Lo que más nos sorprende no es que existan personas como Donald Trump, sino que sea el candidato a la Presidencia de la nación más poderosa del mundo y que tenga tanto respaldo entre el electorado estadounidense.
Sabemos que gran parte de su éxito es representar y encausar el enojo de los estadounidense al sentir que el “modelo de vida americano” está en crisis, encausarlo contra el propio gobierno y contra los migrantes. Trump nunca señala que es el propio modelo económico del neoliberalismo es la causa central de esa crisis, su ideología no le permite reconocerlo.
Por su parte, Berny Sanders ha señalado claramente las causas de esta crisis. Sanders ha comparado cómo contrasta la caída en la calidad de vida de los estadounidense con la calidad de vida en varias naciones del norte de Europa que han mantenido una política de Estado del Bienestar. La diferencia en nivel educativo, en salud, en servicios públicos se ha ido agudizando, los estadounidenses se han alejado de los estándares de esos países. La política de Barak Obama se encaminó, con todos los obstáculos interpuestos por los republicanos, a intentar mejorar algunas de estas condiciones, en especial, en materia de salud.
La ideología del libre mercado y de la no intervención del Estado no sólo ha deteriorado la calidad de vida de los estadounidenses, provocando su rezago a escala internacional, ha aumentado la pobreza interna, ha aumentado la desigualdad y la concentración de la riqueza como nunca antes en la historia de ese imperio.
El libre mercado genera externalidades económicas, sociales y ambientales que se convierten en crisis políticas, como la que actualmente vive Estados Unidos y gran parte de los países en el mundo. Los costos, de todo tipo, que genera una forma de producción y consumo que tiene como único fin incrementar las ganancias trimestrales de las grandes corporaciones, son externalidades transferidas a la sociedad y al planeta, poniéndolos en peligro: mayor pobreza, epidemias de salud globales por estilos de vida y consumo profundamente promovidos, agotamiento de recursos naturales y crisis climática, todo contribuyendo a una aguda inestabilidad política a escala global, regional y local.
Para quien profesa el ultraliberalismo, admitir que las externalidades están deteriorando la salud de la población y del planeta, que están provocando una agudización de la pobreza y que son la causa central de la inestabilidad política, es admitir la necesidad de las regulaciones, de la política de Estado, de su intervención en la economía. Cuando la fe en los mercados es puesta en cuestión, lo ultra liberales niegan la realidad, enfocan las críticas a otros factores, a los migrantes, a las políticas de Estado.
El caso extremo al que hemos llegado es el del cambio climático. Durante decenios los republicanos negaron que el cambio climático estuviera ocurriendo. Ante la abrumadora evidencia, después lo aceptaron, pero argumentaron que el cambio climático no era causado por el hombre. Más tarde, algunos republicanos han reconocido que existe y que es causado por el hombre, pero argumentan que no deben tomarse medidas para reducir emisiones si no lo hacen otros países, como China, especialmente. No importa que el estadounidense promedio emita decenas de veces más gases invernadero que un chino, nada justifica la intervención del Estado en los mercados.
El cambio climático avanza a un ritmo mayor al previsto y sus consecuencias serán catastróficas. Desde 1992, en la Cumbre de la Tierra, hace ya 25 años, miles de expertos reunidos en el mayor esfuerzo internacional científico, llamaron a los gobiernos del mundo a iniciar una reducción masiva de emisiones de gases de efecto invernadero, lo que significaba iniciar una revolución energética profunda para reducir drásticamente el consumo de combustibles fósiles.
Las recomendaciones no lograron acuerdos vinculantes por más de 20 años. La oposición de los republicanos en el Senado de los Estados Unidos fue clave para evitar cualquier avance internacional para tomar acciones y reducir el impacto del cambio climático. Con Clinton se firmó el Protocolo de Kioto pero nunca fue ratificado por el Senado estadounidense. Con Barak Obama se apoyó el esfuerzo y en 2015 se logró la firma de un acuerdo internacional durante la XXI Conferencia de Cambio Climático en Paris que entrará en vigor y será vinculante con la ratificación de al menos 55 países que sumen al menos el 55 por ciento del total de las emisiones con el propósito de “mantener el aumento de las temperaturas por debajo delos 2 grados con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1.5 grados”.
Al 2 de octubre de 2016, hay 191 signatarios del Acuerdo de París. De estos, con la ratificación de la India, 62 estados han depositado sus instrumentos, lo que representa el 51.89 por ciento del total de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según las cifras de la lista oficial que las Partes suministraron en el marco del Acuerdo de París.
La posibilidad de que Donald Trump asuma la Presidencia representa un riesgo muy grave para un proceso que lleva casi 25 años, un proceso que puede venirse abajo si este personaje fuera elegido Presidente del país que mantiene las mayores emisiones de gases invernadero por persona en el mundo y las mayores emisiones históricas de estos gases.
Trump, como todo ultraliberal que no puede aceptar una realidad que inevitablemente obliga a pensar que la única posibilidad es una intervención gubernamental en los mercados, una regulación a escala global y nacional, que no puede admitir que deben desplegarse una serie de regulaciones, desincentivos e incentivos: Trump acepta el cambio climático pero niega que sea provocado por actividades humanas.
Trump ha dicho, en su profunda ignorancia, que “el concepto del cambio climático ha sido por y para los chinos con el objetivo de hacer que la manufactura estadounidense no sea competitiva”.
En México hemos visto cómo los voceros ultraliberales han pasado de la negación del cambio climático a reconocer que existe pero no por causas humanas, hasta llegar a aceptar que el cambio climático ha sido causado por la actividad industrial. Sin embargo, la nueva estrategia de negación de la realidad desde esta concepción va en el sentido de afirmar que el cambio climático no será tan malo, aumentará un poco la temperatura, volverá más productivas áreas frías, en fin, casi será una oportunidad.
Trump, con lo que dice, con lo que dice que no dijo y con lo que pudiera hacer, se convierte en una muy grave amenaza para los países más vulnerables al cambio climático, para esos países que como México, por su posición geográfica y su alta vulnerabilidad provocada por la pobreza, sufrirán en un grado mayor los avances del calentamiento global del planeta.
Las otras amenazas de Trump, suponemos que ya las conocemos. Y no se trata de afirmar que Hilary Clinton sea una esperanza pero, no es una amenaza de la magnitud de un tipo con las características de Donald Trump.