"La serie está narrada en voz off por Steve Murphy, el agente de la DEA (interpretado por Boyd Holbrook) que, también según esta historia, es una de las piezas clave para atrapar al final a Escobar. Supongo que es la manera que tienen los gringos (productores de la serie) de retratarse como los héroes. Una vez más, de justificar su intervencionismo, cuando no en contra del comunismo, en contra del narco”.
Ciudad de México, 24 de septiembre (SinEmbargo).- El año pasado empecé a ver Narcos, la serie de Netflix, un día que no tenía nada qué hacer. Debo confesar que de inmediato me atrajo el actor que hacía de Pablo Escobar, aunque me molestó su acento. Un acento que, sin mucho pensarlo, quizá porque la serie está hablada mitad en español mitad en inglés, producida en Estados Unidos, me sonó “gringo”. Después averigüé que el actor es brasileño y se llama Wagner Moura.
Incluso en el año de su estreno, 2015, la periodista Gisela Orozco publicó una nota titulada: “Por qué el acento de Pablo Escobar en Narcos te hará ver El Patrón del Mal“, en Vívelo hoy, sitio online producido en Chicago pero escrito en español para público de habla hispana.
La reportera incluyó dos videos: en el primero, el trailer de la serie, en el que se escucha claramente que el acento de Wagner Moura como Escobar es todo menos colombiano y mucho menos antioqueño. El segundo video proviene de YouTube y se llama “Los restos del imperio de Pablo Escobar” y está compuesto por pequeños fragmentos de discursos y entrevistas del hombre real. Sobra decir que la diferencia es abismal.
Sin embargo debo decir que hice abstracción del acento (que, hay que reconocer, mejoró un poco en cada capítulo hasta casi ya no notarse en la segunda temporada, que se estrenó hace apenas unos días, en septiembre de este 2016) y poco a poco me enganché con la historia.
Aquí hago una pausa para decir que he visitado dos veces Colombia: en el 2007, para cubrir el Coloquio Internacional de la Lengua en Cartagena de Indias y en el 2008, para el Festival Internacional de Teatro de Bogotá. Amo su música, su gente que habla como si cantara (ellos han de decir lo mismo de nosotros, los mexicanos), su delicioso café, uno de los mejores del mundo. El clima de Bogotá, su aire cosmopolita, la vista de la ciudad desde el teleférico; la muralla que rodea Cartagena, su mar azul. Me importa su historia. Pero aún así, confieso con un poco de vergüenza que no sabía mucho de ella (que no sé todavía, pues. ¿Cómo así? Pues sí).
Pero, ¿quién no ha oído hablar de Pablo Escobar y del terror que sembró durante años en su país? Cuando estuve en Bogotá visité el Palacio de Gobierno (ahora dudo que se llame así; tengo que googlearlo y averiguo que no, no ese llama así: se llama Palacio de Justicia). Bueno, lo visité y alguien, estando ahí, me contó que Pablo Escobar mandó a un grupo de guerrilleros del M-19 a tomarlo para destruir toda la evidencia contra él que ahí se guardaba. Eso fue en los ochenta. La construcción es imponente y la plaza que la rodea también. Como todo Bogotá.
Vuelvo a la serie de Netflix. Me gustó, también, que se incluyera en el reparto a algunos actores mexicanos. Todos ellos haciendo papeles de colombianos, muy dignamente: Ana de la Reguera como la guerrillera del M-19 Elisa; Raúl Méndez como el presidente César Gaviria; Bruno Bichir como el abogado de Escobar, Fernando Duque; Paulina Gaitán como Tata, la esposa de Pablo; Gabriela de la Garza como la periodista asesinada en una redada del ejército colombiano para atrapar a Escobar, Diana Turbay y en la segunda temporada, Damián Alcázar como Gilberto Rodríguez Orejuela, el líder del cártel de Cali, rival del de Medellín, encabezado por Escobar.
