Goddard Gunster se considera una de las firmas de relaciones públicas y cabildeo más efectivas en la defensa de los intereses de las grandes corporaciones, conocida por su éxito en detener la reforma en salud que pretendió impulsar el presidente Bill Clinton, ha dedicado gran parte de su labor a defender a la industria de bebidas de las regulaciones que en los Estados Unidos se han tratado de establecer para disminuir el consumo de estos productos vinculados a la epidemia de sobrepeso y obesidad.
A principios de 2014 se mencionó en la prensa nacional que esta firma había llegado a México para combatir el impuesto a las bebidas azucaradas. Es posible que sea esta firma u otra la que está detrás de la intensa campaña contra el impuesto, usando otras agencias de relaciones públicas nacionales encargadas de realizar la guerra sucia. Los ataques han pasado de cuestionar los argumentos y los estudios a los ataques a las organizaciones, las instituciones y las personas que hemos promovido el impuesto, han pasado de atacar el mensaje al mensajero y parecen enfilarse contra los propios investigadores de los institutos nacionales.
Como lo hemos expresado antes, esta campaña se enfoca en el impuesto y no en otras políticas como el etiquetado frontal o la regulación de la publicidad dirigida a la infancia, simplemente, porque el impuesto ha impactado y bajado las ventas de estas bebidas, y las otras regulaciones no han tenido ningún efecto ya que fueron diseñadas por la propia industria.
Una de las estrategias centrales de esta campaña que por un lado ataca a las organizaciones, instituciones, investigadores y activistas que hemos propuesto el impuesto, es la captura de investigadores e instituciones para controlar las regulaciones y sembrar la duda sobre la evidencia. En este espacio nos hemos referido a varios casos en los que se ha expuesto esta estrategia como el del International Lifescience Institute (ILSI) México que trajo a México a expertos pagados por la industria para declarar que no hay relación de estas bebidas con la obesidad y la diabetes y que las medidas fiscales, como el impuesto, no sirven.
El evento se realizó un par de meses antes de intentar reducir el impuesto con el fin de reforzar esa iniciativa. ILSE es una organización internacional patrocinada por la industria, pero su oficina en México actuó de una manera tan burda que fue desconocida y cerrada por la oficina internacional.
Ejemplos hay cientos para demostrar esta estrategia y uno muy claro es en el Reino Unido donde la discusión sobre el impuesto a las bebidas azucaradas se ha dado durante años, con un muy fuerte impulso en los últimos meses. La British Medical Association, el Royal College of Physicians y el propio Public Health England, este último un organismo consultor del gobierno británico, están proponiendo un impuesto del 20 por ciento a estas bebidas.
Las políticas para disminuir el consumo de bebidas azucaradas en el Reino Unido han enfrentado una fuerte oposición de la industria, un buen ejemplo es el del profesor Ian MacDonald de la Universidad de Nottingham. El profesor MacDonald fue elegido como jefe del comité que tendría que generar una nueva guía de consumo de azúcar para la población británica. El comité fue cooptado por los intereses de la industria, el profesor había recibido durante años recursos de Coca Cola como consultor, en total 5 de los 7 miembros del comité habían recibido fondos de Coca Cola, otras empresas de alimentos o grupos de cabildeo.
La argumentación para combatir las medidas fiscales la dio desde hace años Muhtar Kent, CEO de Coca Cola. Declaraba en 2009 en contra de la iniciativa de un impuesto a las bebidas azucaradas con tres argumentos centrales que se repiten en la estrategia en México, señalando que esta medida: solamente contribuía con el 5.5 por ciento del total de calorías en la dieta de los americanos (a), que el impuesto sólo generaría pérdida de empleos (b) y que afectaría a los más pobres (c). El playbock o cuaderno de estrategias de la industria para combatir el impuesto estaba bien establecido: no se reduce ingesta de calorías, se pierden empleos y afecta a los más pobres..
Siguiendo este playbook de la industria es que se realizaron contratos con diversos investigadores de instituciones diferentes en México para reforzar estos dichos. Entre ConMéxico (Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo) y ANPRAC (Asociación Nacional de Productores de Aguas Carbonatadas y Refrescos) pagaron estudios a investigadores del ITAM para concluir que el impuesto no había reducido el consumo de calorías entre la población mexicana (a), a investigadores de la Universidad Autónoma de Nuevo León un estudio para concluir que el impuesto había significado el despido de 11 mil trabajadores y a investigadores de El Colegio de México para señalar que el impuesto había impactado a los más pobres. De esta manera el playbook de la industria estaba completo.
El impacto del financiamiento de la industria de bebidas sobre los resultados de las investigaciones ha sido ampliamente estudiado. En la revisión más reciente de revisiones de estudios sobre el impacto de las bebidas azucaradas en la salud se encontró que en el 83 por ciento de los estudios financiados por la industria no se encontraron o se encontraron muy leves relaciones entre el consumo de bebidas azucaradas y el aumento de peso. Por el contrario, investigaciones financiadas de manera independiente encontraron en una proporción muy similar asociaciones muy fuertes entre el consumo de bebidas y el aumento de peso (AJCN, 2014; 99:1096-104).
