Jesús Robles Maloof
07/07/2016 - 12:00 am
Rebajas de árboles
Parecería banal escribir sobre la mutilación de dos árboles en un país donde la desaparición de personas, la ejecución extrajudicial, la tortura y la persecución de la disidencia se dirigen contra la sociedad, pero por varias razones, creo que es importante...
El domingo pasado murió mi tío Rodolfo a quien admiraba debido a que, entre otras cosas, fue operario de los hermosos tranvías que en el pasado surcaban este valle de México, cuando, sin contradicción, solía ser “la región más trasparente”. Tras despedirlo en la colonia Roma, caminé apesadumbrado rumbo al metro Sevilla. Al aproximarme a la esquina de avenida Chapultepec y Salamanca, dos imponentes carteleras publicitarias de la empresa Vendor se erguían dominando el panorama. Frente a ellas dos árboles mutilados por la copa, en un triste pero cotidiano espectáculo “No te pierdas las rebajas. El hubiera no existe” se leía en la publicidad de El Palacio de Hierro.
Parecería banal escribir sobre la mutilación de dos árboles en un país donde la desaparición de personas, la ejecución extrajudicial, la tortura y la persecución de la disidencia se dirigen contra la sociedad, pero por varias razones, creo que es importante reflexionar sobre estos actos.
Ya en “La increible historia de la Jacaranda que vivió para contarla” recordaba que en México no existe una cultura de respeto al árbol y menos del árbol urbano. Aprendí de mi querido hermano Dani Gershenson y de su lucha para proteger los árboles urbanos, que tienen un valor histórico y comunitario, nos recuerdan momentos de nuestro pasado y son en muchos casos el centro reunión y convivencia de las comunidades. Tienen un impacto directo en nuestro bienestar físico y emocional, su valor ambiental, aunque demostrado es ignorado, desde la regulación del clima, la producción de oxígeno, la retención de partículas suspendidas, la remoción activa de contaminantes, son pieza clave de en sostenibilidad de la vida, incluida la humana. Un solo árbol absorbe en un día la contaminación que generan 100 autos. Eso es lo que perdimos por una cartelera del Palacio. Cierto, el hubiera no existe.
Por si no fuera suficiente los árboles urbanos son un indicador inigualable de la fortaleza del interés público (de los derechos y las políticas públicas) y su prioridad (o no) sobre los intereses privados. En el caso la Ciudad de México si hacemos la anterior ecuación salimos perdiendo. Como evidencia no solo están los árboles de avenida Chapultepec, basta que ustedes tomen un minuto y vean a cualquier anuncio espectacular en esta ciudad. El interés público no importa en lo más mínimo y se le subordina (o decapita) a la industria de los anuncios espectaculares.
No hablo de un alejado rincón en una población remota de nuestro país. Hablamos de la Ciudad de México, sede de los poderes federales y entidad en pleno proceso constituyente. Me refiero a actos cometidos en una avenida principal en la cual, ante los ojos de todos, una empresa puede mutilar dos árboles para lo cual se requiere una maniobra quizá de horas, sin que ninguna autoridad intervenga. Por el contrario, el domingo y tras 4 minutos que me llevó tomar algunas fotografías, no tardé en ser interrogado por una patrulla, acaso la misma que protegió a cambio de dinero a quienes días previos acabaron con la vida de esos árboles.
Está plenamente documentada la relación nociva entre la industria de publicidad exterior y la clase política, quienes en campaña regalan a candidatos anuncios espectaculares, “favor” que más temprano que tarde cobran como decenas de miles de licencias ilegales para colocar nuevas estructuras y con impunidad garantizada, talar lo que se interponga entre las mismas y las pretendidas audiencias.
Durante la campaña de Miguel Ángel Mancera hacia el gobierno de la ciudad, usó de manera extensiva carteleras irregulares. Incluso agradeció con su “Decidamos Juntos” el resultado de la votación en espectaculares ilegales.
El Gobierno del Distrito Federal podría argumentar en su defensa una lista de medidas, desde la Ley de Publicidad Exterior, padrones de empresas, hasta medidas de clausura y sanciones, pero el dato duro es que pese a la emergencia ambiental, esta ciudad pierde cada año más de 6 mil árboles urbanos para dar paso a la voracidad inmobiliaria y publicitaria. No importando las denuncias formales interpuestas ante la Procuraduría Ambiental (PAOT-17404) y la Red Árbol, las enormes carteleras sobre avenida Chapultepec, siguen ahí, casi sonriendo burlonamente.
La pregunta obligada es si el negocio particular de una empresa como Vendor puede pasar por encima de la ley y del interés de todos nosotros de forma tan abiertamente impune ¿Qué intereses privados anulan nuestros derechos por el contubernio gobierno - industrias que, a diferencia de los espectaculares, no pueden ser observados en el espacio público como en este caso? Que cada quien saque sus conclusiones.
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