Antonio Salgado Borge
15/01/2016 - 12:00 am
Los malos de la película
En lugar de enfocar la atención en la organización de las redes criminales o en los factores estructurales que exacerban la violencia -como la falta de regulación que permite que se exporten partes de armas de Estados Unidos que luego son ensambladas en nuestro país o el lavado de dinero- el gobierno mexicano ha evidenciado sus prioridades optando por desviar la mirada del público hacia la figura de Kate del Castillo.
La narrativa de la “guerra contra las drogas” debe de incluir a “buenos” y “malos” porque de otra forma no se justificaría la violencia, las muertes y los recursos económicos que se derrochan para sostener esta estrategia. El caso de “El Chapo” Guzmán es muy incómodo para nuestras autoridades en parte porque este ha terminado de exhibir que algo no alcanza a cuadrar en esta narrativa.
Uno de los motivos por los que el país no está celebrando la reaprehensión de “El Chapo” es que para muchos –incluida desde luego Kate del Castillo- algunos funcionarios mexicanos son menos confiables que el propio narcotraficante.
La existencia de esta disyuntiva es francamente patológica. En primer lugar porque buena parte de las organizaciones criminales se dedican a diversos delitos entre los que se encuentran la trata de personas –incluidos niños- o el tráfico de órganos. Por su parte, el gobierno puede informalmente tolerar o ser cómplice de todo lo anterior; pero es mucho más que eso al tener a su cargo una serie muy amplia de funciones sociales como salud, vivienda o educación. Sin embargo, cuando la línea que separa a unos de otros es tan delgada, los criminales que no forman parte del gobierno pueden salir ganadores de esta comparación porque ellos no manejan recursos públicos ni prestan servicios.
En semejante escenario, vender la narrativa de un duelo entre fuerzas del bien y fuerzas del mal es prácticamente imposible porque no es fácil identificar a los buenos de esta película. Y es justamente esta ausencia de “buenos” lo que vuelve tan atractiva el concepto de supervillano. A los gobiernos les resulta muy productivo reducir a sus enemigos a una figura de esta naturaleza ya que esto fomenta que el público no deje de percibir el conflicto como un duelo entre “malos” y “muy malos”. Además, como bien sabía Felipe Calderón, para un gobernante no hay manera más fácil de hacerse necesario que sembrando miedo.
En las películas los supervillanos suelen ser presentados como los “más malos de todos los malos”. Para Hollywood, el líder absoluto de un grupo de rufianes es normalmente una caricatura deshumanizada y monocromática; en él o ella no hay espacio para contradicciones o sentimientos, lo único que puede albergar es maldad. Historias como el amor de “El Chapo” hacia sus hijas o su posible obsesión con Kate del Castillo revelan un lado muy humano de este personaje que complica cualquier intento del gobierno de proyectarlo como maldad pura. Desde luego que ello no exime a “El Chapo” de ninguno de los crímenes cometidos por él o por su organización, pero sí socava la narrativa ideal que buscan nuestras autoridades y ayuda a ver la realidad de una situación que no tiene nada de fantástica.
Otro motivo por el que a un gobierno le conviene alimentar la imagen del supervillano es porque con ello sus posibilidades de éxito se multiplican: es mucho más fácil matar o encarcelar a un ser humano que desarticular una organización criminal compleja. Pero la realidad es muy distinta a aquellas películas en las que que, una vez caído el jefe todos sus secuaces son automáticamente derrotados. La caída del supervillano tampoco resarce el daño que éste ha causado, como ocurre en alguna películas de zombis en las que basta con terminar con el “líder” para que todos las víctimas regresen a su estado previo.
Las declaraciones de “El Chapo” Guzmán y de “El Mayo” Zambada nos recuerdan que su eventual desaparición o encarcelamiento no cambiará absolutamente nada. Después de conocer las condiciones en las que operaba y las zonas en las que se movía “El Chapo”, y considerando que ha pasado los últimos años de su vida en penales de alta seguridad, es válido suponer que su participación activa en la empresa mexicana con más presencia en el mundo, y que por ende requiere de una estructura logística, financiera, política y operativa, a estas alturas muy probablemente resulta innecesaria.
Y es aquí donde ha entrado en escena una nueva villana. En lugar de enfocar la atención en la organización de las redes criminales o en los factores estructurales que exacerban la violencia -como la falta de regulación que permite que se exporten partes de armas de Estados Unidos que luego son ensambladas en nuestro país o el lavado de dinero- el gobierno mexicano ha evidenciado sus prioridades optando por desviar la mirada del público hacia la figura de Kate del Castillo.
Excurso
Esta columna se tomará dos semanas de descanso y estará de regreso el viernes 5 de febrero.
@asalgadoborge
Antonio Salgado Borge
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