Lo interesante en el caso es que el propio estudio del ITAM financiado por la industria llega a concluir que se presentó una reducción en el consumo promedio de 6 por ciento durante 2014 a raíz del impuesto. Es interesante porque en el estudio independiente realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública y la Universidad de Carolina, el único publicado en una revista científica indexada, se llega al mismo dato. Y aún más interesante es que en este último se encuentra que la reducción es mayor en la población más pobre, de 9 por ciento a lo largo del año y de 17 por ciento en diciembre de 2014, señalando que el impuesto no tuvo impacto al principio del año pero que fue aumentando. La población más pobre es la que sufre en mayor medida los daños en salud generados por el consumo de estas bebidas. Hay que recordar que al menos 1 de cada 10 adultos sufre diabetes en nuestro país y los costos de esta enfermedad recaen principalmente en el bolsillo de las familias.
La interpretación del ITAM difiere de la del INSP y la UC al señalar que el impacto no fue significativo ya que la reducción de calorías no fue significativa. La visión economicista al respecto es limitada, al considerar que las calorías son iguales, como lo hacen las refresqueras, hay que recordar la publicidad de Coca Cola comparando las calorías del brócoli con las de su bebida clásica. Existe evidencia de que las calorías libres que vienen añadidas como azúcares en las bebidas tienen un comportamiento metabólico muy agresivo ya que parte de ellas se convierten en grasa en el hígado y en los órganos abdominales, que no es una cuestión de cuántas calorías consumo y cuántas gasto, es importante saber de qué tipo de calorías hablamos.
La industria mantiene que no se ha registrado baja en el peso de las personas con el impuesto y, por lo tanto, el impuesto no funciona. Tal declaración no tiene sentido alguno ya que la baja en peso no puede presentarse de un año a otro por una sola medida, además de no ser una medida en la dimensión recomendada, es decir, el impuesto es de 10 por ciento y no de 20 por ciento como se recomendaba internacionalmente. Además, la propia industria ha bloqueado y cabildeado para que no exista un etiquetado frontal realmente efectivo, así como una regulación que proteja a los niños de su publicidad. Estas medidas serían complementarias a la del impuesto y junto con otras más podrían estar teniendo un efecto mucho mayor.
Por otro lado, el tema no es el peso, no es tanto la obesidad, es la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. Se trata del impacto de estas calorías vacías en las bebidas en el síndrome metabólico. Al respecto, está ocurriendo un fenómeno que llama la atención. En varias naciones el sobrepeso y la obesidad está creciendo lentamente, sin embargo, los nuevos casos de diabetes están bajando. ¿Crece el sobrepeso y la obesidad y los nuevos casos de diabetes bajan?. ¿Qué está pasando? Todo indica que la diabetes está bajando porque el consumo de bebidas azucaradas se está reduciendo. Sin duda el sobrepeso y la obesidad se vincula con el desarrollo de diabetes y las bebidas azucaradas con estas tres situaciones, sin embargo, parece ser que al bajar el consumo de azúcares en bebidas, baja el riesgo de diabetes e, incluso, enfermedades cardiovasculares, aunque el consumo total de calorías no baje.
Esta hipótesis está en consonancia con los resultados del estudio realizado por el Dr. Robert Lustig, profesor en clínica pediátrica de la Universidad de California, con niños latinos y afroamericanos a los que sustituyó el consumo de azúcares añadidos por almidones y azúcares naturales presentes en cereales y frutas, manteniendo el nivel de calorías que ya consumían previamente al estudio para mantener el peso. Los niños que cambiaron el origen de sus azúcares añadidos por naturales, presentes en cereales y fruta, presentaron una reducción en su presión diastólica de 5mm, los triglicéridos en 33 puntos, el colesterol LDL en 10 puntos y mejoraron en sus pruebas de funcionamiento del hígado. No está demás aclarar que este estudio fue realizado sin conflicto de interés con fondos de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos (ver: http://bit.ly/1Rj8wUQ ).
La estrategia de las firmas de relaciones públicas y cabildeo quedan expeustas por la propia Goddard Gunster que explica en su página web: “Nosotros dirigimos el debate. A través de datos e investigación, nosotros definimos los parámetros del debate público y alineamos los intereses de los consumidores, las empresas y el gobierno”. Este es el objetivo de las firmas de relaciones públicas al servir a los intereses de las grandes corporaciones, así lo hicieron durante años con el tabaco, el asbesto, la radiactividad y lo están haciendo con el glifosato, los transgénicos y muchos otros productos. Sin embargo, la evidencia científica, el creciente drama humano y los altos costos financieros para el Estado y las familias que representa la obesidad y, especialmente, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, establecen un límite al engaño y a la manipulación.
Veremos si la Secretaría de Salud enfrenta el secuestro de las instituciones.