La antigua capital de los incas guarda numerosos tesoros de sus primeros dueños. Templos, calles, restos de antiguos palacios y miles de objetos guardaos en museos nos llevan al viejo Q’osco.
Por Viajar Ahora
Ciudad de México, 22 de julio (SinEmbargo/ElDiario.es).– Los hábiles ingenieros y urbanistas que dieron forma a la ciudad del Cuzco dejaron muy pocas cosas al azar. La capital del antiguo imperio inca fue construida como centro político y ceremonial de un estado sumamente organizado por lo que ni el trazado de las calles, ni la situación ni, mucho menos, la forma de la ciudad fueron cosa de la fortuna. Así, no es de extrañar que a la llegada de los españoles, acostumbrados al caos de las viejas ciudades medievales europeas, las crónicas alabaran la pericia de los constructores locales.
Nada al azar, decíamos. La capital se construyó como centro físico del imperio y, a la vez, parte del todo. Algo que queda de manifiesto con la situación de las fronteras de las cuatro regiones en el centro de la ciudad. Capital y, a la vez, parte de cada una de las provincias. El Inca Pachacutec, fundador del imperio incaico, quiso que su corte fuera, ante todo, un reflejo simbólico de su poder, razón por la que el trazado de calles, templos, palacios y fortalezas se hizo simulando la silueta de un puma. Sí, un puma.
El Haucaypata (plaza del llanto) ocupaba el centro simbólico de la ciudad. Justo bajo el vientre del puma y guardada por las patas traseras y delanteras de la bestia. Era aquel un lugar destinado a grandes ceremonias públicas y fiestas. En este lugar se levantaban importantes edificios públicos y administrativos, incluyendo al mismísimo palacio del Inca Huiracocha.
No es de extrañar que los españoles convirtieran el lugar en la Plaza de Armas de la ciudad tras la conquista y que sobre los cimientos de la residencia real se construyera la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, principal templo de la ciudad y símbolo supremo del cambio de roles tras la victoria hispana.
Para reforzar aún más la posición de los nuevos dueños, a apenas unas decenas de metros se levanta la soberbia Iglesia de la Compañía de Jesús y un tanto más allá La Merced y San Francisco, Santa Teresa, san Cristóbal… Pero volvamos al Puma.
Los restos de aquella suntuosa capital se pueden ver por todos lados. En esquinas, en zócalos, en cimientos, en paredes tan hermosas como la que se levanta en el callejón de Hatunrumiyoc donde encajada como por arte de magia se encuentra la célebre Piedra de los Doce Ángulos, muestra magistral de la pericia constructora de los incas; o en el Pasaje de Loreto, donde las hileras de piedra son tan perfectas que no parecen de verdad.
Es esta una ciudad proclive al hallazgo casual; como las estructuras que salieron a la luz en el subsuelo de la Calle Mantas dejando al descubierto un laberíntico sistema de muros y escaleras que causan asombro. El enorme puma guarda miles de detalles de sus antiguos moradores. Basta con mirar dinteles, puertas, muros, esquineros; pero aún así es difícil imaginarse la ciudad sin sus añadidos hispanos.
El Qoricancha es uno de esos escasos lugares donde, debajo de los ropajes coloniales, aparece la antigua capital de los incas surge la vieja ciudad. Uno de los pocos lugares donde es posible cerrar los ojos e imaginar cómo fue. Para ello hay que eliminar con la mente la rotundidad barroca del Monasterio de Santo Domingo. Despojar el lugar de torres, claustros y celdas y ver cómo los antiguos templos del sol y de las estrellas vuelven a estar bajo los cielos limpios andinos.
Entonces veremos el sistema de andenes y patios que formaban el templo dedicado al sol, máxima autoridad del panteón incaico. De aquella época sobreviven los impresionantes muros que soportan la iglesia cristiana y los antiguos recintos sagrados del complejo, que cuentan con las más hermosas muestras de muros incaicos de la ciudad. En el subsulelo (Entrada desde Avenida El Sol) hay un pequeño museo arqueológico que completa la visita. Desde aquí partían los cuatro caminos que conducían a cada una de las provincias del imperio.
