Gerardo Grande
05/08/2016 - 12:00 am
Boxear y escribir tangos
Ciento diez años se cumplen hoy del nacimiento de Cátulo Castillo; el boxeador argentino que también escribió tangos y poemas, aunque también lo podemos definir como el escritor de tangos inmortales y campeón de peso pluma. A los 15 años escribía durante las noches y por las mañanas entrenaba para competir en los Juegos Olímpicos […]
Ciento diez años se cumplen hoy del nacimiento de Cátulo Castillo; el boxeador argentino que también escribió tangos y poemas, aunque también lo podemos definir como el escritor de tangos inmortales y campeón de peso pluma. A los 15 años escribía durante las noches y por las mañanas entrenaba para competir en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam de 1928. Cátulo era una especie de Dr Jekyll & Mr Hyde, cambiaba la actitud furiosa por la de un muchacho tranquilo y enamorado de todas las pibas de Almagro, Boedo y sus alrededores. A los 17 años compuso su primer tango famoso “Organito de la tarde”. ¿Qué componentes misteriosos tienen sus letras y arreglos musicales, que hasta el día de hoy se escuchan y levantan pasiones? Seres alados e invisibles rondan Buenos Aires y a veces su música se oye cuando llueve. Quizá esto venga desde la infancia de nuestro protagonista y por eso contaba: “Mi padre corrió a la casa, me quitó de al lado de mi madre, me sacó los pañales, salió al patio, me puso debajo de la lluvia y exclamó: «¡Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!»” Algún lazo se habrá creado entre las lluvias porteñas y su música. El peatón se ve asaltado por la letra de Tinta Roja en una calle de Boedo. Tinta Roja, uno de los tangos más famosos de Castillo.
“¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se robó mi niñez?
¿En qué rincón, luna mía,
volcás como entonces
tu clara alegría?
Veredas que yo pisé,
malevos que ya no son,
bajo tu cielo de raso
trasnocha un pedazo
de mi corazón.”
A los 20 años, ya alejado de la idea de ser campeón de boxeo en las olimpiadas, dirige su propia orquesta en varias ciudades de Europa. Cátulo deja el boxeo porque el tango le da regalos incomparables desde temprana edad. Así colabora con grandes compositores como Osvaldo Pugliese (a quien hay que mencionarlo pues dicen que da buena suerte). También colabora con Aníbal Troilo, de este dúo saldrá el tango “María” y el inmenso “La última curda” al que pertenece el verso “la vida es una herida absurda” tantas veces parafraseado.
“Lastima bandoneón, mi corazón
Tu ronca maldición maleva
Tu lagrima de ron me lleva
Hacia el hondo bajo fondo
Donde el barro se subleva
Ya sé, no me digas tenes razón
La vida es una herida absurda
Y es todo, todo tan fugaz
Que es una curda, nada más
Mi confesión.”
En el 1955 con Perón derrocado la suerte cambia para el poeta y boxeador, pues tiene que abandonar su profesión de escritor y su nombre aparece en las listas negras de Lonardi y Aramburu. Varios años de silencio y de boxear solo con su sombra, fueron los que le tocaron a Cátulo Castillo, hasta que en la década del 60 comenzó a escribir guiones para radio y publica su novela “Amalio Reyes, un hombre”.
Castillo murió en su casa de Boedo en 1975. Un artista que creó durante buena parte del siglo pasado y que hoy su obra sigue vigente, en verdad. Es un hecho que para las nuevas generaciones el tango puede parecer aburrido; pero supongo que el tango no entiende de generaciones. Sus letras siempre buscan a los apasionados por vivir y vivir.
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