Sanjuana Martínez
13/06/2016 - 12:00 am
El falso mea culpa de Sandoval Íñiguez
Las casas refugio para sacerdotes pederastas han existido desde hace décadas y siguen funcionando a pesar de que el Papa Francisco dice otra cosa.
Las casas refugio para sacerdotes pederastas han existido desde hace décadas y siguen funcionando a pesar de que el Papa Francisco dice otra cosa.
Son lugares a donde se envían a las “ovejas descarriadas” del clero. La Iglesia ha equiparado el alcoholismo, la drogadicción, la violación al celibato obligatorio a la pederastia clerical.
Hasta estos lugares distribuidos por todo el mundo, han sido enviados durante todos estos años, los sacerdotes que abusan sexualmente de menores. Pederastas, alcohólicos, drogadictos, sacerdotes con pareja, conviven en paz.
Estos lugares funcionan en algunas ciudades como en Monterrey, como hoteles de cinco estrellas, en otros como en Tlaquepaque, como spa´s con piscina, gimnasio, canchas de tenis y baños sauna.
La Iglesia y su jerarquía católica, han creído que a base de mucha Biblia y una pastillita para disminuir el apetito sexual, se podía curar al pederasta y controlar esa compulsión a abusar sexualmente de los más indefensos del rebaño católico.
En México existen varias casas refugio o clínicas, como se les considera. Todas ellas han funcionado bajo la dirección de un obispo o cardenal. “El Refugio” esta situada en un bosque al lado de la Cola de Caballo y ha estado dirigida por el cardenal Francisco Robles Ortega. La Casa Alberione está ubicada en Tlaquepaque y ha estado dirigida por el cardenal Juan Sandoval Íñiguez. La Casa Damasco y la Fundación Rouger están dirigidas por el cardenal Norberto Rivera Carrera.
Conozco las cuatro clínicas. Las recorrí durante mi investigación para mi libro “Prueba de fe: la red de cardenales y obispos en la pederastia clerical”. Las cuatro han funcionado como guarida de criminales y en ellas se ha escondido a auténticos depredadores sexuales con sotana, para evadir la acción de la justicia.
Cuando investigué la Casa Alberione, por ejemplo, ya había sido refugio para curas pederastas de 16 países. El Cardenal Sandoval Íñiguez la cuidaba con celo profesional. Él fue y es uno de los grandes protectores de sacerdotes pederastas.
El Cardenal Sandoval Íñiguez aparece ahora como una alma de Dios arrepentida de sus errores, pero en realidad, no son errores los que cometió, sino crímenes que deben ser castigados por el aparato de justicia mexicano.
Dice que los protegió hasta 2001 cuando Juan Pablo II dio la orden de no permitir ningún sacerdote pederasta en el ministerio. Mentira. El cardenal miente y lo sabe. Conoce los nombres como el sacerdote Enrique Vásquez de Costa Rica o Heladio Ávila Avelar acusado de violar a cuatro niños en Guadalajara. Él los protegió, el primero fue detenido por Interpol en 2007 y lo contó. Interpol investigó la Casa Alberione durante años, pero casualmente a la justicia mexicana nunca le interesó.
El cardenal conoce la lista de los sacerdotes pederastas que fue protegiendo desde 1993 hasta la fecha. Esas listas deberían ser entregadas a la policía. Necesitamos saber quienes pasaron por la Casa Alberione y a dónde fueron enviados después, porque seguramente esos depredadores sexuales siguen abusando de niños hoy en día.
Y es que el cardenal ha reconocido un delito y por tanto debería ser enjuiciado. Si no es obligado por la justicia a entregar las listas, por lo menos, él sabe que está obligado moralmente a dar a conocer sus nombres y sus ubicaciones.
Los tres cardenales, Sandoval Íñiguez, Norberto Rivera y Francisco Robles, le deben una explicación a la feligresía y también le deben el acceso a la justicia a las víctimas de curas pederastas.
El Papa Francisco acaba de afirmar que los obispos que hayan protegido a curas pederastas podrán ser destituidos. Me parece que en México nos quedaremos con muy pocos, la mayoría de los obispos mexicanos han sido protectores de sacerdotes pederastas, algunos escondiéndolos en las casas o clínicas refugio, otros firmando acuerdos notariales con los padres de las víctimas para evitar el escándalo y salvaguardar el buen nombre de la Iglesia; el resto, ofreciéndoles los medios para huir o bien para que fueran defendidos en la cárcel y salir lo más pronto posible.
Actualmente hay sacerdotes pederastas huidos, como Eduardo Córdova Bautista quien fue y es protegido por el arzobispo de San Luis Potosi, Jesús Carlos Cabrero Romero, quien desde un principio despreció a sus decenas de víctimas y lo defendió al depredador sexual con sotana.
Si el Papa quiere demostrar que verdaderamente busca hacer justicia, tendría que demostrarnos su discurso con hechos, por ejemplo, cerrando de manera definitiva estas casas refugio o clínicas para albergar y esconder a los curas pederastas. Todas siguen abiertas y siguen siendo refugio de criminales. El Papa también está obligado a hacer públicas las listas de los curas pederastas que han pasado por estos lugares.
Hace unos días vi la película chilena “El Club” del director Pablo Larraín, ganadora del Oso de Plata del Festival de Berlín, que cuenta la historia de este tipo de casas y la perversidad con la que la Iglesia las ha administrado. La realidad siempre supera la ficción.
El Papa Francisco seguirá teniendo un discurso hueco, mientras a las víctimas se les siga negando el acceso a la justicia y la reparación y los obispos y cardenales, los príncipes de la iglesia, no sean enjuiciados por sus delitos.
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