La muerte de Arturo, un oso polar que permaneció durante 23 años en cautiverio en un zoológico de Argentina, abrió polémica respecto a las condiciones del hábitat que lo rodearon. El que fuera conocido como “el oso más triste del mundo” nunca conoció la tundra, ni las auroras boreales. No pudo correr, ni nadar, ni cazar, como hacen los osos de su especie. Durante su largo encierro, soportó con dignidad el calor, el Zonda, los barrotes y el cemento de un espacio reducido, soportó la soledad y la inmovilización a la que fue condenado desde su nacimiento.
Ciudad de México, 10 de julio (SinEmbargo/GlobalVoices).- En el zoológico de Mendoza, en Argentina, tras una larga agonía y 23 años en cautiverio, muere Arturo, el oso polar de 31 años que se transformó en el ícono de la lucha por los derechos de los animales.
Desde el verano del año 2014, se vieron intensas protestas en el zoológico que exigían medidas para el correcto cuidado de Arturo. Sin embargo, una junta médica de especialistas había determinado que no era posible trasladarlo a Canadá por las condiciones en que estaba.
Oikos Red Ambiental, con sede en la provincia de Mendoza, hace un homenaje en su página de Facebook y cuenta cómo y por qué llegó Arturo al zoológico en el año 1993. Además, el grupo hace mención de todo lo que el oso polar tuvo que soportar durante muchos años:
Arturo llegó a Mendoza como objeto de canje entre instituciones. Nunca conoció la tundra, ni las auroras boreales. No pudo correr, ni nadar, ni cazar, como hacen los osos de su especie. Durante su largo encierro, soportó con dignidad el calor, el Zonda, los barrotes y el cemento de un espacio reducido, soportó la soledad y la inmovilización a la que fue condenado desde su nacimiento.
A pesar de esto, existe polémica respecto a las condiciones del hábitat que rodeó al oso. Algunos sostienen que no eran las adecuadas, otros sostienen que sí. Desde Facebook, el grupo Friends of Arturo denuncia cómo se utilizó la imagen del oso para fines políticos y comerciales:
Se preguntaron ¿cuál es el motivo por el que ambientalistas truchos y medios amarillistas niegan las fotos reales en las que se ve a Arturo bien, conectado, jugando, tranquilo y continúan fogoneando con el asunto del “oso más triste del mundo”, y publicando fotos que no tienen que ver con la situación actual? ¿Qué patéticos intereses hay detrás de tal negación y falsedad? ¿Será que se les termina el negocio si la gente lo ve a Arturo cuidado y atendido? ¿Será que el negocio es sembrar odio y bronca en contra del Zoo? ¿Cuánta gente sufre innecesariamente con tales mentiras? ¡Qué repudiable!
Sin embargo, el blog Abriendo Jaulas no solamente destaca las imágenes de Arturo en un ambiente sucio y acabado, sino que toma la ocasión para cuestionar la existencia misma de los zoológicos:
El zoológico de Mendoza se defiende diciendo que murió por su avanzada edad y que se le dio la mejor atención veterinaria, pero ese no es el punto. Claro que iba a morir tarde o temprano, el asunto relevante es cómo vivió. Estas prisiones llamadas zoológicos siguen existiendo porque hay visitantes que aplauden que los animales sean privados de su libertad para exhibirlos ante nuestros ojos egoístas, que sólo piensan pasar un buen rato, tomar un par de fotos y volver a su vida, olvidándose que los animales se quedan para siempre ahí, que su única función fue entretenernos.
La autora del blog agrega también reflexiones sobre la exhibición de animales en cautiverio:
“¿Qué puede aprender alguien cuando ve a uno oso polar solo y enjaulado a 40 grados en verano? Que tenemos el poder de someter y transformar las vidas de los animales a nuestro antojo y disfrazar este hecho de educación y conservación. Aprendemos que los animales están para ser observados cuando queramos y como queramos al precio que sea, que generalmente es su salud mental, su vida”.
Lo cierto, es que Arturo ya no está mas entre nosotros y mediante la etiqueta#OsoArturo se mostraron las expresiones de dolor:
El caso de Arturo ha llevado a la acción a otros ambientalistas. Gabriel Flores, en su página Oso Polar Arturo y Zoo, pone a disposición el libro Prisión Perpetua, en el que cuenta la historia del activismo vivido entre los años 2012 y 2016 para salvar al oso polar.