Alejandro Páez Varela
27/06/2016 - 12:05 am
Pinche gente
Pinche gente, qué sabe de progreso. Los subversivos no progresan por subversivos. Allí está el mismísimo Enrique Peña Nieto, que de burócrata de medio pelo subió a Presidente. Pinche gente revoltosa, me cae. Revoltosa y malagradecida: queremos llevarles progreso y se ponen a las patadas. Por eso se les responde a balazos, ¿de qué otra forma si no entienden? Por eso se llenan sus plazas de policías. Por eso se les despide, se les humilla, se les ultraja; a ellos y a sus mujeres. Quieren carreteras pero no ponen de su parte: ¿qué tanto es ceder su casa en aras del progreso? Quieren agua pero no entregan la que tienen. Quieren sueldo de maestro, los desgraciados, pero no quieren votar por el PRI.
Pues que se joda, esa gente.
Queremos progreso y tenemos con qué pagarlo, ¿cuál es el problema? Queremos minas en Tenochtitlan, Ocampo, Coahuila: que se chingue ese puñado de viejitos chimuelos; ahí que se encargue la minera canadiense First Majestic y que les dé una baba. Queremos los metales de Wirikuta: que los indios pongan sus flores y sus inciensos en sus casas de palo y que suelten las montañas. Queremos el petróleo que queda y el gas por descubrir para nuestros amigos –y para nuestras familias, se entiende–: que se hundan Pemex y CFE y de paso el Seguro Social, las universidades, las pensiones. Queremos gente de progreso, no en las calles, protestando: ¿qué no les bastan los sindicatos que les pusimos desde 1943? ¿Qué no tienen su CTM, su SNTE, su CROC y todas esas?
Queremos un aeropuerto, un pomposo Nuevo Aeropuerto en el centro del país. Pues a darle. Las comunidades son lo de menos; consultarlas no está en la agenda progresista. Simplemente hay que llegar un día con maquinaria pesada y con antimotines, y a cargar con lo que se atraviese. Que se jodan los que no estén de acuerdo. Pinches subversivos, retrógradas, no entienden nada del progreso. Al rato se amansan y ya.
Queremos darle a Grupo Higa una carretera. Es urgente que Armando Hinojosa se hinche (aún más) de dinero. Entonces, que el gobierno del Estado de México se convierta en fuerza de choque para imponerla en el pueblo de Xochicuautla y que se jodan los indígenas otomíes que ocupan las tierras desde tiempos inmemoriales, porque la nueva vía va y listo. A otra cosa. A cerrar el hocico. No se consulta a nadie y para los que protestan hay de dos sopas: las migajas o los cabronazos.
Queremos el agua del pueblo de Coyotepec, que desde 1963 cavó con sus manos los pozos e instaló un Sistema Autónomo y Ciudadano de Agua Potable. Eruviel Ávila, Gobernador del Edomex, necesita esa agua para sus megaproyectos. Entonces a imponer un “referéndum” (con ayuda de un Alcalde panista) y si no se puede disfrazar el robo, y si no se puede con el disfraz de la democracia, a encarcelar a los líderes y a llenar la comunidad de antimotines. Las empresas tienen sed, ¿qué no entienden? Qué saben del progreso, carajo.
Queremos también agua para el proyecto inmobiliario Bosques del Paraíso, de la empresa Merket Construcciones. Urge el agua. ¿Que el pueblo de San Francisco Magú, en el Estado de México, se une para defenderla? En caliente, más de cien granaderos contra los indígenas otomíes. Porque, además, los muy desgraciados se rigen por su propio sistema de usos y costumbres. ¿Cómo que ellos mismos vigilan sus instituciones administrativas, tienen autonomía política, económica y territorial? Eso no es moderno. Eso no es progreso. México no es de los anarquistas: se suspenden los derechos ciudadanos y se sitia el pueblo. ¿El Centro de Derechos Humanos Zeferino Ladrillero dice que agentes atacaron sexualmente a varias mujeres indígenas? Que se jodan las mujeres indígenas y el tal Zeferino Ladrillero. Ahora, que Francisco Nónigo, Delegado Indígena, y Berenice Sánchez, Presidenta Suplente del Consejo de Participación Ciudadana, reciban unos buenos cabronazos.
Queremos progreso para Guerrero. De hecho, hemos llevado el progreso a Guerrero: allí están los miles que trabajan de sirvientes en los hoteles de Acapulco; allí están los campos de amapola, tan chulos de regordetes; allí están los cárteles, floreciendo con lo mejor de nuestras juventudes. Opciones hay, pues, en Guerrero. Entonces, si aparece una bola de muchachos desarrapados, malcomidos y greñudos a tomar camiones para presionar por una mejor educación, pues toda la fuerza del Estado (y del narco). Madrazos. Y si los muchachos no se dejan, balazos. Y si son muchos, a camiones y a desaparecerlos. Que se chinguen las familias: ¿quién les manda a esas madres parir hijos pobres y ser vientre de guerrilleros, subversivos, apestosos, greñudos, malcomidos, desarrapados? Toda la fuerza del Estado para desaparecerlos, y toda la fuerza del Estado para encubrir a los culpables de su desaparición.
