Joel Rayón se despidió hace nueve meses de su madre. Era jardinero y cansado de su trabajo como mecánico decidió abandonar Xalapa, Veracruz, y buscar el "sueño americano". El pasado domingo, Omar Seddique Mateen irrumpió en el bar Pulse ubicado en Orlando, Florida, y abrió fuego contra los asistentes, entre ellos Joel, quien se convirtió en una de las 49 víctimas del tiroteo más mortífero en la historia de Estados Unidos.
Por Miguel Ángel León Carmona
Ciudad de México, 14 de junio (SinEmbargo/BlogExpediente).– Hace nueve meses, Joel Rayón Paniagua le dijo a su madre, de 59 años, que perseguiría el sueño americano.
Que no se preocupara, pues seguiría echándole la mano, “rifándosela” como jardinero en “el otro lado”.
Hoy, doña Rufina está devastada: su hijo fue uno de los 49 asesinados en la masacre del antro Pulse, en Orlando, Florida.
“El viernes, 10 de junio, todavía hablé con él. Me dijo que no había trabajado en la semana porque había llovido mucho. Pero que me mandaría la clave para que aunque cobrara poquito […], lo único que recibí fue un mensaje de sus amigos, diciéndome que estaba muerto”, comparte la mujer, con el rostro desencajado.
La madre comparte que no pierde las esperanzas de que todo sea un error. Consiguió un aventón hasta la ciudad de Xalapa, Veracruz, para tramitar un pasaporte y después una visa comunitaria. Tenía planes de visitar algún día a Joel en los Estados Unidos.
De oficio, ama de casa, la mujer cogió un vestido de fiesta, color negro, y salió en punto de las cinco de la mañana desde la ciudad de Córdoba, Veracruz, sitio donde habitan desde hace algunos años y donde asegura, será velado el tercero de sus cinco hijos.
Apenas puede dar entrevistas, cuando el llanto frustra su hablar, pide a su hijo Nicolás, de 34 años, que la apoye.
“Mi mamá está inconsolable, no puede creer las cosas, tiene el corazón hecho pedazos. Somos una familia que vive al día y nos da tristeza, pero no hay dinero ni para el funeral. Veremos si empeñamos las cosas para las flores y los rezos”, dice Nicolás Rayón Paniagua, dos años mayor que el joven finado.
Nicolás recuerda a Joel como un joven trabajador, aferrado a superarse: “Él decía que cuando uno no tiene recursos, debe buscar la manera de salir adelante [...]. Y pues ni modo, mi hermano persiguió ese sueño y pues ni modos, ya nos lo mataron”.
De acuerdo con Claudia Ramón Perea, titular del Instituto de Migración en Veracruz, en lo que va del año 2016 trece migrantes veracruzanos han sido devueltos a sus tierras sin vida, algunos por accidentes laborales, otros por enfermedades, mal atendidos, en los Estados Unidos.
Si los familiares de Joel Rayón Paniagua, asistieron a las instalaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), en Veracruz, fue para reunirse con el titular, Anselmo Zapata, y pedir que se agilicen sus trámites legales y poder viajar hasta el lugar de la tragedia. Se estima que los restos del joven nacido en Tezonapa, pudieran arribar a tierras mexicanas dentro de siete días.
JOEL RAYÓN, EL MIGRANTE SOÑADOR
“Tenía metas de superación y decía que para obtener hay que arriesgar. Él arriesgó y no le fue bien. Su plan era 'jalarle' 3 años y regresar con mi madre. Se le extraña bastante, traduce, Nicolás las palabras de su madre.
Sostiene la mano de su madre y comienzan a recordarlo: “Un hombre serio, cuando debía de serlo y de carcajadas inagotables cuando la cosa era de relajo”.
Fue en septiembre del año pasado, cuando Joel le dijo a su madre, luego de regresar fatigado y bañado en aceite del taller mecánico donde trabaja: “Madre, me voy a jalar pa’l otro lado, me voy con cuatro amigos de Cuitláhuac. Ya conseguí un préstamo y voy a cruzar por Tamaulipas, por el Río Bravo”.
Y así fue, los familiares de Joel le acompañaron hasta la central camionera de Cuitláhuac, ciudad vecina a Córdoba, para iniciar su travesía de “mojado”, migrante. No fue fácil conseguir su objetivo, comparte Nicolás, fue hasta el tercer intento que logró perforar la frontera norte mexicana e instalarse en Orlando Florida, en el sureste estadounidense.
Ya instalado, Joel jamás perdió la costumbre de llamar a su madre, lo hacía todos los días por las noches. Así le fue narrando sus logros, la vez que entró a estudiar la secundaria abierta y también el día que consiguió empleo en una construcción en Tampa, en el condado de Hillsborough.
Doña Rufina, se fue acostumbrando a su ausencia y a mitigar sus carencias económicas con las cantidades semanales que le giraba Joel.
“Él se hacía cargo de mi, somos gente de lucha. Mis cuatro hijos apenas se dan abasto con sus familias. Ya dirá Dios que pasa conmigo. Lo que hoy quiero es tenerlo de vuelta y enterrarlo en su pueblo”, dice la madre.
Rufina hace el esfuerzo para hablar frente al micrófono y recuerda a su hijo como un joven alegre, bromista y honesto. Sus pasatiempos eran escuchar música, jugar tenis y salir a bailar. Fue lo último que realizó antes de ser asesinado en el club gay Pulse.
“Nosotros estábamos en nuestras labores el día de los hechos, fue que un amigo nos avisó por mensaje, diciéndonos que contactáramos a Joel porque había ocurrido un atentado donde estaba trabajando, en Florida. Nosotros quisimos llamarle, pero nunca contestó”, recuerda Nicolás.
Doña Rufina sintonizó las noticias en la televisión y rezó toda la noche para que no se tratara de su muchacho. Fue al día siguiente que los vecinos le reportaron que el Presidente, Enrique Peña Nieto, había confirmado mediante un comunicado la muerte de cuatro jóvenes mexicanos en el atentado de Orlando, Florida, entre ellos Joel Rayón Paniagua.
Así la suerte para la mujer de 59 años, quien antes de despedirse, suelta la petición, ahogada en llanto, “Algunas autoridades nos han escuchado, también nos han hablado diputados, pero hasta la fecha no ha llegado ni un peso a la casa. Tengo miedo que cuando me traigan a mi hijo no tenga ni para llevarles flores al panteón”.