Jesús Robles Maloof
28/07/2016 - 9:20 am
Un año sin Nadia
A un año del multihomicidio de la Narvarte, en que perdimos a Milé Virgina Martín, Alejandra Negrete, Yesenia Quiroz, a mi querida Nadia Vera y a Rubén Espinosa, desde Veracruz la frase de Alicia Blanco estremece por su cruda verdad que interpela nuestra visión de futuro: Jodidos estamos.
“Jodidos nosotros que seguimos en este infierno”.
Alicia Blanco, periodista pareja de Pedro Tamayo, periodista asesinado en Veracruz.
A un año del multihomicidio de la Narvarte, en que perdimos a Milé Virgina Martín, Alejandra Negrete, Yesenia Quiroz, a mi querida Nadia Vera y a Rubén Espinosa, desde Veracruz la frase de Alicia Blanco estremece por su cruda verdad que interpela nuestra visión de futuro: Jodidos estamos.
Suelen preguntarme ¿qué impacto tienen estos asesinatos entre quienes se dedican al periodismo o a la defensa de los derechos humanos? ¿Hasta cuándo se detendrá esta violencia? ¿Hemos visto lo peor? ¿Nos hemos acostumbrado? Sin mucha claridad trato de responder que al menos para mí, cada caso duele intensamente e indigna de igual forma. Tenemos una herida como la descrita por Tita Radilla aquella que sin verdad, ni justicia permanece abierta.
Hace siete años escribía que Asesinados, Perseguidos y Amenazados parecían ser los nuevos apellidos de los defensores de derechos humanos, impuestos desde el Gobierno al desatar la violencia. Como para muchos, mexicanos las pérdidas en mi caso han sido personales. Me arrebataron a amigos y compañeras: Quetzalcoátl Leija, Marisela Escobedo, Nepomuceno Moreno y Nadia Vera, que al haber compartido con ellos tiempos y momentos de vida, su muerte me cambió para siempre.
Escucho la palabra infierno y pienso en el séptimo círculo y sus tres anillos descritos por Dante en La Divina Comedia. Ahí se encuentran quienes permiten que la violencia sea su fin y su medio. Los suicidas, los sodomitas y los usureros. Sometidos a crueles castigos son despojados de su piel y sus cuerpos, condenados eternamente a ser mordidos y picoteados por bestias salvajes. Siendo este el penúltimo círculo, sólo le sigue el octavo ocupan los fraudulentos, entre los cuales Alighieri coloca a los políticos corruptos.
Pero para entender lo que aquí sucede ni los referentes clásicos ayudan. El infierno mexicano del que habla Alicia es quizá una extraña rotación de la dantesca narrativa. En este país no son castigados los perpetradores sino sus víctimas. Con excepciones ellos no viven en el infierno, sino en un mundo paralelo que la impunidad permite y al desafiar la física “se caen pa’ arriba”. Quienes nos oponemos a la violencia hemos sido sentenciados a castigos que emulan el picotazo de una harpía, una y otra vez cuando que nos arrancan a un colega o cuando silencian a quienes informan.
A eso uno nunca se acostumbra. Duele y sigue doliendo. Aquí las leyes de la física y la razón se invierten, como cuando el hijo de Pedro Tamayo, a una cuadra de distancia de los asesinos de su padre, fue bloqueado por dos patrullas de la policía interrumpiendo su paso y permitiendo la huída de los sicarios.
Otra pregunta recurrente es ¿por qué asesinan a periodistas y defensores? A la respuesta anticipo dos afirmaciones: que no somos los únicos objetivos de la violencia, y en México se asesina en la medida que ello no se castiga; y segundo, que periodistas y defensores de derechos humanos no somos héroes ni merecemos un trato privilegiado a otras personas que sufren violencia. Pero como sociedad debemos entender la importancia de esa labor si queremos algún día construir un país diferente, fundado en la verdad antítesis de la impunidad. En la medida que el fraude y la corrupción proliferan entre la clase política, los periodistas y defensores son obstáculos y por lo tanto objetivos.
Así el buscar y reportar información sobre el enriquecimiento ilícito de políticos, sobre el manejo del presupuesto público o sobre la fusión entre la clase gobernante y el crimen organizado, significa entrar a un campo de batalla en donde por un lado el periodista tiene una cámara o una libreta y los políticos las armas de fuego y las voluntades compradas con dinero sucio y el tráfico de relaciones.
En el caso de las mujeres y hombres que defienden los derechos humanos como el territorio propio, por poner un ejemplo, esto les convierte en obstáculo entre gobernantes y los jugosos recursos que fluyen de todo el mundo desde que México se puso en venta.
Una pregunta más del listado de cuestionamientos asociados a las tragedias es ¿qué hacer entonces? Creo que estamos en una pesadilla y dado que la lógica no impera, el despertar de ella no mejorará nuestra condición. Entraremos a otra en la que nos cuestionarán qué hacíamos mientras nuestro país se desangraba. Por ello hay motivos suficientes para seguir luchando y existen temas más concretos que entre todos debemos discutir.
1. No esperar que la realidad cambie por obra divina o que perpetradores se arrepientan. Así cada acto de memoria, cada búsqueda de justicia, e incluso cada juicio y cada sentencia aunque sean improbables, son fundamentales. Como lo describe la mamá de Nadia, no esperar que sea el Estado que haga justicia, construirla es una tarea nuestra.
2. No pedir protección y seguridad de quienes se benefician de la situación. Los casos de Rubén y Pedro son ejemplos del fracaso de esta aspiración. Solo nos tenemos a nosotros, los cuidados y la protección empiezan por nuestras prácticas y por acompañarnos de nuestras comunidades de sentido. La tarea de discutir la seguridad y los planes de protección desde lo digital a lo físico crean un entorno más realista para enfrentar nuestra tarea, lo que no significa que estratégicamente usemos las disfuncionales instituciones.
3. No olvidar. Parece tan sencillo e impotente pero es pieza clave contra el rompecabezas que arman todos los días desde el poder. Como escribí la semana pasada, instaurar el olvido requiere muchísima actividad del Estado. De nuestra parte la tarea es contar la verdad aunque parezca simple, resulta poderosa.
Pero aún si hacemos bien lo anterior, los corruptos gozarán de buena salud ejerciendo la violencia de Estado contra las personas. Así una cuarta tarea sería quitarlos de ahí. Del poder que creado para beneficio común, se usa como bien particular.
El día que supe que Nadia estaba entre quienes fueron asesinadas en la Narvarte, corrí a leer unos mensajes que me había enviado semanas atrás. Revisando vi varias de sus publicaciones que me conmovieron, porque entre otras cosas, luchaba por una relación no violenta con los animales y en este país eso no es displicencia, es humanidad. Por Nadia, por ellas y ellos hay que seguir.
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