Ciudad de México, 31 enero (SinEmbargo).– “Los poetas se están muriendo de pura tristeza”, escribió alguien en el muro de Sergio Loo. “¿Qué carajos tiene enero con los poetas”, casi gritó otro en el mismo sitio.
Un modo ciego, sordo y mudo de manifestar la tristeza acumulada en días aciagos. Esas coincidencias de existir o de morir al mismo tiempo, tormentas incontrolables del devenir que en este primer mes del año se han empeñado en dejarnos sin poetas.
El 15, fallecía Juan Gelman, en el Distrito Federal. Tenía 83 años. Había ganado el Premio Cervantes en 2007 y había perdido, en una derrota desigual, cruel, inadmisible, la batalla contra la cruenta dictadura que asoló su país de origen entre 1976 y 1983.
La desaparición y el posterior asesinato de su primogénito Marcelo. La desaparición de su nuera María Claudia, el hallazgo de su nieta, robada y entregada a una pareja estéril por los militares argentinos, 23 años después de su nacimiento…hechos de la vida pesados como un muro sobre la espalda de un hombre magro y alto.
La poesía fue su única (gran) victoria.
Autor de Violín y otras cuestiones y El juego en que andamos, pensaba que “la poesía es resistencia frente a un mundo que se vuelve cada vez más cruel”.
Ganador del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2005, vivió en Italia, Francia y finalmente en México, donde quiso también que se esparcieran sus cenizas.
Había nacido el 3 de mayo de 1930 en Buenos Aires, era hijo de inmigrantes judíos ucranianos, escribió más de 30 libros luego de abandonar en su juventud los estudios universitarios de química.
A los 11 años publicó su primer poema en la revista Rojo y negro. En 1955 fundó, junto con otros poetas, el grupo El Pan Duro. Fue secretario de redacción de la revista Crisis, director del suplemento cultural de La Opinión y jefe de redacción de Noticias; ejerció como traductor en la UNESCO y desde 2007 colaboró con el periódico de Buenos Aires, Página 12.
En el 2000 recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, por “su vasta obra caracterizada por la apropiación de múltiples facetas poéticas y culturales con las que dialoga: la poesía mística, española, hebrea –y sus vertientes bíblica y sefardí–, la poesía estadounidense y latinoamericana, la cultura popular”, dijo el fallo del jurado.
Escribió en 1965 uno de sus libros más conocidos, Cólera Buey. Su obra ha sido traducida a más de siete idiomas y condecorada con varios reconocimientos como el Premio Internacional de Poesía Mondello (Italia 1980), el Premio Nacional de Literatura de Argentina (1977) y los iberoamericanos de poesía Ramón López Velarde (2003), y Pablo Neruda (2005).
Velorio del solo (1961), Gotán (1956-1962), Los poemas de Sidney West (1969), Fábulas (1971), Cartas y Relaciones (1973), Hacia el Sur (1982), Com/posiciones (1986) y Anunciaciones (1988), Oficio ardiente (2005), Mundar (2007), Los otros (2008), De atrásalante en su porfía (2010), El emperrado corazón amora (2011), son otros de sus poemarios.
Nota XXVII
de lo posible a lo probable/del
sueño a la realidad hay como
mares/playas nocturnas donde
animales de pico descarnan
formas mojadas por los jugos
del corazón/así/viajamos
del pecho al seco sol que dora
la maravilla/o existir
UN POETA TAN SOLO
El pasado sábado, periódicos chilenos dieron cuenta del suicidio, en Viña del Mar, del poeta mexicano Marco Fonz. Tenía apenas 48 y se había marchado a Chile hace un mes.
Fonz integraba una delegación de autores invitados a la 32 Feria Internacional del Libro de Viña del Mar. Había nacido el 1 de mayo de 1965 en el DF, vivió 20 años en Chiapas, tiene estudios de filosofía en la UNAM y fue becario del Centro Chiapaneco de Escritores en 1994 y de la SOGEM.
Tiene publicados numerosos libros y sus poemas han sido antologados en México, Perú, Italia, Estados Unidos y España.
Editor del sello Andrógino y del sitio http://www.absentaeditores.com, entre sus títulos se encuentran Los animales mal llamados hombres, Intermedio absurdo en una función de medianoche, Historia estrambótica de oscuridad y nueva selva, Bajo los demonios, Los martirios, Paisaje de tres gritos, Osario de los relámpagos y Oír cáscara amarga, informó Notimex.
La Revista Tierra Adentro del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y la Fundación Casa del Poeta lamentaron su fallecimiento. Ganador del Premio de Poesía “Rodolfo Figueroa” 2002, Marco Fonz dejó cuatro libros inéditos: El ojo vacío de Doru Buzescu, Las presencias apócrifas, Viaje a Sirenas Border y Novela dibujada.
