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Adrián López Ortiz

12/05/2016 - 12:02 am

SNA: antídoto para el malhumor

Enrique Peña Nieto ha cometido graves errores discursivos.

 

Foto: Noroeste.
Nuestra clase política legisla para protegerse y gobierna para beneficiarse a sí misma, mientras simula que escucha a los ciudadanos que la elige. Foto: Noroeste.

Enrique Peña Nieto ha cometido graves errores discursivos. Para la historia quedará su tropiezo en la Feria del Libro de Guadalajara, por ejemplo. Pero calificar a México de estar de “malhumor” no es uno de ellos: el Presidente de verdad lo cree. Y eso es peligroso.

Es peligroso porque nos demuestra en una frase cuál es y será el enfoque de su gestión de aquí hasta que se vaya.

La estrategia será, pues, seguir igual. El “voy derecho y no me quito” que ya se les hizo costumbre a nuestros gobernantes al tomar decisiones y sostenerlas ignorando críticas y recomendaciones. Eso no es gobernar, es imponer.

Lo vimos con Calderón y su “estrategia” de combate al crimen organizado. Y lo estamos viendo ahora con la agenda reformista de un Presidente que cree firmemente que cambiar la Constitución alcanza para cambiar el país.

No digo que las reformas sean malas en sí mismas. Pero es obvio que traerlas a la realidad implica mucho más que cambiar la ley. Implica leyes secundarias precisas y claras. Mecanismos de supervisión y control. Marcos normativos para premiar al que cumple y sancionar al que no. Instituciones con facultades suficientes para ejercer sus funciones.

En suma, un arreglo institucional confiable y efectivo para los ciudadanos. Eso es lo que falta, todo lo demás es puro rollo.

El diagnóstico generalizado es contundente: lo que se nos quiebra es el estado de derecho gracias a la impunidad y la corrupción. Por eso no es sorpresa que el Índice de Desarrollo Democrático México 2015 (IDD-Mex 2015) presentado esta semana por la Coparmex, la consultora Polilat y la Fundación Konrad Adenauer alerte: el “gran pendiente de la democracia mexicana” es el bienestar social de su población.

Gustavo de Hoyos, Presidente Nacional de Coparmex, se manifestó preocupado pues por segundo año consecutivo se observa un retroceso democrático en México debido al desempleo, la pobreza, el sistema de salud y el bajo nivel de la educación, según nota de SinEmbargo.

Tiene mucho sentido que mientras la élite político-empresarial se enriquece en la más absoluta impunidad, la mayor parte de la población vaya quedando al margen del desarrollo y condenada al rezago social y económico.

Es obvio: nuestra clase política legisla para protegerse y gobierna para beneficiarse a sí misma, mientras simula que escucha a los ciudadanos que la elige.

Para muestra dos botones: la discusión de la Ley 3de3 en el Senado es el claro ejemplo de cómo la partidocracia se resiste como gato boca arriba para instalar una legislación de avanzada en materia de combate a la corrupción. Nadie se da un balazo en la cartera así nomás.

Como segundo ejemplo: en Sinaloa, el Congreso local armonizó la Ley de Transparencia estatal en la más absoluta mediocridad. Nuestros diputados dejaron fuera la mayor parte de las recomendaciones que hicimos los ciudadanos en comparecencias públicas organizadas al vapor, entre ellas la de incluir la Ley 3de3. Como ejemplo de que sí era posible estan las leyes de Quintana Roo y la Ciudad de México.

Estamos pues ante un arreglo que funciona de manera selectiva: solo unos pocos -muy pocos, gozan de los beneficios, mientras que muchos más se quedan a la deriva.

La contradicción es burda e ineficaz: aquellos que pueden no quieren. Y los que queremos no podemos. Y como no tenemos mecanismos ciudadanos reales para modificar el sistema de raíz, usamos redes sociales y medios de comunicación como canales para manifestar nuestras críticas. Somos los titulares del malhumor.

En ese contexto todos sabemos lo que sigue: cuando el “sistema” no funciona, hay que cambiarlo por otro. Hay que hacerlo antes de que colapse… porque lo hará.

México no puede seguir simulando a ojos del mundo. No hay manera de conciliar los dos países que somos sin que uno se coma al otro. Por un lado el del potencial energético, turístico, automotriz; y por el otro el de la profunda desigualdad, la corrupción, la impunidad y la violencia descarnada.

No olvidemos que las democracias también tienen retrocesos. Habrá que hacernos la pregunta incómoda: ¿queremos repetir el ejemplo de Venezuela?

En estos procesos, tarde o temprano hay que establecer definiciones. La discusión en el Senado es un momento clave. Lo que se juega allí es la voluntad de un pueblo representada por miles de firmas contra la resistencia cínica de una clase política que quiere seguir igual. Deben pensar bien nuestros políticos en las consecuencias de patearnos de nuevo.

Haría bien el Presidente en pedirle públicamente a sus partidos en el Senado que la Ley 3de3 y el SNA caminen por la vía correcta. El mensaje sería importante, pero lo serían más los hechos: un verdadero sistema integral para el combate a la corrupcion.

Un sistema así sería un paso enorme para mejorar la actuación de una clase política corrupta y corruptora. Urge hacerlo para mejorar nuestro humor.

Nada me pondría más de buenas que ver a Humberto Moreira frente al fiscal… pero no en España.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.

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