Queremos energía eólica en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Para las empresas –por supuesto–, no para los indios. El Instituto de Energía Renovable de Estados Unidos ya dijo que hay calidad de aire nivel 7 en esa zona y se requiere apenas nivel 5. Queremos energía limpia y barata y que se chinguen las comunidades. A despojarlas de sus tierras. A cerrar sus pueblos. A acabar con sus medios de subsistencia, con sus costumbres y sus creencias. De preferencia que no se haga con mucho ruido allí, en esa zona donde los desgraciados son alborotadores. Es mejor comprar líderes. Es mejor comprar autoridades. Es mejor la cartera por delante, porque todo el dinero que se invierta se recuperará, ya verán.
Queremos instalar una presa en Picachos, Sinaloa. Está decidido: pueblos enteros serán hundidos bajo el agua con todo y panteones; con todo y milpa; con sus iglesias y sus plazas y sus escuelas. Que no se hable con esos pueblos y mucho menos con los indígenas ojetes que seguramente, ya se sabe, se opondrán. Y sí, se oponen: Octavio Atilano Román Tirado es la cabeza de esa oposición… hasta el 12 de octubre (vaya fecha) de 2014, cuando un comando lo ejecuta en la cabina de radio desde donde conducía un programa izquierdoso, revoltoso, subversivo. Que se chingue Atilano. Que se chinguen esos pueblos y que la presa se vuelva una realidad. A hundir los pueblos.
Queremos una Reforma Educativa. Es cierto: el país necesita educación. Sobre todo porque el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, hermano del Partido Revolucionario Institucional, ha mamado y mamado y mamado dinero y como consecuencia aparecemos en los peores niveles educativos del mundo. Sobre todo porque educar no ha sido prioritario cuando se obtiene, del magisterio, lo mejor: votos, hermosos votos, extraordinarios votos por miles y miles que eligen diputados, senadores, alcaldes, gobernadores y presidentes. Queremos una Reforma Educativa y entonces, pues a meter líderes disidentes a prisión; a meter ciudadanos y maestros a la cárcel. Madrazos. Cero diálogo. Y si no se dejan, balazos. Bola de pinches subversivos, retrógradas que no entienden nada del progreso. Dos, tres, diez muertos y a ver si le siguen.
Porque para profes, Carlos Hank González. Ese sí era profe. Ni diez mil profes presos o muertos compensan su pérdida.
Carlos Hank González –que satanás lo rodee de vírgenes–, el hombre que en una sola generación se volvió dueño de medio México. “Político pobre es un pobre político”, decía. Qué sabio. Podría ajustarse la frase al infinito: “Político sin ‘casa blanca’ o sin ‘casa Malinalco’ es un pobre diablo”. O “político sin Pemex es un político idiota”. La frase se ajusta. La frase es grande.
Porque para progreso, lo que se dice progreso, allí están los hijos de Atlacomulco. Son la muestra de que los izquierdosos, revoltosos y subversivos no progresan y van por el rumbo equivocado. Allí está el tío favorito, don ex Gobernador Arturo Montiel Rojas. Allí está don Carlos Salinas de Gortari. Allí está don Pedro Aspe Armella. Allí está don Luis Téllez Kuenzler. Allí está don Gerardo Ruiz Esparza. Todos funcionarios o ex funcionarios y/o todos con empresas y contratos con el Gobierno. Es la misma cosa, hombre, empresa o gobierno: es lo mismo porque es de uno.
Allí está don Senador Francisco Labastida, que sí sabe cómo convertir un jodido humedal con especies protegidas en una productiva fábrica de amoniaco. Allí está don Apolinar Mena, que tuvo que renunciar a su cargo por un escándalo de corrupción y ahora dirige el gabinete de don Gobernador Eruviel Ávila. Allí está don Secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, convertido en hombre de Estado por cuidar los intereses de la familia. Allí está don Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y que ni se le pongan a las patadas y ni le pregunten el origen de su fortuna porque les cae una auditoría. Allí está don Carlos Romero Deschamps, ¿qué mejor ejemplo quieren de progreso?: los jeques árabes lo respetan porque sí sabe qué hacer con el dinero ajeno. Allí está don Gobernador de Chihuahua, César Duarte, que sabiamente se hizo de un banco para progresar también: Banco Progreso. Allí está don Roberto Borge, que dejará Auditor para que no le vengan más adelante con que su progreso no es producto de su esfuerzo.
Porque, carajo, pinche gente: qué sabe de progreso. Los subversivos no progresan por eso, por subversivos. Allí está el mismísimo Enrique Peña Nieto, que de burócrata de medio pelo subió a Presidente. Pinche gente revoltosa, me cae. Revoltosa y malagradecida: queremos llevarles progreso y se ponen a las patadas. Por eso se les responde a balazos, ¿de qué otra forma, si no entienden? Por eso se llenan sus plazas de policías. Por eso se les despide, se les humilla, se les ultraja; a ellos y a sus mujeres. Quieren carreteras pero no ponen de su parte: ¿qué tanto es ceder su casa en aras del progreso? Quieren seguridad, pero traen ocupados a los policías dándoles de garrotazos. Quieren agua pero no comparten la que heredaron de sus abuelos y quieren sueldo de maestro, los muy desgraciados, pero no quieren votar por el PRI.
Pinche gente, me cae. Qué sabe esa gente de progreso. ¿Mal humor social? Cuál, hombre. Mal humor el de uno, con esta pinche bola de revoltosos.
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