Entrevista

No he nacido para ser funcionario... esas actitudes me son completamente ajenas: Nicolás Alvarado

07/09/2016 - 12:03 am

Luego de los episodios popularmente conocidos en que el periodista, escritor y dramaturgo se vio obligado a renunciar a su puesto en la TV UNAM, fruto de haber publicado una columna de opinión que muchos consideraron agraviante para la figura del recientemente fallecido cantautor mexicano Juan Gabriel, el acusado hace su balance.

Ciudad de México, 7 de septiembre (SinEmbargo).– Las “lentejuelas nacas” y la confesión de perderse el arte del recientemente fallecido cantautor mexicano Juan Gabriel (1950-2016) por alguna rémora “clasista” que lo avergüenza, le valieron al periodista, escritor y dramaturgo Nicolás Alvarado su puesto como director de TV UNAM.

Cuando ya no es funcionario público, en esta entrevista llevada a cabo al calor de los días que fueron estridentes merced a las redes sociales, donde todo se multiplica y cobra dimensiones inconmensurables, Nicolás Alvarado acepta hacer balance, contar cómo fueron las cosas y hablar del futuro profesional.

–¿Cómo te sientes?.

–He tenido mejores semanas.

–¿Qué balance haces?

–Creo que el balance más importante de esta experiencia es que no soy ni seré un funcionario público, es decir, desempeñé una función pública y espero haberlo hecho bien. Los resultados están patentes entrando a twunam.mx. Creo que TV UNAM se defiende dignamente, me gustó mucho hacerla, fue el proyecto más importante de mi vida, pero también descubrí que mi talante de ciudadano tiene un matiz provocador, un costado que no es políticamente correcto y que todo eso es incompatible con el rol de funcionario público. Los valores y las actitudes de un funcionario público me son completamente ajenas y por eso decidí presentar mi renuncia como director de TV UNAM. Quiero seguir siendo un ciudadano que ejerce su trabajo artístico de manera libre y creativa.

–¿Tienes idea de que haya pasado en otros lados que una declaración hecha en un marco fuera de la función pública haya cobrado un precio tan alto?

–Bueno, alguna vez me tocó conversar con un ex ministro de cultura danés. Soy miembro del Salzburg Global Seminar y platicando con el ex ministro me contaba los problemas que tuvo en su función, dado que también es escritor, pero esto era en los 70. No sé si en México andamos un poco atrasados con respecto a la discusión sobre los límites entre lo público y privado. Cuando digo no sé no es una figura retórica. Me hizo reflexionar sobre este asunto el episodio que he vivido. No sé si tengo derecho como escritor con 27 años de trayectoria literaria y periodística a publicar un texto cuando además estoy cumpliendo una función pública. No tengo una respuesta. Y no tener una respuesta también me parece importante, porque creo que hay que dar un debate en torno a estas preguntas. Debemos debatir basándonos en la legislación, en la propia normativa de las instituciones, para definir si le debemos dar el mismo trato al funcionario público que al ciudadano o no. ¿Se le debe dar peor trato al funcionario? ¿Un funcionario debe ser juzgado y condenado en los medios de comunicación, en las redes sociales o por su desempeño en la tarea encomendada? ¿O eso es un acoso y una forma de discriminación al funcionario? Francamente no lo sé.

–¿El caso opuesto sería Francia, donde una hija fuera del matrimonio de François Miterrand o la amante del actual Presidente Hollande no pusieron en riesgo su puesto?

–Me parece que no son casos equiparables, porque lo que acaba de pasar en mi caso no es un suceso de mi vida íntima. Otra vez miremos las fronteras. No es algo que pasó en mi cama, en mi casa, en mi familia, sino un suceso que transcurrió en las páginas de un periódico de circulación nacional, donde comparezco como empleado desde hace muchos años. Fui empleado de El Universal, de SinEmbargo, llevo 27 años publicando. ¿Eso cuenta o no a la hora de juzgar un texto mío? No lo sé, pero vale la pena que nos lo preguntemos. ¿Si el texto es del Bronco o de Nicolás Alvarado, cuenta? Si es una declaración de banqueta, un posteo de Facebook, una columna en un periódico o un libro, ¿cuenta?

–Está el caso de las empresas que miran las redes sociales privadas de sus empleados y si dicen algo que consideran inconveniente los despiden…

–¿Es lo mismo el caso de Nicolás Alvarado que el caso del intendente del municipio de Mérida que fue despedido por decir en Facebook que Juanga le daba “hueva”? ¿Tenía derecho o no?

Soy un hombre de televisión, de eso no hay duda,dice Alvarado. Foto: Cuartoscuro
Soy un hombre de televisión, de eso no hay duda, dice Alvarado. Foto: Cuartoscuro

–Ahora que la tormenta pasó, ¿puedes contarnos cómo fue tu salida de TV UNAM? ¿Te pidieron la renuncia?

