Ayer, ante jóvenes, el Presidente usó el espacio donde hablaría del IV Informe de Gobierno para repetir que su baja popularidad es por “los cambios” que ha generado. No habló de lo que dicen las encuestas: alta percepción de corrupción, mucha inseguridad, sensación de que las reformas fracasaron. La culpa, dijo, es de sus “cambios”.
La realidad es que las encuestadoras que durante 2012 fueron contratadas por medios de comunicación para medir el curso de la campaña por la Presidencia fueron criticadas por la opinión pública por su parcialidad con el entonces candidato priista, Enrique Peña Nieto. Luego, ya como Presidente, también se mostraron conservadoras al revelar las cifras de aprobación.
Pero hoy, con un Primer Mandatario que aún no tiene ni cuatro años de administración pero que ha ido dando tropezones cada vez con más consecuencias, hasta esas empresas que antes lo apuntalaron reconocen la crisis del Presidente y su Gobierno, e incluso prevén que no hay forma de que se recupere en el resto del sexenio. Es el caso de Roy Campos –Consulta Mitofsky–, por ejemplo. Relacionado a Televisa y al poder, ahora dice que “se han deteriorado todas las variables. El prestigio internacional...”
Ciudad de México, 2 de septiembre (SinEmbargo).– El 17 de diciembre de 2011, Enrique Peña Nieto fue electo como “candidato de unidad” del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la Presidencia de la República, un objetivo que disputaría en las urnas el 1 de julio de 2012, y al que el tricolor apostaba con toda su fuerza para, luego de 12 años de ausencia, volver a ser mandamás en Los Pinos.
Fresca estaba entonces la primera gran pifia del priista nacido en Atlacomulco hace 50 años. La primera que alcanzaba impacto nacional por lo menos, porque de las que cometió durante su encargo público previo, como Gobernador del Estado de México, poco o nada se publicó en los medios de comunicación de esa entidad.
Se trataba de los gazapos del 3 de diciembre, o 14 días antes, cuando el ex Gobernador y precandidato priista se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) y no supo responder a la pregunta sobre tres libros que hubieran marcado su vida. Ese día, entre tropiezos, afirmó que el escritor e historidador Enrique Krauze era el autor de La silla del águila, novela escrita en 2003 por Carlos Fuentes, uno de los escritores mexicanos más reconocidos en el mundo y Premio Cervantes de Literatura.
“Leí algo que seguramente en mi vocación por la política alentaba ese espíritu. Fueron varios libros, algunos, La silla del águila, de Krauze”, dijo aquel sábado en Guadalajara, ante un auditorio repleto y que al escucharlo soltó risitas primero, y ya después –conforme el priista se fue enredando– no contuvo las carcajadas y los comentarios abiertos.
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“Hay otro libro de él mismo que quiero recordar el nombre, sobre caudillos, no recuerdo el título exacto… ¿eh?”, preguntó al final de la frase Peña Nieto, quien no escuchaba con claridad las voces de sus asistentes desesperados por decirle el nombre de la obra; entre ellos estaba Luis Videgaray Caso, quien sería su jefe de la campaña presidencial y, luego, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Peña, quien no escuchaba nada y para entonces se veía muy nervioso, continuó: “…de ahí incluso la antítesis de ese libro, las mentiras donde habla de la mentira sobre… me quiero acordar del título del libro… ahí la dejamos en La silla del águila, aquí hay unos que leen más, deben acordarse más cuál es…”.
Ese pasaje fue el primer esbozo de una seguidilla de errores que, ahora, a poco más de tres meses de cumplir cuatro años al frente de la Presidencia de México, tienen su imagen en el punto más bajo y le han valido críticas en todos los tonos tanto dentro como fuera del país.
La última muestra de la crisis por la que atraviesa el Presidente y su administración se dio ayer, con la inesperada visita de Donald Trump a Los Pinos, y las consecuencias de haber sido débil ante el candidato republicano, abiertamente anti mexicano y racista.
Esas críticas son expuestas, ahora abiertamente, incluso por aquellos que lo apoyaron incondicionalmente en su búsqueda de la Presidencia y luego ya como Jefe del Ejecutivo federal.
