Antígona en Juárez: un golpe de verdad

10/11/2015 - 12:01 am

“Nuestra patria nuevamente es una tierra de paz y de sosiego. Después de las violentas marejadas de la guerra, las cosas se han asentado y funcionan como lo planeado. Miren a su alrededor: el vino está en las ánforas, los sirvientes sacuden las alfombras por la ventana; el amor llega otra vez y felizmente por igual entre los inmortales como en los efímeros, y los muertos de la guerra están abrigados ya por la tierra… excepto uno, Polinices el hermano de Antígona que dirigió el ataque contra Tebas”.

Efectivamente hoy disfrutamos de una refrescante paz, pero la noción de que ésta es aparente está en todas las mentes de quienes sobrevivimos a la guerra contra el narco; así, esta frase de “El Eco de Antígona” parece dedicada especialmente para Juárez, Torreón, Chihuahua, Monterrey, Tijuana y las grandes ciudades de la frontera norte.

Aquí la voz de los gobernantes ordena que se cante que la tierra es una de paz y sosiego, aunque permanecen insepultos no sólo un combatiente, sino miles de jóvenes, hombres y mujeres que desaparecieron y nunca fueron buscados porque los investigadores estaban convencidos de que eran enemigos del bando y no merecían sepulcro.

Durante esos 5 años, y tan sólo en mi oficina de Derechos Humanos, documenté con nombre, lugar y hora de desaparición 19 casos y en 6 de ellos localizamos a los cadáveres; los otros 13 permanecen extraviados y sus madres, esposas e hijos, no tuvieron dónde dejarles un ramo de flores este Día de Muertos. Hay otros cientos, tal vez miles, que desaparecieron y cuyos familiares se escondieron o huyeron de la ciudad; tan solo en la fosa común permanecen sin identificar mil 49 personas que murieron en los últimos 7 años.

La obra fue presentada en el café teatro Telón de Arena la semana pasada y revolvió las emociones y recuerdos no olvidables de muchos de los asistentes, porque se basa en una pieza que plantea conflictos y diálogos actuales mientras haya gobernantes que consideran que tienen el poder para atentar contra los derechos humanos de sus ciudadanos.

Es un encuentro con lo obvio de la injusticia: Antígona enfrenta al rey después de haber rendido honores fúnebres a su hermano, violentando la ley, y el regente la manda a una cueva donde morirá un poco cada día. Aislada, torturada, sin ver a nadie y sin un juicio justo, es una mujer que se enfrentó a una ley inhumana y por eso morirá.

¿Cuántos seres humanos son aislados y torturados en el país cada día? Se violan sus derechos elementales que ningún funcionario puede cancelar.

Así como Creonte no podía cancelar los ritos fúnebres porque eran ordenados por los dioses y él no tenía jurisdicción en esas leyes, no escritas y sin término de vigencia, así los derechos humanos escapan a la jurisdicción de los gobernantes mexicanos porque pertenecen a los grandes pactos internacionales y sólo son reconocidos por la Constitución.

Este es un país de víctimas de guerra y de la pobreza extrema, que se van moviendo por la nación como por sobre la tabla Ouija con la que jugábamos en la década de los sesenta. Pero a la autoridad no le interesan, son un tema lejano y difícil de que se llegue a la orden del día. Hay una Ley General de Víctimas que no se aplica porque los gobernadores no la aceptan, como Creonte no aceptó la ley de los dioses.

Aunque percibo que vivimos en la misma Tebas que describió Sófocles 450 años antes de Cristo, en la obra el gobernante enloquece para aplicar la ley, denuncia y combate la corrupción de la burocracia, rechaza las súplicas de su hijo, porque “quien gobierna bien en su casa, gobierna bien el país” y no hará excepciones ni a su propia sangre mientras que ahora sí disculpan a sus amigos, protegen a sus hijos y familiares de los efectos de la ley y aceptan el tráfico de influencias.

Pero vivimos en paz y ahora ya podemos darnos un toque de mariguana, ¡qué viva México!

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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