Por más que nos indigne un nuevo escándalo de corrupción que queda impune en México y termina persiguiéndose en otro país, seguirá pasando lo mismo una y otra vez hasta que sepamos por qué sucede y presionemos por cambios que no propondrán por libre voluntad nuestra elite política.
Como es de esperarse, frente a la detención de Humberto Moreira el PRI va a buscar no atacarlo e incluso brindarle algún beneficio de la duda. Y lo hará hasta que le resulte demasiado costoso y tengan que venir los deslindes. Eso es normal y si lo dudan recuerden que Padrés sigue gozando del apoyo del PAN y nadie en la izquierda se ha responsabilizado directamente por haber hecho candidato a Abarca en Iguala.
Lo preocupante es que ninguno de los partidos hace gran cosa para que haya un castigo, salvo en el caso de delitos de verdad graves como las muertes de los normalistas. Fuera de eso, todo se resume en declaraciones estridentes, bravuconerías y la creación de instituciones sin capacidad de investigar o sancionar. O como se diría coloquialmente, se inventan elefantes blancos en vez de resolverse problemas.
Hace unos días Manlio Fabio Beltrones declaró, como primer intento de deslinde ante Moreira, que las instituciones no son responsables de los individuos. Esto es al menos inexacto: si entendemos a las instituciones como reglas del juego, se espera que condicionen las conductas de los individuos a cambio de premios o castigos en caso de cumplimiento o violación. Si esto no ocurre significa que son débiles o que fueron diseñadas para tolerar conductas como la corrupción y la impunidad. Veamos por qué.
Para empezar, no puede haber instituciones fuertes si quienes las gobiernas se ven obligados a rotar cada tres o seis años sin el control del ciudadano. Esto inhibe la rendición de cuentas: ¿para qué hacerlo si se van a ir a otra parte al terminar sus mandatos? Si bien a partir del año pasado comenzaron a elegirse diputados locales y autoridades municipales que podrán aspirar a ser reelectas por lo menos en una ocasión y eso sucederá también a partir de 2018 con los legisladores federales, entraremos en una curva de aprendizaje que tomará algo de tiempo y que no llevará a parte alguna si desde ahorita no comenzamos a vigilar a nuestros representantes y gobernantes.
Otro problema que se ha tratado en este espacio: la inmunidad procesal de los legisladores se encuentra tan mal diseñada y acotada que se ha convertido en una patente de corso para todo representante popular y funcionario público. Las propuestas que se han presentado ante el Congreso o dificultarían aún más la responsabilidad o podrían crear problemas políticos graves. En breve, lo que mal llamamos “Fuero Constitucional” debería ser una protección al quórum del Congreso, no la carta de impunidad que hoy es.
Otro elemento: a nivel federal las normas en materia de transparencia son perfectibles y aún falta por definir la normatividad secundaria en materia anticorrupción. Lo anterior es preocupante, pues no sólo se carece de un marco regulatorio eficaz, sino que es un tema que se ha “congelado” al menos desde noviembre de 2012, cuando el equipo de Peña Nieto presentó una iniciativa en la materia aún antes de tomar posesión.
Si la situación a nivel federal no es halagadora, se torna preocupante a nivel estatal y municipal. Hay dos vías para atender esto: centralizar y dejar que el cambio de dinámicas que traería la posibilidad de reelección inmediata reactiven los equilibrios locales que hoy están cooptados por los gobernadores. El primer camino llevará a que los escándalos se conviertan en intercambio de favores en el Congreso de la Unión. El segundo tomará tiempo y es responsabilidad de la ciudadanía de cada estado, pero puede llevar a soluciones más eficaces.
Ningún partido va a hablar sobre las mejores maneras de combatir la corrupción y la impunidad si eso significa perder márgenes de maniobra. Tampoco existen soluciones inmediatas o lineales. Nos guste o no, es responsabilidad de cada uno ir más allá de la bravuconería de “decir verdades” o recitar el mantra “me dueles México” e informarse, discutir y presionar. De lo contrario nuestros políticos seguirán diseñando instituciones de acuerdo a sus intereses y complicidades.