Belisario Domínguez se enfrentó al dictador estando en absoluta desventaja y sabiendo que arriesgaba la vida, y la perdió. Nada más lejos de la vida de Baillères. Recordar a Belisario Domínguez a través de un potentado amigo del régimen, es por lo menos contradictorio y a lo más un acto de sumisión de la República ante el poder del dinero.
“La verdad es ésta: (durante este Gobierno), no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes... la Revolución se ha extendido en casi todos los estados; nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa de la República amordazada, o cobardemente vendida al Gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados y, por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria”.
Concluye el discurso con la propuesta al Senado de que se exija la renuncia del entonces presidente Victoriano Huerta al mandato de la República. Esto lo pudo haber dicho Baillères y se haría merecedor de la medalla.
Aunque el empresario lo recordó, no lo hizo de voz propia: aplaudir las reformas estructurales, y decir que la educación de calidad es el gran igualador social es una falacia para pacificar su conciencia, es un lugar común que nos condena al retraso permanente porque sólo una élite, la “nata de la nata” tiene acceso a ese tipo de educación. Cabe recordar que junto a él estaba el presidente que ha llevado al país a esta situación, ¿cómo iba a pedirle su renuncia?
Domínguez enfrentó a Huerta, Baillères es amigo de Peña Nieto; el uno luchó hasta la muerte por la democracia y contra la pobreza, el otro se ha enriquecido de los bajos salarios que empobrecen cotidianamente a los mexicanos. Domínguez era progresista, Baillères es conservador.
Ciertamente que ambos nacieron en buenas cunas, y Domínguez estudió Medicina en Francia, porque era de una familia adinerada, y que Baillères puede tener una vida ética personal y familiar respetable como la de Belisario, pero ahí quedan las coincidencias.
Baillères merece el reconocimiento de sus pares y del Gobierno, por ser un empresario exitoso, pero no la presea del Senado; los mexicanos que realmente se merecen la Belisario Domínguez son los padres de las víctimas de Ayotzinapa.