Francisco Ortiz Pinchetti
30/09/2016 - 12:04 am
Postales desde la Cuba "post Obama"
Les platico que regresé a Cuba justo después de 20 años. Una visita sin ánimo de estudio ni afanes reporteriles. Simplemente una mirada curiosa sobre una nación que a los mexicanos nos resulta entrañable y que pareciera iniciar una nueva etapa de su historia. Una asomada, nada más. Mis percepciones.
Les platico que regresé a Cuba justo después de 20 años. Una visita sin ánimo de estudio ni afanes reporteriles. Simplemente una mirada curiosa sobre una nación que a los mexicanos nos resulta entrañable y que pareciera iniciar una nueva etapa de su historia. Una asomada, nada más. Mis percepciones.
En esas dos décadas, resumo, la disolución de la URSS, con el fin de la Guerra Fría, se tradujo en que los soviéticos dejaran colgados de la brocha a sus camaradas cubanos, que entonces se lanzaron a los brazos de los chinos. La bahía de Guantánamo, en el sudeste de la isla, continúa como desde 1903 en posesión de Estados Unidos, en cuya base naval funciona desde 2002 una prisión para terroristas. El embargo comercial, económico y financiero de EU contra Cuba, iniciado en 1960 y condenado 24 veces por la ONU, sigue vigente, endurecido desde 1996 por la Ley Helms-Burton. A los 82 años de edad, Fidel Castro Ruz dejó en 2008 la conducción del país en manos de su hermano menor, Raúl Castro. El Papa Francisco hizo su primer milagro y logró un acercamiento entre los gobiernos de Raúl Castro y de Barack Obama, que culminó en diciembre de 2014 con la restauración de relaciones diplomáticas entre ambos países, después de 53 años. Obama realizó una histórica visita a Cuba en marzo de 2016 y ofreció iniciar un proceso para poner fin al bloqueo. Según la Comisión Cubana de Derechos Humanos siguen en la cárcel 93 presos políticos, cuya existencia niega el gobierno socialista. No hay elecciones libres. Ni prensa independiente.
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Me llaman la atención decenas de personas apostadas a lo largo de la calle 23, en El Vedado habanero, donde se ubica el hotel Habana Libre. Hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, clavados en sus teléfonos celulares, sus tablets, alguna lap-top. Ellos ingresan a Internet vía Wi-Fi, introducido en la isla de manera restringida desde julio de 2015. Una avance trascendente, sin duda. Es necesario comprar una tarjeta de pre pago. Una hora por el equivalente a dos dólares. Caro, en un país donde el salario de los empleados del Estado, la inmensa mayoría, es de entre 30 y 40 dólares mensuales. Hay zonas delimitadas de señal Wi-Fi, 144 en el país. Justo ahora se anuncia su instalación en el Malecón de La Habana, sitio de reunión popular. También hay servicio en aeropuertos y en algunos de los principales hoteles del gobierno. No en casas particulares.
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Los autos antiguos, modelos de los años 50 del siglo pasado, que han dado a La Habana el atractivo rostro de una ciudad retro, melancólica, se diluyen poco a poco en el conjunto del parque vehicular que alcanza ya en la Isla las 160 mil unidades. Los multicolores carros viejos, algunos prodigiosamente conservados, son todos de propiedad particular y están dedicados al servicio de taxis. Chevrolet, Ford, Chrysler, Cadillac, Dodge, Oldsmobile. A la mayoría de ellos se les han adoptado motores más recientes, sobre todo de origen norcoreano. Hay ya un número importante de taxis nuevos, oficiales, pintados de amarillo. Cada vez circulan más autos de modelos recientes. Prácticamente todos son propiedad del Estado, al servicio de sus empresas e instituciones. Aunque hay algunos Peugeot o Volkswagen, la mayoría son de origen chino, marca Gelly. Autos chinos, autobuses chinos, cargueros chinos, motos chinas.