Uno de los grupos más criticados entonces fue el de las empresas encuestadoras. Para nadie es un secreto que las contradicciones entre los cálculos de esas compañías –contratadas la mayoría por medios de comunicación ligados al PRI– y los resultados finales de la elección de 2012 provocaron una severa desconfianza entre los ciudadanos, el desprestigio e incluso la descalificación de esos ejercicios de consulta por parte de la opinión pública.
El mismo Instituto Nacional Electoral (INE) anunció recientemente que endurecerá la regulación a las empresas de estudios de opinión, tras detectar que en la elección del pasado 5 de junio –donde el PRI perdió cuatro de sus bastiones históricos: Veracruz, Tamaulipas, Quintana Roo y Durango– sólo una encuesta de salida dio resultados cercanos a los oficiales.
El 19 de junio pasado, Marco Antonio Baños, Consejero del INE, planteó que revisarán la metodología de dichas casas, porque sus capacidades de predicción están “absolutamente mermadas, son totalmente ineficaces”.
EPN Y LAS ENCUESTADORAS EN CAMPAÑA
Aquél 17 de diciembre, cuando Peña Nieto se convirtió en el candidato del PRI, aludió el día de sus errores en la FIL. Sin tocarlo directamente dijo que es un hombre que, como todos, a veces olvida cosas, pero usó el recurso para ofrecer sus primeros compromisos de campaña de los que, como se plantea en la cuarta revisión anual de SinEmbargo, apenas ha cumplido un puñado.
“Lo que no se me olvida es la pobreza, la violencia y la desesperanza de México”, dijo el mexiquense en ese su primer discurso como candidato del tricolor.
“Lo que no se me olvida, es el estancamiento económico, el desempleo y falta de oportunidades que se padecen en nuestro país desde hace más de una década. Lo que no se me olvida, es que más de 50 millones de mexicanos viven lamentablemente en pobreza. A mí no se me olvida el dolor de las familias que han perdido a sus seres queridos, por el ataque impune de los criminales”, afirmó EPN.
También aseguró que no se olvidaba del dolor de las familias mexicanas por la violencia ni la necesidad de tener “una auténtica reconciliación nacional”.
Lo que siguió, entonces, fue una especie de “cargada” de la industria de las encuestas y los medios de comunicación donde las publicaban en favor del candidato del PRI, a pesar de mantener una campaña plagada de escándalos por acusaciones de compra de votos, e incluso ignorar efectos como el del 11 de mayo de 2012, cuando EPN fue echado de la Universidad Iberoamericana por los propios alumnos, lo que a su vez generó un movimiento estudiantil en su contra, que alcanzó en su momento carácter nacional.
El día de la elección, el domingo 1 de julio de 2012, todas las encuestas de salida –reveladas después de las 18:00 y hasta las 21:00 horas– daban un amplio margen al triunfo del priista, mayor incluso al de la última fotografía que tomaron esas casas de medición de preferencias en días previos.
En las últimas encuestas de ese proceso electoral levantadas por GEA-ISA (27 de junio), Consulta Mitofsky (24 de junio), Buendía y Laredo (24 de junio) y Parametría (23 de junio), los porcentajes para Enrique Peña Nieto fueron cercanos a la votación del 1 de julio: eran del 39.5 por ciento, 38.4 por ciento, 41.2 por ciento y 35.5 por ciento, respectivamente, que fueron razonablemente similares al 38.3 por ciento con el que finalmente ganó la elección el candidato del PRI.
Pero en los minutos posteriores al cierre de casillas los resultados de esas encuestadoras publicados por los medios de comunicación eran muy diferentes y le daban el triunfo al priista Peña Nieto por un margen mucho mayor y queda la impresión de haber arrasado: 46.9 por ciento, en la de Milenio y GEA-ISA; 44.5 por ciento, en la de Radio Fórmula y Consulta Mitofsky; 45 por ciento en la de El Universal y Buendía–Laredo, y 43.9 por ciento en la de El Sol de México y Parametría.
