En una nota reciente The Economist advierte que la ciudad de México será la ciudad más contaminada e intransitable del mundo. Señala que el parque vehicular podrá pasar de 5.5 millones de vehículos a 11 millones. La publicación centra la propuesta de solución en el transporte público, en los sistemas BRT (Bus Rapid Transport), lo que conocemos en esta urbe como Metrobus. Un sistema que ha logrado atraer usuarios de automóvil que dejan su vehículo en casa, pero, que desgraciadamente, no ha sido implementado como se prometió y se debería de haber hecho. Este sistema tendría que haberse extendido por cientos de kilómetros en las principales vialidades de la ciudad.
La Ciudad de México, al igual de encontrarse entre las más contaminadas, está considerada como la que presenta los mayores problemas de movilidad. El Institute for Business Value estableció a la Ciudad de México en el más alto ranking dentro de la Encuesta del Dolor del Viajero. En una escala del 1 al 100 en la cual 100 representa el precio más alto, o dolor más alto, para trasladarse, la ciudad de México llegó a 108. El dolor se mide por la cantidad de tiempo invertida, el costo, las condiciones de seguridad y comodidad, entre otros indicadores.
La Ciudad de México está considerada como una de las ciudades más contaminadas y con mayores problemas de tráfico. No sólo se trata de daños a la salud también de daños a nuestra calidad de vida. La contaminación y el tráfico aumentan los niveles de estrés, la destrucción de la ciudad por el automóvil degrada los barrios, la convivencia se destruye, se degradan las relaciones, aumenta la violencia, el estrés.
La discusión se ha polarizado en quienes hablan únicamente de cómo bajar la contaminación y señalan que la reducción del parque vehicular en circulación no lo hará porque la química atmosférica no depende de las emisiones de los automóviles particulares; por otro lado, están aquellos que todo lo ven en reducir la circulación de automóviles para evitar el colapso vial y promover el transporte público, suponiendo que con menos autos en circulación bajaran los niveles de ozono y otros contaminantes.
La discusión polarizada tiene como fecha fatídica el 31 de junio en que termina el programa de emergencia que ha instaurado el Hoy no Circula para todos los vehículos. En estos meses la Comisión Ambiental Metropolitana tendrá que haber planeado bien una política que enfrente ambos muy graves problemas: el colapso vial de la ciudad por un parque vehicular que ha tomado dimensiones que la vuelven inviable, intransitable, y la contingencia ambiental por las altas concentraciones de ozono y partículas suspendidas, entre otros contaminantes, muchos de ellos ni siquiera medidos.
Como lo expusimos anteriormente, el colapso vial de la ciudad se agudizó con la entrada en circulación, de golpe, de más de medio millón de autos que no circulaban un día a la semana y que pudieron acceder a la calcomanía “0”, la mayor parte de ellos, por una módica mordida de 500 a 1 mil 500 pesos en algún centro de verificación.
Plantear resolver un problema, el colapso vial, sin resolver la contingencia ambiental; así como plantear resolver el colapso vial sin enfrentar la contaminación: solamente terminaría por agudizar esta problemática general de movilidad y calidad del aire.
El primero de julio, los habitantes de esta ciudad, tendremos que comenzar a vivir nuevas regulaciones y políticas que den soluciones a estos dos problemas: movilidad y contaminación. La ciudad ya no puede volver a tener en circulación la cantidad de vehículos que estaban transitando por la megalópolis previo a la contingencia. Todo parece ser que lleva a una verificación con criterios más estrictos permitiendo sólo la circulación de los vehículos que cumplan.
Necesitaremos ver cómo el gobierno de la ciudad y los gobiernos estatales vecinos, implementarán esta regulación para evitar la corrupción y cómo se castigará a los concesionarios de los verificentros. Necesitamos también ver cómo se establecerá la normatividad de emisiones para los vehículos nuevos que entran al mercado. Tenemos vehículos nuevos que emiten diez veces más contaminantes precursores de ozono que otros vehículos de la misma categoría.
Por otro lado, necesitamos ver también cómo el gobierno de la ciudad y los gobiernos estatales vecinos, establecerán las normatividades para controlar las emisiones de compuestos orgánicos volátiles de otras fuentes y que son consideradas por los expertos responsables de un alto porcentaje de las concentraciones de ozono y partículas suspendidas. Desde las emisiones de las gasolineras por la falta de aplicación de una norma que tiene más de 10 años para la recuperación de vapores, hasta las emisiones del transporte de carga, por el mal estado de los vehículos y la mala calidad de los combustibles.
El colapso vial y la contaminación atmosférica que vivimos es la suma de la falta de políticas públicas efectivas durante muchas administraciones, el resultado de una política dirigida a dar infraestructura al automóvil particular y a una ineficiencia y falta de profesionalismo para mantener y desarrollar normatividades que protejan la atmósfera de la cuenca del valle de México. El transporte público con preferencia vial sobre el automóvil, los sistemas BRT, no han sido un gran negocio para las administraciones de la ciudad, como lo ha sido la construcción de infraestructura para automóviles, los pasos a desnivel, los segundos pisos, la Supervía.
La corrupción y la falta de profesionalismo se han convertido en el peor coctel para nuestra ciudad y para el país, para nuestra vida cotidiana. No sólo se trata de combatir la corrupción, también de contar con profesionales que actúen para el beneficio público y no para los intereses privados de las grandes constructoras.
La ciudad de México se ha convertido en una urbe agresiva, que genera daños a la salud, que provoca dolor en quienes se trasladan por ella. Como el país en su conjunto, la ciudad de México alcanza ya primeros lugares en contaminación, congestionamiento vial, sobrepeso y obesidad, muertes por diabetes, basura, baches, entre otros muchos indicadores del abandono de lo público: la ciudad se degrada.