Gerardo Grande
01/10/2016 - 12:01 am
De esos cielos María que hay en ti
“De esos cielos María que hay en ti, y ahí.” Eduardo Mateo Era jueves 12 de mayo. Lo sé porque en la billetera llevo el ticket del evento. De lo contrario no recordaría la fecha exacta; pero sí que recuerdo todo lo que sucedió aquella noche. Decir que lo que recuerdo todo es una manera […]
“De esos cielos María que hay en ti, y ahí.”
Eduardo Mateo
Era jueves 12 de mayo. Lo sé porque en la billetera llevo el ticket del evento. De lo contrario no recordaría la fecha exacta; pero sí que recuerdo todo lo que sucedió aquella noche. Decir que lo que recuerdo todo es una manera de abrazarme a los momentos más fieras de ese 12 de mayo. Un avión diminuto cargado con su nombre y fotografías de nosotros atraviesa el césped púrpura de mi mente.
María quiso darme una sorpresa y quedamos en reunirnos en el Abasto Shopping. Era la noche del otoño porteño y el frío calaba hasta los huesos. Jugamos a encontrarnos dentro del Abasto. Hacía años que no jugaba a las escondidas y fue lindo volver por unos minutos a la infancia. Hola, niño diminuto que se columpia dentro de mi pecho. Dos aves en lugar de ojos. Ahí estaba María, tan linda como siempre. Su cabello largo como dibujado por un rayo de sol recién nacido dispuesto a alumbrarlo todo.
La sorpresa era ir a escuchar el full álbum Artaud de Pescado Rabioso. Esta vez lo escucharíamos en una sala a oscuras y con los verdaderos parlantes holofónicos. Compré cervezas y maní para el camino. Lié un cigarrillo para ella. Estábamos entonces en el Centro Cultural Konex. Apareció de pronto Hugo Zuccarelli, el inventor de los parlantes. Un genio que desde pequeño tuvo la inquietud de inventar objetos para el buen vivir de los demás.
En la década del 80 él trabajó con Pink Floyd en la grabación del disco The Final Cut. Un grupo reducido de personas entramos a la sala, Hugo explicó durante varios minutos su trayecto como inventor. Los contratos que no se firmaron por culpa de las transnacionales del audio y los aparatos musicales. María y yo nos sentamos al frente de la sala, cerca de los parlantes. Debo decir que estaba nervioso. No quería hacer ni un movimiento que cortara con toda la belleza de ese momento. Arrancó el primer tema del disco: “Cuida bien al niño, cuida bien su mente, dale sol de enero, dale un vientre blanco, dale tibia leche de tu cuerpo. Todas las hojas son del viento” y cuando me di cuenta, ya estábamos abrazados María y yo. No nos separamos más durante todo el disco.
A veces pincho mi vinilo de Artaud y supongo que mientras suenan las canciones algo de ese abrazo se sentirá. Así es la música y los destellos de otros planetas dentro de esta Tierra, ¿no?
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