Jorge Zepeda Patterson
28/08/2016 - 9:03 am
Cambios en gabinete
El mayor pecado sería perder la presidencia a manos de un partido de oposición, ha dicho Enrique Peña Nieto, entre sus amigos. Yo añadiría que además de un pecado político, sería también un suicidio. Tal como están las cosas, la próxima campaña presidencial se centrará en temas de corrupción y los candidatos tendrán que hacer […]
El mayor pecado sería perder la presidencia a manos de un partido de oposición, ha dicho Enrique Peña Nieto, entre sus amigos. Yo añadiría que además de un pecado político, sería también un suicidio. Tal como están las cosas, la próxima campaña presidencial se centrará en temas de corrupción y los candidatos tendrán que hacer promesas de toda índole para combatirla. El que gane estará obligado a adoptar medidas más o menos llamativas al arranque del sexenio y, desde luego, la más espectacular sería emprenderla en contra de su antecesor. En caso de que triunfara un candidato “hostil” (usted puedo imaginarse el nombre), las posibilidades de que Peña Nieto sea llevado ante tribunales son altísimas.
No es de extrañar que la principal preocupación de Los Pinos en este momento sea la de construir un candidato priista con posibilidades de retener el poder en 2018. Más fácil decirlo que hacerlo. Particularmente porque sólo quedan18 meses antes de que arranquen las campañas y no hay ninguna figura capaz de enfrentarse a los probables y muy posicionados abanderados de la oposición: Andrés Manuel López Obrador y Margarita Zavala (por el PAN o por la libre). Incluso Miguel Ángel Mancera, gobernador de la Ciudad de México, o Ricardo Anaya, dirigente del PAN, tienen mejores que calificaciones entre la opinión pública que los hombres del presidente.
Hasta cierto punto este desdibujamiento de los priistas es natural. El poder desgasta. En las últimas tres elecciones no ha podido ganar ningún miembro del gabinete anterior: lo intentaron y fracasaron Francisco Labastida, Santiago Creel y Ernesto Cordero. Y si al desgaste del poder añadimos los escándalos y los bajos niveles de aprobación que caracterizan a esta administración, habría que concluir que los candidatos de Peña Nieto lo tienen difícil.
Pero me parece que hay también un diseño fallido desde el arranque del sexenio en materia de sucesión. Las dos principales cartas del presidente, Osorio Chong y Luis Videgaray, se convirtieron en los polos de poder a lo largo de estos años desde Gobernación y Hacienda, respectivamente. Justo las dos posiciones más desgastantes de cara a la opinión pública.
Hace varias décadas que un secretario de Gobierno no comienza y termina el sexenio. Se han convertido en fusibles de recambio frente a alguna crisis de seguridad o gobernabilidad. En ocasiones hacen las veces de policía duro, para que el presidente pueda fungir como el policía magnánimo. No será fácil para Osorio Chong saltar desde Bucareli a una candidatura que pretenda popularidad y éxito. No cuando la inseguridad y las muestras de ingobernabilidad en bolsones del territorio constituyen el pan cotidiano.
Las cosas tampoco pintan bien para Videgaray. Hacienda ha sido más Dolores que Lolita en estos años de vacas medio flacas. La reforma fiscal y el recorte del gasto hacen del secretario una figura impopular, y ciertamente su falta de carisma no es algo que ayude a contrarrestarlo.
En los últimos días se han desatado rumores de cambios en el gabinete de cara a un relanzamiento de los probables candidatos. Los rumores hacen a Osorio y a Videgaray el centro de estos enroques. El de Gobernación, se dice, pasaría a Sedesol para ofrecerle una plataforma más amable de operación política, mientras que Videgaray se concentraría en la operación del Edomex. José Antonio Meade sería el encargado de cubrir el hueco en Hacienda, lo cual en la práctica lo retiraría de la contienda, pues el responsable de los dineros no puede ser cambiado otra vez un año más tarde para lanzarlo a una campaña.
Son meros rumores, pero ponen de manifiesto dos prioridades de Peña Nieto. Por un lado asegurar el Edomex a cualquier costo. Perder en su propio terruño constituiría la antesala de una derrota nacional, no sólo por una cuestión de imagen sino también de recursos (tampoco cuentan con Veracruz o con Tabasco, otrora cajas sin fondo para las campañas). Además, la posibilidad de que Eruviel Ávila, el actual Gobernador en Toluca, fuese derrotado diluiría por completo la posibilidad de convertirlo en un candidato de emergencia en caso de que no cuaje ningún miembro del gabinete.
Y la segunda prioridad del mandatario es, como ya se ha dicho, colocar a uno de sus hombres de confianza en la boleta presidencial. Y en ese sentido, Osorio sigue siendo su mejor opción pese a todo (encuestas dixit), particularmente ahora que el experimento Aurelio Nuño ha resultado fallido, tras su desafortunada operación de la reforma educativa. José Antonio Meade, desde la Sedesol, se ha granjeado el apoyo de los empresarios, pero aun no ingresa al primer círculo del presidente.
En los próximos días sabremos si Peña Nieto destapa sus cartas y se decide apostar por un candidato removiendo al gabinete o sigue deshojando la margarita (Zavala, dicen algunos) esperando algún milagro que lo salve de un probable y ominoso futuro.
@jorgezepedap
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