La serie está narrada en voz off por Steve Murphy, el agente de la DEA (interpretado por Boyd Holbrook) que, también según esta historia, es una de las piezas clave para atrapar al final a Escobar. Supongo que es la manera que tienen los gringos (productores de la serie) de retratarse como los héroes. Una vez más, de justificar su intervencionismo, cuando no en contra del comunismo, en contra del narco. Ahora es lo que ellos llaman terrorismo. El caso es que siempre están donde nadie los llama.
Incluso hay un momento en la serie en el que Elisa, la guerrillera que interpreta Ana de la Reguera, le dice a Steven, el agente de la DEA “Se ve que no tienes la menor idea de la historia de tu país en América Latina en los últimos años”. Son los ochenta y poco parece haber cambiado la política intervencionista de Estados Unidos.
Pero tema aparte, la voz off de Murphy funciona desde el punto de vista dramático. Hace avanzar la historia.
Me encantó también, desde el principio, el soundtrack. El tema principal es un bolero delicioso, dulce y sensual: Tuyo, interpretado por el brasileño Rodrigo Amarante (también en español y también con un fuerte acento carioca). Pero ojo, si van a comprar el disco completo, busquen el que se llama Narcos Vol.2 More Music From The Original Netflix Series, que incluye canciones como "Se me perdió la cadenita", cantada por La Sonora Dinamita; "Las caleñas son como son", con The Latin Brothers y "La pelea con el diablo", con Octavio Meza y su conjunto, entre otras; pura buena música caliente, de ésa que nos hace bailar en cualquier lado y bajo casi cualquier circunstancia a los latinos, que nos calienta la sangre, que nos recuerda porqué aunque unos seamos colombianos, otros brasileños y otros mexicanos, hay algo que nos une más allá de las fronteras, los idiomas y los acentos
LOS ACIERTOS DE LA SERIE
La serie tiene otros muchos aciertos: una producción muy cuidada, en locaciones de Medellín y Bogotá, buenas actuaciones (tanto de los actores mexicanos, colombianos y brasileños, como de los estadounidenses, como Boyd Holbrook como Steve Murphy o Joanna Christie como su esposa Connie) y muy buenos guiones.
Ahora, ¿qué tanto se apega a la “realidad”, a la “verdad histórica”, como diría un procurador de cuyo nombre no quiero acordarme? No estoy segura. Pero el hijo de Pablo Escobar (hoy llamado Sebastián Marroquín) se apresuró a desmentir la historia (con h minúscula) que cuenta Narcos. El autor de Pablo Escobar, mi padre (Planeta, 2014) señala 28 errores de la serie, hechos, pues, que -afirma- no sucedieron así.
Me pregunto (y dejo la pregunta abierta a quienes han leído esto hasta aquí), ¿qué tan importante es que la serie se apague a la “realidad”?, ¿se trata de una reconstrucción histórica o de un producto dramático, de entretenimiento? ¿No basta con el letrero de advertencia en el que se lee, al principio de cada episodio: “Esta serie está basada en eventos reales. Pero se cambiaron nombres, hechos, negocios, locaciones, para propósitos dramáticos“? Narcos no es un documental. Y nadie está siendo engañado al respecto. Quizá el hijo de Escobar, cuyo nombre real es Juan Pablo Escobar, se sintió relegado de las decisiones de los guionistas y productores y eso lo hizo enojar; o tal vez de verdad lo motive un afán legítimo porque se sepa la verdad, su verdad. No lo sé, pero no creo que sea relevante.
Insisto: si quieren aprender Historia (con H mayúscula) vayan a los libros. Si lo que quieren es un buen rato de entretenimiento, con una historia muy bien contada, vean Narcos. No se van a decepcionar.
(Una confesión más: no he visto El patrón del mal, la serie colombiana. Quizá un día de estos lo haga y escriba sobre ella aquí).
Irma Gallo es periodista y este texto fue publicado originalmente en La libreta de Irma Gallo, aquí