Hace alrededor de 20 años asistí a una conferencia de Carlos Castillo Peraza. Ahí dijo, palabras más, palabras menos, algo que me hizo pensar sobre el quehacer de la política: el PRI sólo tenía el pasado que ofrecer. En efecto, es necesario que los partidos inspiren al votante a través de una idea compartida de rumbo y destino para todo el país.
Hoy día eso parece faltar en casi todos los partidos. El PRI carece de los discursos hoy atávicos que le legitimaron, como el nacionalismo revolucionario y la mexcanidad, pues Morena se los expropió. Acción Nacional desperdició 12 años de gobierno sin cambiar las mentalidades y junto con el PRD luce desesperado por no perder espacio a partir de alianzas y pepena de viejos priístas.
Nos guste o no, el único partido que presenta una visión sobre comunidad y destino, por más anacrónico que sea, es Morena. Los demás partidos parecen estar más preocupados por sortear 2016 en lugar de desarrollar un discurso competitivo y una agenda de cambios concisa. Tampoco los azules y amarillos tienen candidatos competitivos más allá de las bases.
Al paso que van, la elección de 2018 se decidirá entre el voto de castigo contra el PRI y el voto de miedo contra Morena. ¿Un independiente competitivo? Primero veamos si “El Bronco” no termina convirtiéndose en pony a lo largo de este año, para saber si la figura de candidato independiente no se desgasta prematuramente.
Una señal de la crisis de los partidos es que de las cinco gubernaturas que pactaron el PAN y el PRD para ir en alianza, cuatro candidatos provienen del PRI: José Rosas Aispuro (Durango), Miguel Ángel Yunes Linares (Veracruz), Pedro de León Mojarro (Zacatecas) y Pedro Joaquín (Quintana Roo). Todavía más, en las dos primeras se recicla el candidato de 2010, como si en seis años no se hubiera podido generar una candidatura competitiva con cuadros propios. En otro caso, Chihuahua, vuelve a competir Javier Corral quien tampoco tuvo una historia de éxito en su primera candidatura.
Es hora de dejar de culpar al PRI de movilizar votantes con recursos clientelares como en los años noventa: eso a final de cuentas lo hacen todos los partidos. Comencemos a cuestionar la ineficacia operativa de los partidos de oposición, que aún con gobernadores cuestionados como en Veracruz no son capaces de posicionar candidatos competitivos con discursos capaces de seducir al votante.
Como se ha dicho en este espacio, es necesario comenzar con la normatividad electoral: con su visión restrictiva y autoritaria ha llevado a un conjunto de reglas donde los partidos se protegen entre sí en lugar de competir y ganar a través de mostrar liderazgo, discurso y proyecto.
Urge revisar el sistema de financiamiento para partidos, que sólo hace que busquen mantener la beca del erario. Es imperativo revisar el modelo de comunicación política para que los ciudadanos podamos conocer lo que los candidatos no quieren que sepamos. Bajemos los requisitos para formar un partido mientras hacemos más difícil la conservación del registro. Obliguémoslos a depender de los electores en vez de mantener élites enquistadas en sus dirigencias, cuya lógica es la autopreservación.