberalismo y exhibir la falsía de sus acusaciones al Gobierno de ser contrario a la vía democrática, cuando de hecho sucede lo opuesto, es la derecha la que busca alejar a los ciudadanos del uso legítimo del poder del voto y obligar a los gobiernos a la constitución de un Estado a su medida en función de sus intereses. Es una ley de la democracia que “las sociedades construyen y crean su propio mundo, se dan a sí mismas una identidad e interpretan a su manera la realidad que ellas han creado” (Cornelio Castoriadis. Socialismo o barbarie. Tusquets Editores). Para Castoriadis, la democracia es la conciencia de la sociedad, que en tanto polis (sociedad independiente) se organiza en defensa de ella misma, al ser el pueblo la fuente de poder que imagina, concibe e inventa las leyes que la regulan; de ahí su derecho a decidir su destino democráticamente. Estos factores históricos son los que oculta el neoliberalismo para obstruir el enriquecimiento del pensamiento crítico de la comunidad al momento de sufragar. En nuestro caso, por la madurez de los mexicanos en lo concerniente a la política, difícilmente los neoliberales y sus candidatos podrán ganar al menos algunas curules en la próximas elecciones, sin importar lo que intenten para alcanzar sus fines, la mayoría de los cien millones de mexicanos inscritos en el padrón del INE, saben que la propaganda de derecha en circulación es un virus que el sentido común identifica y rechaza, empezando con la marcha programada para los próximos días y las figuras políticas de las que seguramente todavía echarán mano. Ya no somos (discúlpenme por utilizar la primera persona en plural) producto de consumo para nadie ni nuestro ser reductible a un valor de mercado, por el contrario, como seres humanos racionales nos preocupamos por el otro, por lo social, por lo político, por lo colectivo, por el pueblo y el futuro de este país y, juntos podemos regular y decidir lo que conviene a la sociedad entera, sin privilegios para ningún grupo. La democracia se convierte en procedimental cuando tiene por fundamento metas comunes que dicten al Estado el tipo de gobernanza que queremos y que no coincide con la visión empresarial del país como desde el año 2000 pretendió imponer Fox; desde entonces la historia inmediata nos colocó, en el campo de batalla política, a la izquierda de la geometría electoral, pues la mayoría vio a los partidos de derecha como los grandes estranguladores de la democracia, como lo demostraron los fraudes electorales de 2006 y 2012.
En la octava década del siglo pasado, Michel Foucault llamó la atención sobre la disociación entre lo económico, lo estatal y lo social y anunció que este fenómeno cancelaría toda posibilidad de un Estado de bienestar y sus fundamentos, así como lo político y la democracia misma; esta debacle anunció, empezaría, como en México, con la crítica al Estado social y a los gobernantes insistiendo principalmente en su impotencia para resolver problemas que crearon los gobiernos neoliberales anteriores, que en el actual proceso electoral se reduce al denuesto, la ofensa, el agravio y la afrenta al Presidente Andrés Manuel López Obrador.
La naturaleza del neoliberalismo tiene una genealogía en la historia de la verdad que sólo permite ver en los individuos al homo economicus cuya característica más importante es su egoísmo, falta de empatía hacia los otros y preocuparse solo de lo que le compete, pero no como trabajador o empleado productor de riqueza social, sino como capital humano.
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