–Yo presenté la renuncia a mi querido amigo Enrique Graue porque no me convenía seguir ahí, no le convenía la función pública a mi profesión de escritor, periodista, presentador televisivo y dramaturgo con 27 años de trayectoria. También creo que ya no le estaba haciendo ningún bien a TV UNAM, alguien tendrá que continuar el proyecto empezado y no refiero a continuarlo haciendo todo lo mismo que yo, sino el espíritu de ese proyecto, es decir, el advenimiento de la era digital a la televisión universitaria. Como amigo, tampoco le hacía yo mucho bien a Enrique Graue, no sé si él me hubiera pedido la renuncia, pero no le di la oportunidad. Le pedí como amigo que me liberara, para volver a ser un ciudadano y un crítico independiente.

–¿Qué te dijo?

–Fue una conversación muy emotiva, una conversación de amigos, me dijo que lo lamentaba mucho, sobre todo porque creía en un proyecto que quedó sepultado por un escándalo que alimentó el cafecito, cuando la realidad es que el proyecto de TV UNAM es mucho más que eso. Comprendió mis razones, me dio las gracias y aunque no me lo dijo supongo que él también se sintió liberado.

–Cuando asumiste hablaste también de echar mano de los propios materiales de la universidad, ¿pudiste cumplir eso?

–Así lo hicimos. Hay un programa como Gabinete, sobre museos, que pone en juicio el pensamiento universitario para analizar las diferentes opciones expositivas; verán Espacios, un ciclo sobre arquitectura que tiende puentes hacia el urbanismo, la sociología, la antropología; verán el programa Entrevistas imposibles, mediante el cual dialogan de manera interdisciplinaria investigadores de distintas facultades…estudiantes universitarios que presentan los contenidos extranjeros, las figuras de la UNAM analizando y discutiendo las películas con académicos e investigadores, es decir, fue un privilegio echar mano de los mayores talentos del país para hacer ese proyecto de televisión digital. Mi paso por SinEmbargo fue muy importante. Cuando Alejandro Páez me invitó a hacer una videocolumna en donde yo era el camarógrafo, en un ejercicio de cámara subjetivo, me divertí enormemente. Lo que hice en SinEmbargo, como lo que hice en Canal 22, en la revista El Huevo, en Televisa, forman parte del ADN de TV UNAM. Aprendí en todos esos lugares y Alejandro Páez, Carlos Loret de Mola, Enrique Strauss, fueron mis maestros. No podía ser de otro modo.

–¿Qué harás ahora?

–Seguir escribiendo. Nunca dejaré de escribir. Tengo pensado hacer teatro, soy dramaturgo y soy un hombre de televisión. Cuando llegué a TV UNAM ya tenía un proyecto de teatro en vías de producción, otra obra de Leticia Huijara también en producción y así se los hice saber a las autoridades universitarias. Así que terminaré esos proyectos, seguiré en la radio con Loret de Mola y mantendré mi columna en Milenio. Tengo una obra de teatro sobre El Quijote y no me importa que el año que viene ya no se hable del Quijote…en fin, también me tomaré un tiempo para ver qué hago, pero no me preocupa demasiado. Soy un hombre de televisión, de eso no cabe duda.

–¿Te equivocaste?

–Me equivoqué en la oportunidad. La oportunidad de ese texto fue naca. ¿Qué es lo naco? Aquello que por hacerse ver, agrede. Por hacer ver una opinión que me parece válida y que suscribo todavía sobre Juan Gabriel, lo hice en un momento en que había mucho dolor y muchos problemas políticos en el aire y vine bien como chivo expiatorio de muchísimas cosas. Me merecía, además, una pequeña parte de esa tunda por reírme del muerto en velorio. Me arrepiento de haber utilizado ciertas palabras, no las palabras “joto” o “naco”, puesto que son categorías culturales avaladas por la antropología, apropiadas además por grupos vulnerados históricamente, y si no pregúntenle a Botellita de Jerez o al propio Juan Gabriel, cuyo joteo ensalzara Carlos Monsiváis, cuyo joteo fuera una de sus principales estrategias de defensa. El joteo tiene una traducción al inglés y es “camp” y Susan Sontag tiene al respecto un ensayo magnífico, el más “gay friendly” probablemente en el pensamiento contemporáneo. ¿Me arrepiento de tener una formación que me haga recurrir a esos términos con ironía? No, porque no soy homofóbico (perdón, tengo un poster de Madonna en mi baño y uso sacos color rosa), no soy clasista más que de manera inconsciente y me burlo de ello, como lo demuestra el texto en cuestión donde soy la víctima principal… tengo grandes amigos de Santa Fe y los conoces, tengo grandes amigos de Iztacalco y también los conoces. Todos mis amigos son entrañables y aprendo mucho de ellos. Entonces, no me arrepiento del texto, simplemente no era la oportunidad para publicarlo.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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