XIX
Ya no cuentan los hombres que se vuelan la cabeza
y de extrañarme me extraña todo
el ahorcado que se cuelga de la noche
la loca que muere congelada
el abrigo flotando en el río sin Virginia
de extrañarme me extraña todo
menos el odio que siento y la pena que siento
por los que nos dejan morir sin hacer nada
sin detener el veneno ni la soga ni la navaja
ni la palabra
el balazo a un corazón niño
la amable y despiadada locura
el cuerpo enamorado de Nerval
o las huellas digitales de un poeta
sobre su propia calavera
y de extrañarme me extraña todo
menos el odio que siento y el vacío
por la puerta por la náusea por la muerte lenta
diferente a la muerte de los que nos matan
y de extrañarme me extraña todo
menos el buscar delante
las otras fantasmales caras.
LA TRAVESÍA DE JOSÉ EMILIO PACHECO
“Argentino hasta la muerte, Juan Gelman por sus veinte años de vida y de trabajo aquí, deja también en la poesía mexicana una huella radiante que no se borrará”, fueron las últimas palabras que escribió José Emilio Pacheco.
Era un texto para la revista Proceso en homenaje a su colega y amigo Juan Gelman, fallecido 10 días antes.
Luego, el autor Las batallas en el desierto, de 74 años, se cayó, se golpeó la cabeza, más tarde se fue a dormir y ya no despertó.
Amigo de juventud de Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Personaje de las novelas de Paco Ignacio Taibo II, como se encargaba de destacar, casi le da un infarto cuando el Fondo de Cultura Económica publicó su obra reunida en un volumen de 800 páginas con el título Tarde o Temprano.
Poeta, ensayista y traductor, escribió las novelas Morirás lejos (1967), El principio del placer (1972) y Las batallas en el desierto (1981), así como de los libros de poesía Miro la tierra (1987), Siglo pasado (2000) y Como la lluvia (2009), entre otras obras.
Aparte del Premio Cervantes, había recibido el Premio Nacional de Periodismo por Divulgación Cultural (1980), el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (2001), el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2003), el Premio Alfonso Reyes, junto con su inclusión como Miembro Honorario de la Academia Mexicana de la Lengua y del Seminario de Cultura Mexicana.
Los que lo conocieron dicen de él que era un hombre bueno y afable.
Caverna
Es verdad que los muertos tampoco duran
Ni siquiera la muerte permanece
Todo vuelve a ser polvo
Pero la cueva preservó su entierro
Aquí están alineados
cada uno con su ofrenda
los huesos dueños de una historia secreta
Aquí sabemos a qué sabe la muerte
Aquí sabemos lo que sabe la muerte
La piedra le dio vida a esta muerte
La piedra se hizo lava de muerte
Todo está muerto
En esta cueva ni siquiera vive la muerte
DUELE UN SERGIO LOO EN EL ALMA
“Ay, Sisi no sabe más que darme cosas buenas”, fue su comentario cuando SinEmbargo lo contactó con el afán de incluirlo en el ciclo NOVÍSIMA POESÍA MEXICANA, sugerido expresamente por la también excelsa poeta Xitlalitl Rodríguez Mendoza. Amigo de sus amigos, generoso y afable, como pocos.
La noticia este martes dando cuenta del fallecimiento del poeta mexicano Sergio Loo, quien tenía apenas 32 años y sucumbió a un cáncer, resultó devastadora y “too much” para los amantes de la poesía. Ni qué decir de los amigos y allegados a un creador extraordinario que a pesar de la enfermedad terminal que le iba cortando las alas poco a poco, nunca perdió la alegría, el humor ácido y su firme voluntad de escribir.
Poeta y narrador, autor del poemario Claveles automáticos y de la novela House, decía que “la poesía, para mí, es la apertura del lenguaje en muchas posibilidades: un juego”.
Colaboró en Fantasiofrénia. Antología del cuento dañado (2003), Paso al Frente (2004), Descifrar el Laberinto (2005) El fungible: especial de relatos (2006). Textos suyos han aparecido en Navegaciones Zur y Hermanocerdo. En 2007 publicó en el Fondo Editorial Tierra Adentro, Sus brazos labios en mi boca rodando, título que fue editado en versión digital por la editorial española Foc, en 2013. También publicó Retratos desarmables (Ediciones B, 2011) y Guía Roji (IVEC, 2012).
“Cuando leo a Sergio puedo verlo como un artesano. Toma las letras, las acomoda, les da forma y construye, sus poemas o sus narraciones, con una paciencia que resulta reconfortante para cualquier lector. Hay espacio para divertirse con un humor extraño, que se extiende hasta la palabra como objeto, como unidad, pero que también se funde con el contenido. El mundo es una broma, la ciudad, la realidad, el sexo, las pérdidas, el dolor. ¿Para qué tomarse la vida tan en serio? En su literatura la palabra surge como propiedad, con la posibilidad de construir o destruir. Se entra a un amplio plano de la imaginación donde el contenido del discurso se va dando por sí mismo”, escribió el poeta y editor Jonathan Minila.
Sí yo sé de tu miedo a las alturas pero aún
así te veo revoloteando
Gallinas negras por el celeste vas Luis vas
meneando las alitas
Muerte de poetas en enero: “polvo entre los dientes”, como muy bien definió el escritor Alberto Chimal en la columna dedicada a los difuntos.