Parafraseando a Tolstoi, el secreto de la felicidad no es fotografiar siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se fotografía. Y es que la fotografía no es un fin en sí mismo, es tan sólo el medio que me permite ir de una experiencia a otra, de un encuentro conmigo a otro.
Por Alejandra Guerrero Esperón
Ciudad de México, 6 de agosto (SinEmbargo).-Hace diez años, un fotógrafo trashumante, de ésos que han trazado una trayectoria de instantes únicos en las más diversas latitudes, coleccionista de momentos capturados oportunamente por el disparo de su cámara y atento observador de los senderos formados por sus pares, decidió emprender un nuevo viaje: Luz Portátil.
Surgió así en 2006, bajo la coordinación de Pedro Tzontémoc, una singular colección de libros con la fotografía como protagonista. La creación de un ensayo fotográfico personal, experiencia vital contenida en una secuencia de imágenes, era el pretexto perfecto para convocar a su compañera ideal, la literatura.
Antes de esta aventura, Pedro Tzontémoc publicó en 1995 su seguimiento de las huellas de Antonin Artaud en la Sierra Tarahumara. El bello libro Tiempo suspendido tenía presentaciones de dos sabios y grandes conocedores de Artaud: Luis Mario Schneider y Louis Panabière.
Publicó mucho en revistas y viajó sin cesar. Nunca dejó de experimentar en los nuevos medios electrónicos sin eludir la experiencia vital, más bien buscándola. Sus apuntes de viaje por Medio Oriente aparecieron en una edición en forma de pasaporte y con ese nombre cruzó varias fronteras el libro editado en 2004. Dos años después, inmerso en la cultura popular, publicó Mis XV años, la intimidad colectiva. Y en 2014, en Marsella, publicó sus Notes de Voyage, apuntes de viaje. Ese mismo año, con una edición en gallego y otra en español, dio a conocer en España Identidad en el laberinto de la memoria.
Un libro clave en la obra de Pedro Tzontémoc y la fotografía del continente es LOCURALOCÚRALOCURA, del 2010, publicado en gran formato por Artes de México. El libro es un recorrido del fotógrafo en busca de su salud, basado en la fotografía vivencial que es clave de todo su trabajo. El libro tiene un texto del escritor José Luis Trueba y un extenso y detallado prólogo del historiador de la medicina José Luis Diaz, con el cual entendemos nuestra modernidad y sus ilusiones científicas.
Para vislumbrar el vínculo entre la obra como fotógrafo y como editor en Luz Portátil, es significativa la declaración de principios que Pedro publica en su página personal:
Parafraseando a Tolstoi, el secreto de la felicidad no es fotografiar siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se fotografía. Y es que la fotografía no es un fin en sí mismo, es tan sólo el medio que me permite ir de una experiencia a otra, de un encuentro conmigo mismo a otro. Es por esto que mi fotografía no pretende un compromiso social ni la venta de un producto, tampoco pretende ser objetiva o subjetiva; es decir, no pretende contener una verdad absoluta o manifestar una apreciación visceral e individualista del mundo. En resumen, con mi fotografía no pretendo transformar al mundo, sino que éste me transforme a mí. El acto de fotografiar ha sido mi gran maestro. La fotografía es mi sexto sentido, es decir, también a través de ésta le doy coherencia a la realidad, me la explico. La cámara es tan sólo una herramienta que, a manera de prótesis, agudiza mi atención. La relación ojo-vista-lente como contemplación y dedo-tacto-disparador como acción son el punto de equilibrio de mi percepción del mundo. Cuando fotografío, el acto toma el control y entonces a manera de posesión satánica me convierto en un instrumento.
No me considero un artista, ahora los artistas están más preocupados por vender o aparecer en los periódicos que en buscarse a sí mismos. Los artistas contemporáneos, salvo algunas honrosas excepciones, obran obras. Me considero un simple receptor de experiencias diversas, ando por el mundo exponiéndome a ellas, involucrándome intensamente, estableciendo una relación amorosa-pasional con cada una de éstas para consumirlas y que, a la hora de mi muerte, tan sólo me arrepienta de lo que no he hecho. La fotografía es el medio para lograrlo. Como resumen, recuerdo a Kati Horna, con quien tuve el privilegio de compartir largas pláticas, cuando decía que se hizo fotógrafa porque su verdadera vocación era ser vagabunda, ésa fue su mejor enseñanza.
