Mommy Wars

20/02/2016 - 12:02 am
Yo ni sabía que existía el término Mommy Wars, y al principio creí que era una parodia de Star Wars. Foto: Especial
Yo ni sabía que existía el término Mommy Wars, y al principio creí que era una parodia de Star Wars. Foto: Especial

Yo ni sabía que existía el término Mommy Wars, y al principio creí que era una parodia de Star Wars. Eso dice mucho de mi momento de vida. Al buscar en internet me enteré de que el término nació en los 80, inspirado por la rivalidad entre las madres trabajadoras y las madres de tiempo completo. En las últimas décadas “la guerra” se ha vuelto expansiva y se refiere a cualquier diferencia en el estilo de crianza de los hijos: vacunar o no vacunar, dejar llorar o no dejar llorar, amamantar o dar fórmula, amamantar en privado o en público, parto natural o cesárea, etcétera, etcétera. Resulta que además de vivir con la duda eterna de si estás siendo buena mamá, tienes que justificar porqué haces cada cosita que haces ante tus amigas y familiares porque ahora, gracias a internet, todo el mundo es un experto, cualquier moda se convierte en una teoría y cualquier link es un “artículo”, aunque carezca de fuentes verificables o venga del blog de una mamá igual de inexperta que tú.

Mientras más pasa el tiempo, el tema del feminismo va pasando de moda, como si fuera eso, una moda y no una lucha contra un implacable patriarcado que sigue oprimiendo al sexo femenino y que está alimentado al 50 por ciento por éste. Así es: las mujeres tenemos un (alto) grado de responsabilidad en cuanto a la repetición de patrones y la difusión de ideas se refiere. A estas alturas no es culpa de nadie: es un modelo impreso en todos, hombres y mujeres, que se va modificando tan lentamente como cualquier tema evolutivo. Las mujeres que por su situación tienen la oportunidad de filosofar respecto a si trabajar o no, o tener hijos o no (no todas tenemos el mismo control sobre nuestro destino, lamentablemente), viven en un constante ir y venir, estresadas siempre por lograr un equilibrio entre sus instintos, sus deseos, sus carreras, sus familias y, en fin, todo lo que nos hace mujeres.

Siglos peleando por la libertad reproductiva, por el voto, por todas las causas “feministas”, y ahora estas mujeres que han ejercido sus derechos para ser madres se la pasan peleando entre sí y juzgándose unas a otras. Siglos luchando contra el control externo de nuestros cuerpos y decisiones, ¡para esto! ¿Y la lealtad gremial? Me parece increíble el grado de antifeminismo (porque esto no es machismo, no podemos culpar a los hermosos varones) de esta guerra: se toma a la maternidad, asunto que late en lo más profundo de la esencia femenina, y se le convierte en un asunto externo, de control, de juicios y competencias. Se inventan términos para cosas que se vienen haciendo desde tiempos inmemoriales y en foros, blogs, páginas de Facebook y otros medios se hace patente esta “guerra” que a veces causa rupturas en grupos de amigas o hace la convivencia imposible.

Por supuesto, las únicas que tienen tiempo para estas guerras son las mujeres de clase media para arriba, que pueden elegir qué tipo de telita ponerse para amamantar en público, o qué marca de fórmula comprar. Las demás mujeres no tienen tiempo para andarse preguntando cada cosa. ¿Trabajar o no trabajar? Trabajar, si no hay de otra. ¿Fórmula? Pues no, que el pecho es gratis. ¿Envolver al niño o no? Si hay manta se envuelve, si no, no. Desde la banca, porque en este tema soy una observadora, puedo ver el estrés que a las novatas les generan todas estas teorías y aseveraciones, y si de por sí no podían dormir, ahora, en las dos horas entre comida, chillido y pañal, rumian interminablemente cada detalle de su crianza y escuchan voces… “Vas a joder al niño”… “Va a ser un sicópata”…

La democracia mediática permite que cada vez más de nosotros, a veces firmando y a veces anónimamente, clamemos “ASÍ ES”. Tendríamos que asumir que si existiera un “así es” de la maternidad y todas las madres lo siguieran al pie de la letra, el mundo sería un lugar perfecto, sin niños jodidos ni sicópatas rondando por ahí. Porque (nota feminista) a los padres, mientras “apoyen” un poco, se les perdonan muchas cosas. En cambio, las mujeres, entre nosotras, no nos perdonamos nada. Somos las primeras en llamarnos perras unas a otras, en chismear, inventar y/o exagerar rumores de colegas y amigas y, ahora, en temer los juicios de las demás, incluso en un tema que antes se quedaba, como la ropa sucia, dentro de casa.

El otro día me tocó cuidar a mi sobrino de menos de un año por siete horas. Durante esas siete horas cometí un montón de errores que habrían arqueado muchas cejas: no molí bien la pera. Le di demasiada agua y se le empapó la playera y le dio hipo. No le apreté bien el pañal y… ya se lo imaginan. Lo llevé a la clase de estimulación temprana y lo dejé levantarse de una manera: las madres me miraron con sonrisas condescendientes (“se nota que es la tía”), la maestra me corrigió y aparentemente no le disloqué ambos brazos al bebé. Jugamos, reímos, lo puse a bailar en el espejo y a cantar canciones bobas mientras él trataba de arrebatarle el títere a la maestra. Cuando su madre volvió yo estaba lista para irme a la cama, y eran las tres de la tarde. ¿Cómo puedes hacer esto todo el día?, le pregunté a mi hermana. Haciendo con una parte del cerebro, preguntándote si lo estás haciendo bien, con la otra, cargándolo con una mano, respondiendo mails del trabajo con otra… y leyendo acerca de cada paso para enterarte de cómo podrías estarle arruinando la vida ahora. “Lo amo”, respondió. Criar es amar. Darle todo tu tiempo a alguien es el mayor acto de amor posible y todas estas madres sobre preocupadas, sobre leídas y dotadas de todos los recursos, están haciendo lo que todos los padres y madres del mundo hacen y han hecho siempre: lo mejor que pueden. Así que, a todas, aplausos.

Lorena Amkie
Nació en la Ciudad de México en 1981. Su idilio con las palabras empezó muy temprano y la llevó a pasearse por la poesía, el ensayo y el cuento, para encontrar su hogar en la novela. Graduada de Comunicación por la Universidad Iberoamericana, ha publicado la trilogía gótica para jóvenes Gothic Doll (Grupo Planeta) y la novela El Club de los Perdedores. Imparte talleres de escritura creativa y colabora con distintos medios impresos y digitales. Su cercanía y profundo respeto hacia su público, así como su estilo franco y nada condescendiente, le han valido la atención de miles de jóvenes en México y Latinoamérica, situándola como una de las autoras de literatura juvenil más interesantes en el mundo de habla hispana actualmente.
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