Muy cerca del Qoricancha se encuentra el Kusicancha, antiguo complejo de palacios y templos que, según la tradición local, fue la casa natal y residencia del Inca Pachacutec. El lugar también es conocido como "la casa de las momias" ya que aquí se encontraron doce fardos funerarios intactos con ricos ajuares. También en pleno centro histórico de la ciudad se localiza el Museo de Arte Precolombino que ocupa un precioso palacio de la época virreinal que, como casi todo en esta ciudad, hunde sus cimientos en la época anterior a la llegada de Francisco Pizarro. El museo hace un recorrido por las diferentes culturas precolombinas del país incluida, por supuesto, la incaica.
Otro centro que atesora un buen puñado de restos de la civilización incaica (incluidas varias momias de importantes personajes de la sociedad originaria) es el Museo Histórico Regional que ocupa una preciosa casa colonial del siglo XVI que fue, además, residencia del célebre literato Garcilaso de la Vega.
Siguiendo la Avenida del Sol y la Avenida de San Martín se levanta la Torre de Pachacutec coronada por una gigantesca estatua del mítico noveno inca. A parte de ser un estupendo mirador sobre la ciudad, la torre cuenta con un magnífico recorrido audiovisual que explica la génesis y la evolución del estado inca desde sus orígenes hasta la llegada de los conquistadores españoles. Aunque en este lugar no hay ningún objeto de la época, es el mejor recurso cultural para conocer de manera accesible y rigurosa, a los hombres y mujeres que construyeron la ciudad.
LA CABEZA DEL PUMA
La calle Pumacurco termina en unas empinadas escaleras que buscan las alturas de la ciudad. En pocos metros, los tejados de la vieja Cuzco quedan a nuestros pies mostrándonos un paisaje urbano dominado por las torres de las iglesias. Cruzando la carretera, el camino pica aún más hacia arriba. Cuesta llegar, pero la visión de los muros incas formados por piedras de cientos de toneladas de peso anima al viajero a hacer el esfuerzo. Subir hasta acá caminando merece la pena.
Los españoles confundieron Sacsayhuaman con una fortaleza. La perfección y grandiosidad de los muros recuerdan a los grandes castillos europeos, pero este lugar mágico tenía función religiosa. Conocida por los naturales como "Casa Real del Sol" Sacsayhuaman era un enorme adoratorio y observatorio astronómico en el que, además, se realizaban importantes ceremonias de carácter religioso.
A apenas unos centenares de metros de este imponente conjunto monumental se encuentra el Q’uenco, uno de los numerosos adoratorios dedicados a los cuerpos celestes que se reparten por los alrededores de la capital cuzqueña. El "laberinto" (q’uenco en idioma quechua) se construyó bajo una enorme roca a través de complicados túneles, acequias y canales.
Otro lugar que bien merece la pena, pese a estar un poco apartado, es el Puca Pucara -o Puka Pukara-, o fortaleza roja, antigua fortificación militar formada por un complejo sistema de andenes, terrazas y construcciones, que guardaba el camino de acceso al cercano Valle Sagrado.
Boleto turístico de Cuzco: La mejor forma de visitar los principales monumentos y sitios arqueológicos de Cuzco y sus alrededores (incluido el Valle Sagrado) es adquirir el Boleto Turístico que permite la entrada a los siguientes lugares: Museo Histórico Regional; Museo de Arte contemporáneo; Museo de Arte Popular; Museo de Sitio de Qorikancha; Centro Qosqo de Arte Nativo; Monumento al Inca Pachacutec; Sacsayhuaman; Q’enqo; PucaPucara; Tambomachay; Pisac; Ollantaytambo; Chinchero; Moray; Tipon; Piquillacta. Esta entrada se adquiere en las galerías turísticas de Counter Central y en la Oficina de Información Turística de DIRCETUR.
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