Por más que algunos deseen evitarlo, la carrera para 2018 ya empezó. Y entre más tiempo tarden los partidos en posicionar precandidatos, en mayor desventaja se encontrarán frente a quienes llevan trabajando el terreno. ¿Se viola una ley? Quizás, pero nuestra normatividad electoral se hizo para que controlen los partidos la vida política, no para premiar la competitividad.
En este marco apareció hace unos días la entrevista de Margarita Zavala para la revista Vanity Fair. Ciertamente es la precandidata más aventajada de la derecha: goza de excelente imagen, es de trato sencillo y muy cordial e incluso es de las pocas primeras damas que no sólo se mantuvo en un perfil discreto, sino que también su matrimonio sobrevivió al sexenio. Al menos está a años luz del papel que desempeñaron Martha Sahagún y Angélica Rivera.
Por otra parte Margarita tiene poca competencia en su partido. ¿Y Moreno Valle? Los gobernadores que brincaron exitosamente a una candidatura presidencial como Vicente Fox, Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto e incluso Marcelo Ebrard tejieron una historia de éxito sobre su gestión desde el primer día de su mandato. También supieron acceder a los medios nacionales. Ese es el problema del poblano: no ha transmitido una narrativa adecuada sobre su mandato, es más conocido por sus escándalos y fallas. Además, su nivel de reconocimiento es bajo a nivel nacional y es prácticamente un desconocido en la prensa internacional.
Ahora bien, el problema es que el PAN se mantenga cohesivo durante la campaña presidencial: algo que no es poca cosa.
La entrevista tiene sus fortalezas. Mostró un discurso de género más articulado y asertivo que el que tuvo Josefina Vázquez Mota en 2012. También es cierto que ha construido una carrera política independiente de la de Felipe Calderón: su capital político no necesariamente está amarrado al de su esposo, aunque tendrá que saberse desmarcar definitivamente en los próximos meses.
Aunque el discurso fue bien cuidado y se nota que Margarita sabe lo que está hablando, la entrevista tiene un punto débil: no inspira. Este es un problema importante si vemos que va a competir contra el mejor comunicador político: Andrés Manuel López Obrador. Para sus feligreses el tabasqueño es el tipo de líder desinteresado y bueno que el nacionalismo revolucionario nos enseñó a esperar por décadas.
La habilidad de López Obrador para encarnar esos cánones e imágenes es tan fuerte que quien desee vencerlo no lo logrará enfrentándolo o descubriéndole una propiedad o escándalo, sino conociendo sus estrategias y tejiendo un discurso que lo supere. Y es difícil imaginar que la ciudadanía se impresione con una candidata que declara que su mayor placer es leer libros de derecho, soñando un país mejor. Se necesita algo más para capturar la imaginación del votante.
Pero bueno, todavía falta mucho para 2018. Disfrutemos el espectáculo.