- La población (des)conectada.
“¿Quiénes de ustedes leen el periódico?”, solía preguntar a mis estudiantes cada semestre. Luego precisaba: qué periódicos leen, cada cuánto. Y, por último, les preguntaba cómo se informaban a quienes decían no leer periódico alguno: “por Twitter, profe”, o por algún otro tipo de red, respondían.
Sí, todos decían estar al día. A continuación no buscaré abordar la veracidad de esa respuesta –si decían lo que “sabían que yo quería oír” o no—sino una posible solución a un asombro que se gestó mientras vivía en esa ciudad, en Puebla: nadie, absolutamente nadie, leía periódicos locales.
Luego les pregunté a mis colegas profesores, escritores y anexas. Incluso me di la vuelta por los cafés donde suelen estar los típicos “rucos” leyendo el periódico. Y lo mismo: todos los que leían, leían periódicos de fuera. Preguntar a los voceadores, periodistas y encargados de puestos de periódicos corroboró lo que ya sospechaba.
Entonces compré los periódicos locales impresos para leerlos y, efectivamente, resultaron ser ilegibles: repetían los contenidos de medios nacionales o internacionales, se perdían en intrigas políticas difíciles de descifrar si uno no conocía de antemano a los actores y el resto de la información era meramente superficial. ¿De veras no sucedía nada de interés en el estado, en el municipio?
Una de las consecuencias de esto vino cuando me invitaron a colaborar para hacer el programa del Instituto Municipal de Arte y Cultura: los “expertos” locales no tenían la más remota idea de dónde vivían ni de cuáles eran las problemáticas del municipio. Para empezar, ni siquiera habían revisado los datos del INEGI y, para terminar, la mayor parte de la ciudad les era por completo desconocida. ¡Y ellos eran los que iban a hacer las políticas públicas!
- El estado (des)conectado.
“Antes del apagón analógico mandábamos los boletines al canal [de televisión] local y la gente se enteraba, ahora ya nadie se entera”, me dice una persona que trabaja despachando licencias para automovilistas en el ayuntamiento de Guadalajara. Y eso, por supuesto, es un problema para la oficina de Tránsito por la cantidad de gente que llega sin haber realizado los procedimientos previos al trámite (sacar una cita, por ejemplo), por el descontento que genera entre los usuarios (que se sienten timados al no saber que tenían que hacer una cita) y, claro, el descontento entre los burócratas que se ven obligados a trabajar horas extras para paliar el enojo de los usuarios.
Aquí estamos ante un problema esencial de gobierno: cómo se comunica el gobierno con los ciudadanos. “También publicamos los anuncios en los periódicos, pero ya nadie lee periódicos”, me dice la misma persona. Y sí, aunque los periódicos locales de Guadalajara son bastante mejores que los de Puebla, su problema es el mismo: son ilegibles, insustanciales y redundantes.
Ahora junte usted un fenómeno con otro: tomadores de decisiones que desconocen su localidad con ciudadanos que desconocen lo que hace su gobierno. Una fórmula para el desastre.
- La red (des)conectada.
Tratar de informarte sobre lo que sucede en tu localidad en la red es básicamente una empresa imposible. No porque haya o no información relevante y pertinente de tu localidad en la red (a veces sí, a veces no) sino porque en la red hay toda una mirada de información mundial que “se siente” más importante que la información local. Y esto invisibiliza, diluye o difumina cualquier contenido local: ¿Cómo hablar del terrible servicio de limpia en mi rancho si acaba de haber unos atentados en París?; ¿cómo, sobre la calidad de agua en mi barrio, cuando todos hablan de los #PanamaPapers?, ¿cómo, acerca de la deforestación en el cerro de al lado, ante las imágenes de dolor y muerte de tantos emigrantes sirios?
El problema, por supuesto, es recursivo y vincula, en esta cruzada por los “likes” y los “RT”, tanto a quienes buscan la información como a los medios y a los periodistas que generan los contenidos. Homogeneizando, a fin de cuentas, toda la información del mundo a una serie diminuta de efímeros y terribles temas de moda.
Ahí en la red está todo (o mucho) pero es inútil intentar hablar de lo que no sea el trending-topic del momento. Si uno lo hace, la única respuesta es el silencio.
- Volver a lo impreso, a lo local.
Hace un par de días me topé con una anomalía: un periódico impreso, de cooperación voluntaria, pequeño, sin deportes ni espectáculos ni pornografía, ¡y extremadamente local! Ahí me enteré sobre el porcentaje del territorio del estado que está concesionado a las mineras extranjeras, sobre el iguanario de Manzanillo, la problemática del acceso a la salud en el Estado, la disparidad de género en las instituciones locales, la situación del movimiento LGTB local, un análisis conciso sobre la reforma al Pensionissste y hasta una entrevista a Bindu, el saxofonista que toca de maravilla en el centro de la ciudad.
El periódico se llama Ojalá y se hace en Colima-Villa de Álvarez por un grupo de ciudadanos que rondan los 26 años de edad y que tienen cualquier otro trabajo para mantenerse. Decidí entrevistarlos.
“Lo impreso llega a donde no pueden llegar las redes”, me dice Vladimir Parra, el director, quien está sentado junto a Alfredo Martínez, coordinador de información, y a Yaomautzin Olvera, coordinador de opinión, “a las comunidades, a los barrios”. Reparten el periódico en tiendas de abarrotes, en cafeterías, en la Universidad... Publican apenas mil ejemplares y sostienen que lo impreso es “más interactivo”, “más participativo: quien lo lea, puede escribir”.
Al cuestionarles sobre la preeminencia de los contenidos locales –en una proporción de 70/30-, responden “cuando quieres generar un cambio, tienes que hacerlo desde lo local”. Y añaden “es la forma de mantener la memoria colectiva de la lucha, que hemos perdido”.
Vladimir Parra, el director, es militante de Morena. Cuando lo cuestiono sobre el conflicto de intereses que habrá de resultar entre tratar de mantener un medio informativo plural y objetivo y militar en un partido político específico, responde “La neutralidad es una victoria del neoliberalismo… todos los medios siguen una línea política… la diferencia es que nosotros lo expresamos”. Y añade que en este primer número, los únicos dos artículos que hablan de Morena no son loas sino críticas a Morena.
La plática diverge sobre las fallas y aciertos de los partidos políticos nacionales. Y en algún momento dado Vladimir dice algo que me parece importantísimo: ojalá hubiera más oposiciones en México. Eso. Y, pienso, que cada una tuviera un periódico como éste: que abordara las problemáticas locales, que señalara posibles soluciones, desde la derecha, desde la izquierda, desde cada una de las agrupaciones religiosas, desde los pequeños empresarios, desde los ingenieros, desde los maestros, etcétera. Para que, si uno de estos se corrompe, como suele ocurrir con los medios, siga habiendo muchos otros.
Tal vez así, en esta era de la información donde, como dice Yaomautzin Olvera, la red “te lo dice todo y a la vez no te dice nada", se pudieran resolver los problemas señalados desde el inicio del artículo: los tomadores de decisiones podrían saber dónde viven, los gobiernos podrían comunicarse con sus ciudadanos y los ciudadanos y periodistas podrían atender sus problemas locales sin sentir que son irrelevantes.
A fin de cuentas, el lugar donde vivimos sigue siendo local.