El hecho de que el máximo evento deportivo de la humanidad, los Juegos Olímpicos, sea patrocinado por dos corporaciones transnacionales con una amplia responsabilidad en el deterioro mundial de los hábitos alimentarios y en la epidemia global de sobrepeso, obesidad y diabetes, es una expresión profunda de la crisis civilizatoria que vivimos.
Como señala Tim Lobstein, Director Político de la Federación Mundial de Obesidad: “La obesidad infantil está creciendo rápidamente en las economías en desarrollo y lo que menos necesitan los niños es la inducción al consumo de más comida chatarra. Los Juegos Olímpicos deberían ser una guía para el progreso humano, no un lugar donde la mala nutrición recibe un halo de oro”.
¿Cómo es que estas corporaciones de las bebidas azucaradas y la comida chatarra llegaron a tener el poder económico y político para apoderarse de los Juegos Olímpicos y llevar su publicidad a todos los rincones del planeta?
Los Juegos Olímpicos han sido señalados como el gran Carnaval de la Chatarra, como el mayor escaparate de publicidad para Coca Cola y McDonalds. Para McDonalds será su décimo juego olímpico en que tiene el patrocinio, utilizando este evento deportivo para lanzar su publicidad a todo el orbe y contar con el restaurant oficial de la competición. Por su parte, Coca Cola mantiene los acuerdos más duraderos de una corporación con el Comité Olímpico Internacional (COI), desde 1938 en los juegos olímpicos realizados en Amsterdam hasta nuestros días.
El Carnaval de la Chatarra vincula estos productos con los eventos atléticos, con los deportes. Las empresas de la comida chatarra y las bebidas azucaradas adquieren un “halo de oro” para persuadir globalmente, fortaleciendo sus estrategias de publicidad, especialmente, hacia los niños y jóvenes. Estos productos se vinculan al alto rendimiento físico, a las hazañas deportivas. El vínculo de estos productos, de su publicidad, de sus patrocinios, al deporte, no sólo induce a un mayor consumo y daños a la salud de los espectadores/consumidores, lo hace con los propios deportistas.
Tras los pasados Juegos Olímpicos de Londres, se dio a conocer un estudio sobre la salud bucal de los deportistas olímpicos, publicado en el British Journal of Sports Medicine. De 302 atletas examinados en Londres, de 25 deportes, 55 por ciento presentaban caries, 45 por ciento erosión dental y 78 por ciento enfermedades en las encías. Una quinta parte de los encuestados declararon que sus problemas de salud bucal habían dañado su entrenamiento y desempeño.
Los deportistas eran un reflejo del efecto del cambio de las dietas ocurrido a escala global por el consumo de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas. Si eso estaba ocurriendo entre los atletas, qué estaba pasando entre los niños en las comunidades pobres que recibían el bombardeo de publicidad de estos productos y que vivían en zonas llamadas “desiertos alimenticios”, es decir, zonas sin acceso a alimentos frescos, invadidas de tiendas de barrio con comida chatarra.
El Dr. Ian Needleman, director del International Centre for Evidence Based Oral Health y coordinador del estudio de los atletas, señaló la principal razón de su situación bucal: “El consumo de grandes cantidades de carbohidratos de manera regular, incluyendo bebidas azucaradas, estaba dañando sus dientes”.
La publicación reportó que 41 por ciento de los atletas presentaba daños irreversibles en las piezas dentales y 15 por ciento mostraba periodontitis, que es una inflamación e infección de los ligamentos y huesos que sirven de soporte a los dientes. La periodontitis es la causa principal de pérdida de piezas dentales en los adultos. Un estudio más reciente entre futbolistas ingleses encontró resultados similares: un mayor daño en la salud bucal entre estos deportistas que entre la población en general.
No existe conciencia entre la mayoría de los deportistas sobre el daño que significa el consumo habitual de bebidas azucaradas y de altas cantidades de carbohidratos. Los deportistas están sumergidos en un ambiente en el que la presencia y publicidad de estos productos es invasiva. Aunque un gran número de deportistas llevan un control estricto sobre su alimentación, este control se limita, en muchas ocasiones, a regular su consumo de calorías y no a evaluar la calidad del tipo de calorías que están consumiendo.
A partir de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 se desató, por parte de sociedades médicas e instituciones y organizaciones promotoras de la salud pública, una fuerte crítica contra el COI, y también contra la FIFA, por mantener estos acuerdos y brindar este escaparate a las corporaciones de la comida chatarra y las bebidas azucaradas en medio de una epidemia global de obesidad y diabetes. La FIFA también ha sido capturada por el dinero de estas corporaciones: ¿Quién no recuerda a Messi publicitando Pepsi durante la pasada copa mundial de futbol?. Podemos imaginar el bien que haría a la salud pública si estas figuras del deporte promocionaran el consumo de verduras, de frutas, de cereales integrales.