El viaje de Pedro con Luz portátil ha llegado a treinta destinos y a la promesa de varios más. Los lenguajes paralelos (fotografía y literatura) han transitado por paisajes naturales o construidos por la imaginación y el artificio; por ámbitos rurales y urbanos, privados o públicos. Colección de hallazgos, miradas, curiosidades, humorismos que buscan mirar a los otros, mirarse a sí mismo, mirar cómo se mira. Ejercicios de reflexión, de crítica, registro de lo singular, lo fugaz, lo efímero, inclusive de lo ausente que desemboca en conversaciones inesperadas, confluencias, empatías: cuento, poesía, ensayo, haiku.
Viajar sin un itinerario fijo ha propiciado hallazgos invaluables que han sido recogidos en las páginas de estos treinta libros:
Lugares prometidos Gabriel Figueroa + Alberto Ruy Sánchez
El ser y la nada Pedro Tzontémoc + David Huerta
Hojas sueltas Adrián Mendieta + David Martín del Campo
Mar Urbe Jorge Lépez Vela + Óscar de la Borbolla
El bosque erotizado Alicia Ahumada + Alberto Ruy Sánchez
Cielo y tierra Jorge Vértiz + Alberto Blanco / Elsa Cross
El campo del dolor Lorenzo Armendáriz + Neyra Alvarado
De cuerpo presente Gerardo Montiel Klint + Salvador Alanís
El color del tiempo Pablo Aguinaco + Rafael Vargas
Rituales Cristina Kahlo + Verónica Murguía
Laberintos caligráficos Maritza López + Naief Yehya
Locales Gala Narezo + Elena Poniatowska
A través del cristal Yolanda Andrade + Elizabeth Ferrer
Cartografías Tatiana Parcero + José Luis Trueba
Todo ángel es terrible José Antonio Martínez + Ethel Krauze
Lo que el mar me dejó Lourdes Almeida + Sealtiel Alatriste
Historias en la piel Federico Gama + Élmer Mendoza
Realidades y deseos Susana Casarin + Arnoldo Kraus
El mundo increíble Dominic Simmons + Mario Bellatin
El silencio es nuestro Francisco Kochen + Lydia Cacho
El silencio luminoso Yamina del Real + Sandra Lorenzano
El espacio de pronto es escenario Aurelio Asiain
Arqueología urbana Ernesto Ramírez + Fabrizio Mejía Madrid
Diario del mar Nicola Lorusso + Marco Perilli
Ciudad prohibida Ulises Castellanos + Edgardo Bermejo
Traspasos Antonio Zirión + Verónica Gerber Bicecci
Siete dioptrías Nirvana Paz + Bernard Plossu / Nuria Gómez Benet.
Oráculo Silvia Andrade + Arturo González Cosío
Recámaras con vista Eric Scibor-Rylski + José Luis Trueba Lara
El medio terrestre Ilán Rabchinskey + Mario Bellatín
Además de coordinar la colección, en ella Tzontémoc es autor de El ser y la nada, donde la constante es la presencia humana en espacios inmensos, seres en soledad, en compañía, en relación con los otros, con el entorno, pero también consigo mismos y su espacio interior. Su libro es una metáfora de lo que ha propiciado con su emprendimiento: que los otros enfrenten sus propios seres con la nada, el espacio blanco que invita a la creación. Con la exposición en el Museo Archivo de la Fotografía, se celebra una década de diálogo y creación compartida.
EL DISEÑO DE LUZ PORTÁTIL
Uno más de los atributos de la colección, es su diseño, autoría de Pedro. La colección de portadas forma un mosaico rico y diverso que bien podría atesorarse a manera de postales de viaje. Son libros de sesenta páginas en formato cuadrado (22 x 22 cms) que albergan con éxito fotografías de distintas proporciones, en disposición tanto horizontal como vertical, en ocasiones a doble página, que permiten el pleno disfrute de sus detalles.
Al ser de un formato mediano, puede ser portable sin mayor esfuerzo, lo que permite su lectura y disfrute en diversos ámbitos, una cualidad poco común en los libros fotográficos, que suelen ser de gran formato. El papel satinado de alta blancura permite que las fotografías sean impresas con gran calidad y les otorga un marco ideal a las imágenes.
La impresión de cada título es cuidada a pie de máquina por cada fotógrafo, esto quiere decir que el resultado final en la impresión de cada libro es supervisado por sus autores, como si se tratara de sus propias ampliaciones en el cuarto oscuro o en el laboratorio fotográfico.
Dos fuentes tipográficas están presentes en Luz Portátil: Slimbach, diseñada por Robert Slimbach, con una fuerte personalidad humanista que da identidad a la colección, y Officina Sans, diseñada por Erik Spiekerman y Ole Schäfer, fuente con un estilo neutro, presente en el cuerpo del texto; ambas conviven en armonía a lo largo de las sobrias páginas.
Disponible en librerías y en esta página.
Una sección curada por Artes de México para SinEmbargo