El Botón de Apagar la Humanidad

28/05/2016 - 12:00 am
Llevará una libreta, trazará en ella dos columnas y lo peor y lo mejor de las personas rellenará sus páginas para que, al final del año, la pregunta se responda sola. Foto: Especial.
Llevará una libreta, trazará en ella dos columnas y lo peor y lo mejor de las personas rellenará sus páginas para que, al final del año, la pregunta se responda sola. Foto: Especial.

Esta es la ficción, el cuestionamiento en su forma literaria, pero si tuviera el botón a mi alcance, ¿lo presionaría? Me lo preguntaré cada semana aquí, con ustedes. Bienvenidos sean sus héroes cotidianos, sus pequeñas tragedias y las respuestas rotundas que tengan a esta pregunta. Convenzámonos mutuamente de presionar, de no presionar, de seguir cuestionando, que es lo importante.

Un chico recibe, por el medio que mejor le cuadre a la fantasía de cada uno de ustedes, el botón de apagar la Humanidad. El botón viene dentro de una caja elaborada con la más alta tecnología: sólo este niño puede abrirla tras un reconocimiento de retinas, de las huellas digitales de sus manos y de sus pies y el análisis de su DNA por medio de un pinchazo en el pulgar y el subsiguiente derramado de una solitaria gotita de sangre en la placa designada. Por fuera, la caja de grafeno, “el material del futuro”, es fría, angulosa y ultra moderna. No debería pesar lo que pesa, pero sólo un usuario por siglo sabrá porqué: dentro hay una nueva caja, o más bien una antigua caja, de piedra labrada con símbolos que datan del principio de la Humanidad. ¿Quién le ha puesto la caja ultramoderna alrededor? No lo sabemos. Probablemente una especie de secta protectora del Botón o algo así. No importa. El caso es que cada siglo la caja le pertenece a una persona y sólo a una persona, y con ella la responsabilidad de decidir si aprieta o no aprieta el botón.

A lo largo de la historia, todos los chicos que la han tenido han decidido no apretar el botón: han encontrado razones para no hacerlo o, quizá, han sido persuadidos por esta secta milenaria y peligrosa. Han sido, quizá, robados de su derecho a decidir, con todo y caja. Este chico, nuestro chico, ha nacido en este siglo y ha escuchado decir a sus padres que el mundo está loco. Ha tenido acceso a las noticias y atestiguado que la violencia y la maldad existen en lo más profundo de las personas. Ha visto a chicos más jóvenes que él torturando ratones y sapos. Ha tenido, él mismo, ganas de arrancarle las alas a los pájaros sólo porque ellos pueden volar y él no. Ha visto a su madre pisando caracoles y limpiándose las babas en la hierba. Ha escuchado las mentiras más burlonas y los insultos más hirientes y se ha parado a la mitad del patio esperando ver caer trozos de la capa de ozono a su alrededor. Es un niño cualquiera, y a la vez no. El botón le ha llegado y ha enterrado la caja junto al muñón del árbol de su infancia. No sabe que la secta lo busca, y ellos no lo encontrarán fácilmente porque ha decidido emprender un viaje que le permita responder la pregunta de si la Humanidad merece seguir viviendo o no. Llevará una libreta, trazará en ella dos columnas y lo peor y lo mejor de las personas rellenará sus páginas para que, al final del año, la pregunta se responda sola.

Esta es la ficción, la pregunta en su forma literaria. Yo soy el niño y el viaje es cualquier cosa. En el fondo, creo que quiero las buenas noticias: huir del cinismo que me ha convertido en una suerte de amargada esperanzada, lo cual resulta patético. En el fondo, quiero las malas noticias: huir de la ingenuidad que me ha convertido en una suerte de niña eterna y rebosarme de rabia y melancolía. En el fondo, en la superficie y en todos lados, lo que importa es la pregunta. Y me la estaré haciendo en este espacio cada semana. Bienvenidos son sus héroes cotidianos, sus pequeñas tragedias y las respuestas, rotundas, que tengan ustedes a esta pregunta. Convenzámonos mutuamente de presionar el botón, de no presionarlo, de seguir preguntando, que es lo importante. Que empiece la extinción. O no.

Lorena Amkie
Nació en la Ciudad de México en 1981. Su idilio con las palabras empezó muy temprano y la llevó a pasearse por la poesía, el ensayo y el cuento, para encontrar su hogar en la novela. Graduada de Comunicación por la Universidad Iberoamericana, ha publicado la trilogía gótica para jóvenes Gothic Doll (Grupo Planeta) y la novela El Club de los Perdedores. Imparte talleres de escritura creativa y colabora con distintos medios impresos y digitales. Su cercanía y profundo respeto hacia su público, así como su estilo franco y nada condescendiente, le han valido la atención de miles de jóvenes en México y Latinoamérica, situándola como una de las autoras de literatura juvenil más interesantes en el mundo de habla hispana actualmente.
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