Frente a los juegos de Londres, las sociedades médicas y organizaciones de protección de la salud y de los consumidores fueron muy críticos ante la participación de Coca Cola y McDonalds. En medio de estas críticas destacó la postura de la propia Academia de los Reales Colegios Médicos del Reino Unido, que agrupa a todos los colegios médicos, contra las campañas publicitarias agresivas de estas dos empresas.
El presidente del COI, Jaues Roge, respondió a las críticas sobre el patrocinio de estas empresas acordado hasta el 2020, declarando que había sido “una decisión difícil” por la creciente tasa de obesidad. La colaboración de McDonalds se estimó sería para los olímpicos de Londres de 100 millones de dólares. Las presiones sobre el COI y la FIFA aumentan para que dejen de recibir patrocinio de empresas que producen y comercializan productos no saludables, un contrasentido en estos eventos deportivos y que debe ser responsabilidad de estas organizaciones.
A las poblaciones más jóvenes les parece inverosímil que en los aviones se fumara o que médicos aparecieran en anuncios anunciando marcas de cigarros. En el futuro será igualmente inverosímil creer que los JO eran patrocinados por marcas de bebidas azucaradas y comida chatarra. Son solamente el poder económico y político los que resisten el cambio.
Algunos deportistas comienzan a llamar la atención de sus compañeros sobre esta situación. Recientemente la ex-atleta Denise Lewis, campeona de heptatlon – competencia de atletismo que incluye 7 pruebas diferentes que se realizan en dos días por el mismo atleta- en Sydney, recomendó a sus compañeros de la delegación inglesa mantenerse alejados del restaurante de McDonalds y las bebidas azucaradas en las olimpiadas de Río.
Ante la polémica que ahora se levanta nuevamente con los Juegos Olímpicos en Río se generó una fuerte reacción frente a las declaraciones del director de la Federación de Alimentos y Bebidas (Food and Drink Federation, FDF) en Reino Unido, el cual pareciera desconocer la epidemia de obesidad y diabetes a nivel mundial, asegurando que: “La comercialización de comida chatarra y en concreto la asociada a los Juegos Olímpicos es una preocupación puramente ‘occidental y metropolitana’, y que ‘los países de Asia y América Latina no tienen ningún problema con esto’”.
Las declaraciones indignaron y las respuestas fueron inmediatas. Fabio Gomes, nutricionista de salud pública de Brasil y Asesor Regional de la Organización Mundial de la Salud, declaró: “La declaración de la Food and Drink Federation es una barbaridad. Si estas empresas, efectivamente, actuarán de forma responsable no anunciarían sus productos a los niños, no enviarían a sus payasos con licencia a las escuelas brasileñas para enganchar a los niños con sus marcas y productos, y no promoverían las bebidas azucaradas y productos ricos en alta densidad calórica que no son recomendados por las guías dietéticas basadas en alimentos de Brasil”.
En América Latina se ha desarrollado un fuerte movimiento para enfrentar la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes que se vive en la región a causa del abandono de las dietas tradicionales por la invasión de los productos ultraprocesados y las bebidas azucaradas. Impuestos, regulación de su publicidad, retiro de estos productos de las escuelas, etiquetados de advertencia en los productos, se han establecido en diferentes países, en especial Chile, Ecuador y México, entre otros. La ignorancia de los representantes de la industria en Europa sobre el problema de salud pública y los costos que representa la obesidad y la diabetes en Latinoamérica, y su ignorancia sobre los esfuerzos que se realizan en la región para combatirlas generó fuertes reacciones que aparecieron en algunos de los principales medios en el Reino Unido y se difundieron en medios internacionales.
Los daños de los Juegos Olímpicos por este tipo de publicidad se han sumado a los daños que estos eventos han significado para las finanzas de varias de las naciones sedes. Estos daños en las finanzas se originan en las multimillonarias inversiones que se realizan para las instalaciones olímpicas, como ocurre actualmente en Brasil. Comienza a hablarse de una propuesta alternativa: que las olimpiadas se realicen permanentemente en Atenas y que los recursos obtenidos se destinen a la salud pública. En diversos países puede observarse el abandono en que se encuentran las instalaciones olímpicas. La propuesta sería un impulso para la economía de Grecia que podría restaurar, con una mucho menor inversión, parte de las instalaciones abandonas de los JO realizados en Atenas en 2004.
Como establece Tim Lobstein: “Los Juegos Olímpicos deberían ser una guía para el progreso humano, no un lugar donde la mala nutrición recibe un halo de oro”. Y podemos añadir que los Juegos Olímpicos deben tener un beneficio para el país sede, un beneficio social y ambiental: ser una guía para el progreso humano y no un Carnaval de la Chatarra que genera mayores problemas al país sede.
En este contexto, “Una nueva canción” para quitarle el “halo de oro” a las bebidas azucaradas: