Una historia de la lectura enferma, una nueva historia de las ficciones que enferman, en una antología a cargo del autor y académico venezolano, publicado por Literal Publishing y la Secretaría de Cultura
Ciudad de México, 10 de septiembre (SinEmbargo).- Visto minuciosamente, el cuerpo es un hipervínculo dotado con un sinfín de enlaces, dependiendo cuál elijamos se genera un zoom a la parte o relación seleccionada: el contacto con lo sensorial, lo espiritual, con la carretera infinita que supone el organismo humano. Pero también podemos navegar hacia lo recóndito, a la propia transgresión.
Ese es el destino, donde ponen el clic, los 10 cuentos que integran el libro Relatos enfermos, de Javier Guerrero, editado por el propio autor, Literal Publishing y la Secretaría de Cultura.
Cómo se comporta la naturaleza desesperada, cómo poner en juego literario la repulsión como sentido estético, acreditando la categoría a través de la misma disrupción, es el reto de esta narrativa que privilegia uno de los grandes temas de la literatura, poco explorado en América Latina como afirma Javier Guerrero, la de la enfermedad y creación.
Una de las promesas que las personas encuentran en los métodos alternativos de curación es la de la explicación, a través de las conexiones, de todo funcionamiento que al parecer está integrado de tal forma que hasta los rechazos políticos juegan un papel dentro de la enfermedad. La protagonista del cuento de Margo Glantz, Médula espinal, aquejada por dolores musculares vuelve de un viaje para atenderse con Manuel, para su terapia con el método Feldenkrais, que busca restaurar el funcionamiento original del esqueleto. Lento proceso que se asemeja al psicoanálisis en el que a partir de la palabras se consigue un cambio de conducta. Los problemas musculares de la protagonista se deben a la fascia, ¿pero qué es la fascia? Pues se trata de un tejido que se interpone entre los músculos y los huesos y que conecta y envuelve todas las estructuras corporales.
Aparece así el cuerpo como hipertexto, la fascia que ella puede relacionar con la afasia, un trastorno del lenguaje provocado por un evento vascular. O con el fascismo, cuya raíz es fasces, que alude a un haz de 30 varas que representaban a las curias romanas, emblema utilizado por Mussolini y por las falanges españolas. La fascia, indagada muestra que vivimos en el misterio del cuerpo. El cuerpo obligado a salir de sus sencillas funciones primitivas, lanzado a lo desconocido por la civilización, martirizado por Bacon… Lienzo, perspectivas, sistema político, palabras, el cuerpo es un hiperenlace: “la fragmentación como sistema”.
Lo enfermo se desplaza en el enigma. Cuatro gotas de sangre aparecen una mañana en el departamento de Silvia y Rafael, dispersas y exactas. Número y líquido se convierten en acertijo.
Ninguno de los dos ha sangrado, podría ser entonces el gato o tal vez uno de los murciélagos que llegaron un día a vivir en el balcón. El cuatro, en la numerología, simboliza lo práctico, la lealtad, la rigidez y la represión, habrá que recorrer la historia de la pareja en el cuento "La nada", de Alberto Barrera Tyszka, buscando la rasgadura, la perforación por la que supura lo vital.
En 1986 Ramón Fernández, célebre por haber intentado “acuchillar” a La Gioconda de Leonardo da Vinci, fue para la prensa un marielito que sufría de una enfermedad mental. Unos cuantos días después apareció estrangulado en su celda --aunque había sido despojado de cualquier elemento que le sirviera para que se quitara la vida- la conclusión dejada al público era que debió hacerlo con sus propias manos.
La carta que da cuenta del caso, está escrita por su amigo, el ilustrador Daniel Sakuntala, quien teniendo en su poder el relato que el propio Fernández escribió en total soledad desde su encierro, intentó publicarlo, incluso le pidió a Reinaldo Arenas que lo publicara en la revista Mariel. “Pero Arenas, con su proverbial frivolidad, a pesar de estar ya gravemente enfermo de sida, de lo que acaba de morir, se rió de mi propósito”. No sería sino hasta 2025 que los editores, la saquen a la luz la terrible historia, narrada desde el terror, entre Fernández y la belleza enferma. Los oscuros excesos de la perfección sostienen el cuento, Mona, de Reinaldo Arenas.
Las dos están enfermas, aunque a veces la hija parece ser la madre, porque su enfermedad la avejenta y la de la madre la rejuvenece, aunque es una enferma terminal. Ambas dependen del mismo médico, el tratamiento que les proporciona aniquila sobre todo a la hija, lo cual es prueba de que los medicamentos funcionan, precisamente porque la hacen sentir fatal, “¿pero qué esperas?, ¿no entiendes que estás demasiado enferma?, ¿o acaso quieres sentirte bien?”. El registro siniestro de la dinámica de la clínica enfermando cuerpos enfermos, es el mismo de la madre replicando un destino físico, heredando y alimentando la enfermedad en la hija, quien no se ve sino como extensión de su progenitora. Colonizadas de Diamela Eltit, es el hipervínculo interno surgido de un marco de destino.
Los fantasmas del masajista, de Mario Bellatin, ilustraría el enlace roto, el link vacío. Un hombre asiste a una clínica especializada en aliviar los dolores que sufren las personas que han pasado por una amputación. Atiende el masajista el órgano fantasma, el intento de aliviar lo que ya no existe lo convierte en una especie de tanatólogo del espacio hueco, sanador de hoyos negros.
Javier Guerrero es autor de Tecnologías del cuerpo. Exhibicionismo y visualidad en América Latina (Iberoamericana/ Vervuert, 2014), coeditor de Excesos de cuerpo: relatos de contagio y enfermedad en América Latina (Eterna Cadencia, 2009) y de los dos volúmenes de Cuerpos enfermos/ Contagios culturales (Estudios 2010, 2011). Su trabajo incluye un libro sobre el director de cine Mauricio Walerstein (FCN, 2002) y la novela Balnearios de Etiopía (Eterna Cadencia, 2010). Actualmente es profesor asistente de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Princeton.