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Aquello de “las aguas negras del imperialismo” se fue literalmente al caño. Hoy se puede disfrutar una burbujeante Coca-Cola, en envase de vidrio o en lata, en cualquiera de los principales restaurantes estatales de La Habana. Y embotellada en México.
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Cuba sigue siendo el país de las colas. El desabasto de víveres, medicinas y otros artículos es crónico y obliga a formarse. También hay que hacerlo para abordar las guaguas, para pagar el teléfono, para adquirir tarjetas de Internet, para comprar un helado en Coppelia.
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La bandera de las barras y las estrellas no sólo ondea en la embajada estadounidense en La Habana desde el 14 de agosto de 2015. También está presente en lo alto de hoteles como el Parque Central, en camisetas, en gorras, en las antenas de los taxis. Encuentro en el Malecón a una joven mulata que la usa como vestido.
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Desde hace una década funciona en La Habana una extensa red de autobuses articulados, de origen chino. Una especie de Metrobús, pero sin estaciones formales ni carril confinado. Y totalmente insuficiente. Los cubanos utilizan para transportarse los viejos taxis como colectivos, a manera de nuestros antiguos “peseros”. También los hay en viajes entre ciudades, pero para turistas. Para ellos hay en la capital ahora también un Turibús de dos pisos.
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Tres títulos en librerías: Un país llamado Fidel, Diccionario del pensamiento de Fidel Castro y Dios, Chávez y Fidel.
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Revive La Habana Vieja. La reconstrucción va. Lenta, pero va. Hay ya numerosos, hermosos edificios rescatados. Está a punto un inmueble que ocupa toda una manzana y que será centro comercial y hotel con 248 habitaciones. Emociona caminar por sus calles estrechas y derruidas e imaginar el portento que esa maravilla puede llegar a ser. Los turistas colman bares y restaurantes, tanto de propiedad estatal como particular, cada día más numerosos. En todos, la música en vivo. Predomina el son montuno. Guitarra, bongó, clave, maracas, güiro... Suenan también el bolero, el danzón, la rumba, el mambo. Pura nostalgia. De Benny Moré para atrás. Lo mismo en la radio. No está en cambio la Nueva Trova. Raro: ni Pablo, ni Silvio, ni Amaury...
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En Cuba no hay por supuesto anuncios espectaculares comerciales. Los hay oficiales, en calles y carreteras. Abundantes. Aunque en lugar de ponderar en ellos los logros de la Revolución en temas como salud, educación, vivienda, cultura, o promover programas sociales o comunitarios, están dedicados a repetir las consignas, las frases, la retórica revolucionaria: “Hasta la victoria siempre”, “Patria a muerte, ¡venceremos!”, “Esta Revolución no la derrota nadie”. Unas carteleras nuevas muestran cinco fotos verticales de Fidel Castro de perfil, en cinco sucesivas edades de su vida. “Fidel entre nosotros”, pone un letrero con aliento de despedida. El Comandante cumplió en agosto 90 años.
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En 1996, cuando mi viaje anterior, acababan de ser autorizados como primeros negocios particulares en la isla los llamados “paladares”, peculiares comedores caseros. Hoy prolifera la renta de recámaras en casas particulares para turistas. Los dueños deben pagar una cuota mensual al Estado y un 10 por ciento de sus ingresos. Se multiplican como hongos. Viñales es una bella población de Pinar del Río, convertida en polo turístico de moda. Tiene 14 mil habitantes. El dato oficial: en 73 por ciento de las casas del pueblo hay cuando menos una recámara para renta.
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El fin del bloqueo es para los cubanos más una ilusión que una esperanza. No se la creen. En cambio, hay una expectativa palpable sobre una inminente afluencia masiva de turistas estadounidenses, los mismos que habían convertido a Cuba en su casino y su burdel antes del triunfo de la Revolución en 1959. Se reanudaron ya los vuelos comerciales desde EU a aeropuertos cubanos interiores. En breve llegarán a La Habana. “Ya vienen los gringos, hermano”, me dice exultante el barman del Floridita. “¡Ya vienen!”. Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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