Rita Varela Mayorga
19/04/2016 - 12:05 am
Sindicatos corruptos, el fracaso de la Energética
Aquél jueves 12 de diciembre de 2013, en unas cuantas horas, sin discusión alguna y sólo dejando pasar los gritos y sombrerazos de la izquierda, el PRI y sus aliados (PAN, PVEM y Panal) cambiaron el rumbo de la historia del país y, de un tris, terminaron con 75 años de un modelo energético que […]
Aquél jueves 12 de diciembre de 2013, en unas cuantas horas, sin discusión alguna y sólo dejando pasar los gritos y sombrerazos de la izquierda, el PRI y sus aliados (PAN, PVEM y Panal) cambiaron el rumbo de la historia del país y, de un tris, terminaron con 75 años de un modelo energético que fue un pieza central en el desarrollo del país.
Al aprobar la Reforma Energética, que ha sido en términos de programa de gobierno uno de los escasos triunfos de la administración peñista, los priistas y panistas se solazaron por su logro “histórico”.
Modificar los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución permitía, de una vez por todas, privatizar y desregular el suministro de energía de las reglas impuestas en 1938 por el Gobierno del General Lázaro Cárdenas del Río… Y todo fue más sencillo de lo que habían imaginado.
Fundidos en un abrazo, Ricardo Anaya Cortés, entonces presidente de la Cámara de Diputados y ahora presidente nacional del PAN, y Manlio Fabio Beltrones Rivera, entonces líder de los diputados tricolores y ahora presidente nacional del PRI, habían cristalizado la propuesta peñista y el sueño neoliberal de muchos grupos de poder en México, el más grande que les quedaba por cumplir y que se había quedado colgado de la brocha en el salinismo.
Envalentonado por el triunfo, seis días después Beltrones Rivera respondió a las fuertes críticas de especialistas y de algunos integrantes de una izquierda menguada por sus divisiones. “Hipócritas nacionalistas”, les dijo. Y agregó: “No es la primera vez que tocamos artículos que parecían invencibles o inmaculados… Para eso está el Congreso, para poder traducir las necesidades del país en reformas que permitan avanzar, salir de la mediocridad en la que nos hemos encontrado muchos años, que no nos ha dejado crecer económicamente y por ello genera pobreza, desigualdad e incluso hambre”.
Pero hoy –a dos años, cuatro meses y siete días de aquel día en que los católicos honran a la Patrona del Tepeyac, el día en que la Guadalupana le hizo el milagro a los neoliberales–, el cambio constitucional no sólo no ha mejorado el escenario de pobreza, desigualdad e incluso hambre, al que se refirió Beltrones: la Reforma Energética ha empujado al precipicio a las dos empresas más importantes que le quedan al Estado mexicano: Petróleos Méxicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Con ellas, además, el Gobierno federal está socavando las finanzas públicas y, al más puro estilo priista, tapa un huequito y abre un huecote al contratar más y más deuda para financiar los ingresos que ya no le dan Pemex ni la CFE y, encima, ahora emprende un “salvamento” de la empresa petrolera, uno que debió hacer antes de cualquier reforma para darle viabilidad, y no enviar a la basura al gran motor en la recaudación de impuestos y en la generación de riqueza.
Lo peor de todo: si entre el PRI y el PAN decidieron degollar a Pemex y a la CFE en tiempo récord y en honor a los neoliberales, no tuvieron ni una pizca de voluntad política para decapitar a sus sindicatos y quitarles a esas empresas el peso de una nómina extraordinaria, ineficiente y llena compromisos políticos.
No lo hicieron porque tanto el sindicato petrolero como el de los electricistas son aún muy útiles: no sólo meten un fuerte monto a campañas presidenciales, o las de gobernadores que así convengan, sino dan votos como racimos al partido en el poder; lo hicieron con el PRI por 70 años, lo hicieron con el PAN por 12 años, y lo hacen ahora con el “Nuevo PRI” en Los Pinos.
Privatizar y desregular el suministro de energía fue fácil en el Congreso, más de lo que ellos mismos esperaban, pero desmantelar el corporativismo, con sus fugas, robos y explosiones de billetes,nunca estuvo en sus planes. Primero está asegurar los votos y perpetuarse en el poder, y luego salir de la mediocridad, a la que se refirió Manlio Fabio Beltrones hace ya más de dos años.
Los sindicatos que encabezan Carlos Romero Deschamps y Víctor Fuentes del Villar, sin embargo, se han convertido en otro escollo para la Reforma Energética que nomás mueve nada. Los empresarios nacionales y extranjeros no quieren a esos personajes en su camino ni que sus sombras los envuelvan. Son dos personajes del peor México: el de las mafias oficiales, el de la corrupción desbocada y de la impunidad tolerada.
Esos sindicatos son también ya un legado del Gobierno de Peña Nieto –apoyado por los votos en el Congreso de priistas y panistas–, donde la falta de sanciones y el desprecio por el cumplimiento de la Ley y la rendición de cuentas son vistos ya como una marca registrada.
No, la Reforma Energética no prende y no convence. El PRI y el PAN fueron capaces de aprobarla en un tris, pero no tuvieron el arresto de cortar el tumor del corporativismo en Pemex y la CFE, con todo y sus pestilentes líderes… Un procedimiento a modo que, como sucede con los gobiernos priistas, al final del sexenio nos cargarán en la cuenta.
¡Buena semana, y nos vemos el próximo martes!
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