Adrián López Ortiz
14/01/2016 - 12:00 am
La recaptura de “El Chapo” vista desde Sinaloa
Imposible no hablar de “El Chapo” y su tercera captura. Imposible no hablar de Peña Nieto y su célebre tuitazo. Imposible no hablar de Sean Penn metido a “periodista”. De la fascinación de Kate del Castillo. De la eficaz Secretaría de Marina.
Imposible no hablar de “El Chapo” y su tercera captura. Imposible no hablar de Peña Nieto y su célebre tuitazo. Imposible no hablar de Sean Penn metido a “periodista”. De la fascinación de Kate del Castillo. De la eficaz Secretaría de Marina.
Cierto es que el Presidente recupera algo de confianza. Por eso comunica él mismo la captura. Para ver si los mexicanos volvemos a creerle aunque sea un poquito.
Cierto es también que el capo exhibe la humanidad que no abandona a estos personajes. ¡Quiere una película autobiográfica con la Reina del Sur! Pérez Reverte sonríe en algún lugar. Élmer también.
Y cierto es que durante estos días mexicanos y estadounidenses ingresamos al instituto de “chapología”, como dice Jesús Rojas, columnista de Noroeste. Todos somos expertos, todos lo “sabíamos” desde que empezó el operativo… ¿era obvio no?
Por eso quiero abonar desde otro sentido: cómo se ve la recaptura no desde la versión de Loret de Mola ni desde la Presidencia (que es la misma). Sino desde Sinaloa, desde los que vivimos muy cerca del poderoso Cártel de Guzmán y Zambada. Porque en Sinaloa el Cártel de Sinaloa es vecino, cliente, proveedor, socio, socialité, policía.
La primera lección es obvia y dolorosa. Lo vuelven a agarrar aquí, en este estado marcado por un estigma que confirma a diario. ¿Por qué? Porque aquí se sentía más seguro que en ningún otro sitio. Tiene amigos, empresas, relaciones, gobernantes e instituciones que lo protegen. A base de dinero y miedo, pero los tiene. Eso lo saben todos los sinaloenses.
Otra cosa que no se dice en medios nacionales. Todos sabemos que Los Mochis es la capital política de facto en Sinaloa: de allí provienen el Gobernador, el Secretario de Gobierno, el Secretario de Finanzas y decenas de funcionarios estatales. Dice Gilberto Ceceña, nuestro cartonista, que ahora en Sinaloa vale más un acta de nacimiento de Los Mochis que un título de Harvard. Y al capo lo detienen en esa ciudad que ahora quiere sacudirse la mala fama, en una colonia residencial y a unas casas de la del Secretario de Gobierno y de la Policía Ministerial (casualmente igual que en la segunda captura en Mazatlán). ¡Y nadie se dio cuenta que “El Chapo” estaba allí! ¿Ustedes lo creen? Los sinaloenses tampoco.
Por eso sabemos también que a las autoridades locales no se les avisa nunca de estos operativos. Por su tufo a corrupción con el crimen organizado.
Sabíamos que lo lógico era la extradición del capo y que su base social intentaría manifestarse en contra. En Guamúchil la policía frustró una marcha que nos avergonzaría de nuevo. Es probable que veamos otros intentos.
También sabemos los sinaloenses, y lo validan los expertos, que el negocio seguirá intacto. Veremos reacomodos silenciosos: un ejecutado aquí, otro allá; sabremos semanas después de su relevancia criminal y el mensaje implícito de sus muertes. Pero la mariguana, la cocaína, las metanfetaminas, el robo de autos, los “levantones”, el lavado de dinero, la corrupción policial y política… seguirán igual en Culiacán, Los Mochis, Mazatlán. El tráfico no se acaba con su captura, dijo “El Chapo” Guzmán parafraseando a “El Mayo” Zambada.
Mientras no veamos que se desmantela a las estructuras institucionales corruptas, el Cártel de Sinaloa seguirá siendo la corporación sinaloense más célebre del mundo.
Pero sobre todo hay dos reflexiones que nos preocupan a los sinaloenses.
La primera es una afirmación dolorosa, vergonzante: otra vez somos, a los ojos del mundo, el estado narco por antonomasia.
Poco se puede hacer: el narco -lo narco, vende, envuelve, hipnotiza. Tanto que Sean Penn y Rolling Stone se juegan su popularidad a una primicia con un narcotraficante mexicano. Tanto que el Presidente basa la recuperación de su credibilidad en su captura casi fortuita. Tanto que, debido a la impunidad y la falta de oportunidades, miles de sinaloenses viven de eso.
La segunda es una pregunta compleja que solo tiene respuesta precisa a posteriori: ¿qué pasará con esta detención al interior del Cártel de Sinaloa?, ¿se nos vendrá otra vez la epidemia de violencia?, ¿corremos peligro?
No lo sabemos. Las consecuencias reales surgirán con el tiempo. Prácticamente nadie considera que la seguridad mejore. Pero mientras los medios nacionales e internacionales discuten la recaptura de Joaquín Guzmán desde lo periodístico y hasta lo ético, en Sinaloa medios y ciudadanos tenemos que sacar otras cuentas que tienen que ver con la censura, la vergüenza, el miedo. Y con algo peor: la desesperanza.
La desesperanza de saber que tenemos instituciones podridas y gobernantes cooptados. La desesperanza de saber que pese al discurso oficial de la superficie, debajo, el crimen organizado es la autoridad paralela. La desesperanza de saber que esa situación difícilmente va a cambiar pronto si apostamos a la continuidad. Sinaloa no está bien, no puede estarlo cuando el tema principal de muchos ciudadanos es el miedo.
“En Sinaloa no todos somos narcos”, lo he leído harto en Facebook y lo he escuchado hasta el cansancio como un reclamo de decencia. Cierto, no todos.
Pero aquellos que sí lo son tienen el poder de dictar el estado de ánimo y la imagen de Sinaloa. Un estado repleto de gente que quiere cambiarlo. A pesar de sus narcos, a pesar de su gobierno… que muchas veces son lo mismo.
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