El 15 de octubre de 2010, hombres armados vestidos como policías ministeriales entraron al Hospital General de Mazatlán, Sinaloa, para matar a otro paciente. Hoy, la historia se repite.
Por Verenice Peraza y Belizario Reyes
Ciudad de México, 1 de julio (SinEmbargo/Noroeste).- La racha violenta que golpea al sur del estado alcanzó ayer al Hospital General de Mazatlán, a donde un grupo armado entró para asesinar a un lesionado que se había acogido al programa de protección a víctimas del delito, y su mamá y el policía que lo cuidaba fueron lesionados.
Con los disparos, la sicosis se apoderó de las personas que se encontraba en el nosocomio a esa hora.
La víctima fue identificada como Inés Tiburcio “N”, de entre 22 a 25 años, originario de Cosalá, donde la semana pasada resultó herido de bala en un ataque en el que murieron cuatro personas.
De acuerdo con testimonios, fueron cuatro los agresores, quienes no tardaron más de dos minutos en realizar el ataque.
Otros testimonios refieren que los agresores fueron detenidos en un filtro de seguridad, pero sacaron sus armas y continuaron hasta llegar al área de recuperación de cirugías, donde se hallaba Inés Tiburcio. Incluso, en esa área había otros ocho pacientes que convalecían, se informó.
La mamá de Inés Tiburcio, cuando vio entrar a los hombres armados, intentó servir de “escudo”, pero no lo logró y resultó lesionada, establecen testimonios.
Primero atacaron al uniformado, quien no pudo enfrentarlos, y después dispararon sobre la mujer, dijeron investigadores.
“Como vio que ‘tumbaron’ al policía, la señora abrazó al muchacho para protegerlo y resultó con un rozón en un brazo, más que nada ella fue atendida por la impresión”, dijo personal policiaco.
Y mientras los criminales accionaban sus armas, el miedo se apoderó de los derechohabientes del Hospital General, unos alcanzaron a salir, pero otros se quedaron adentro en la sala de consulta general.
SE DESATA EL PÁNICO
Segundos antes del ataque, familiares consolaban o hablaban con sus enfermos. Luego, la histeria se hizo colectiva.
“¡Eran cuatro, llevaban pistolas, no traían cubierta la cara!”, gritó uno de los derechohabientes.
Una trabajadora social que revisaba el caso de otro paciente, en una cama aledaña, fue obligada a tirarse al suelo.
Los sujetos huyeron aventando todo y a todos, saliendo por el acceso principal, por lo que al pasar por el área de consulta general, los usuarios del hospital empezaron a gritar al ver las armas.
En el área de escaleras, los hombres armados aventaron a una mujer y luego corrieron hacia el estacionamiento del nosocomio para darse a la fuga, en la sala A, el llanto y los gritos seguían.
Algunos pacientes con lesiones de gravedad, en un intento por protegerse, se aventaron de las camas sin pensar en las consecuencias, mientras que sus familiares permanecían tirados en el suelo. Una mujer que cuidaba a su esposo en la sala donde falleció el testigo protegido, se desmayó, mientras que médicos pasantes y enfermeras sufrieron crisis nerviosas.
El 80 por ciento del personal abandonó el hospital y todos los accesos fueron cerrados, además de que se impidió, hasta nuevo aviso, el acceso a los familiares de los pacientes internados.
El 15 de octubre de 2010 hombres armados vestidos como policías ministeriales remataron en ese mismo nosocomio a un vecino de Urías.