Por el contrario, las encuestadoras minimizaron las preferencias electorales del candidato Andrés Manuel López Obrador, el competidor más cercano a EPN. Esas encuestas de salida le dieron al tabasqueño los siguientes resultados: GEA-ISA reportó una preferencia del 24.1 por ciento; Consulta Mitofsky, 25.4 por ciento; Buendía–Laredo, 23.8 por ciento, y Parametría, 23.3 por ciento.
Al final, los resultados de la elección fueron 38.31 por ciento para Peña Nieto, 31.59 por ciento para López Obrador, 25.41 por ciento para Josefina Vázquez Mota y 2.29 por ciento para Gabriel Quadri de la Torre.
En ese momento, el padrón electoral tenía 79 millones 454 mil 802 mexicanos inscritos. A las urnas acudieron 50 millones 323 mil 153; esto es, que por Peña Nieto votaron 19 millones 278 mil 799 ciudadanos.
LA MEDICIÓN DEL PRESIDENTE
En este contexto, el Presidente Enrique Peña Nieto inició su sexenio con una aprobación superior al 50 por ciento, nunca llegó al 60 por ciento y sí, en cambio, inició un declive que, a poco más de 27 meses de terminar su sexenio, aún no termina.
El 11 de agosto pasado, el periódico Reforma publicó su más reciente encuesta de aceptación a la gestión Primer Mandatario: sólo 23 por ciento de los ciudadanos aprueban su trabajo, mientras que el 74 por ciento lo desaprueba, lo que significó el peor en la historia desde 1995, cuando se inició este ejercicio de medición al final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari y al inicio del de Ernesto Zedillo Ponce de León.
Pero entre los líderes de opinión, la aprobación fue aún menor: sólo 18 por ciento de los consultados consideran que EPN ha realizado un buen trabajo, mientras que 82 por ciento lo reprueban.
La encuesta, aclaró el diario, fue realizada del 4 al 7 de agosto pasado. Y entre el 7 de agosto y este 2 de septiembre, el Presidente ha acumulado más escándalos, incluidos los dos departamentos de lujo en Miami, Florida, que se le acreditan a Angélica Rivera Hurtado, su esposa, y ahora el escándalo y el rechazo generalizado al Presidente por la invitación del candidato republicano Donald Trump a Los Pinos, luego de que el magnate neoyorquino se la ha pasado meses insultando a los mexicanos y amenazando con un muro en la frontera que, dice, México tendrá que pagar.
En diciembre de 2012, Consulta Mitofsky –una empresa que desde hace tiempo trabaja con Televisa y es vista por la opinión pública como simpatizante del poder– reportó que el mexiquense gozaba de 54 por ciento de aprobación y 35 por ciento de desaprobación entre los mexicanos.
El 19 de agosto pasado, El Economista y Mitofsky publicaron su más reciente encuesta: 65 por ciento de los mexicanos reprueba el trabajo del Primer Mandatario y 29 por ciento lo avala.
Y ayer, en entrevista con el diario Noroeste, Roy Campos, director de Mitofsky, respondió a la pregunta de si Enrique Peña Nieto puede “levantar” en lo que resta de su sexenio. La respuesta fue “no”.
Mitofsky y Campos han trabajado durante años como encuestadores de Televisa. Fueron fuertemente exhibidos después de 2012 por dar enormes ventajas a Peña Nieto. Las cifras de la autoridad desmintieron sus cifras, difundidas ampliamente en el noticiero más importante de la televisión mexicana, el que conducía en ese momento Joaquín López-Dóriga.
“No hay nada, nada, se han deteriorado todas las variables. El prestigio internacional. Ninguna variable que digas ‘por ahí puede venir la recuperación’. Hace años lo salvaban las reformas, algo. Hoy no hay ninguna variable, que diga ‘el ciudadano empieza a ver algo bueno’. Mal no basta, y no se ve en un futuro próximo que esto vaya a mejorar”, le dijo al periodista José Alfredo Beltrán.
–¿Va a levantar Enrique Peña Nieto? –le preguntó Noroeste.
–Yo creo que no. Y si levanta [la aprobación a su gestión] va a ser muy marginal.