Hay pocas cosas tan peligrosas como no saber de los asuntos públicos o analizarlos de acuerdo a parámetros que no sirven. En el primer caso se corre el riesgo de que otros tomen decisiones ajenas al interés de la persona que se abstiene. En el segundo uno puede terminar como tonto útil de quien define los criterios falaces.
Desafortunadamente el debate político está lleno de ideas o información que poco sirve para entender los problemas y menos aún encontrar las soluciones más eficaces. Es más, a menudo se encuentra con cháchara orientada a mover las vísceras antes que el pensamiento.
Una de esas creencias erróneas es creer que un político tiene un estatus distinto al resto de la ciudadanía, ya sea por una dimensión moral que se atribuye superior o por cualidades como la inteligencia o un grado académico. Si se sigue este argumento se concluye que basta con elegir a gente “virtuosa” o “preparada” para que se resuelvan los problemas públicos y desentenderse de la política.
Al contrario, una democracia funciona mejor cuando asumimos que los gobernantes son tan perfectibles como el resto de los mortales, de tal forma que en lugar de confiar en sus cualidades debemos dividir su poder en instituciones, establecer mecanismos de rendición de cuentas y vigilarlos de manera permanente.
El día de ayer el periódico El Universal publicó un artículo donde muestra que los diputados de la actual LXIII Legislatura (2015-2018) son los que menor nivel educativo en los últimos años: mientas el 79% tiene educación universitaria, el 21% no la tiene. Lo anterior se tomó con base en que 83% de los diputados de la LXII Legislatura (2012-2015), 90% de la LXI Legislatura (2009-2012) y 87% de la LX (2006-2009) tenían al menos una carrera.
Si bien es deseable tener legisladores con formación profesional, ¿es de verdad relevante? En realidad, no necesariamente. De hecho quizás sea importante para quienes sean presidentes o secretarios de comisiones que requieran una preparación en temas como economía o derecho constitucional en comisiones como Presupuesto o Puntos Constitucionales. Para otras es recomendable tener conocimiento previo de los temas, pero no es relevante en sí.
De hecho los partidos suelen meter en sus listas plurinominales a cuadros con preparación en las áreas que consideran importantes, aunque hablamos a final de cuentas de una minoría. Son muy pocos los que valen por su expertise y son los que suelen ir de cámara en cámara al no haber reelección inmediata.
Entonces, ¿cómo es que un legislador llega a especializarse en un tema? La respuesta suele ser: porque le conviene. Por ejemplo un diputado o senador puede tratar un asunto si eso le facilita seguir en su cargo en la siguiente elección. Meterse en una comisión que incida en la agenda de su distrito le puede ganar apoyo, pues adquiere un perfil mediático como el campeón de una problemática local, puede interactuar con los grupos de interés relevantes o presentar iniciativas a nombre de sus electores.
De hecho en órganos legislativos tan especializados como el Congreso de Estados Unidos un diputado o senador hace carrera en las comisiones, de tal forma que en la medida que logra permanecer en su cargo asciende en el rango de esa instancia. A esto se le llama sistema de antigüedades (Seniority System).
¿Qué pasa en México? En realidad un legislador sabe que por más empeño que dedique la continuación de su carrera depende de qué tan bien está con el partido, de tal forma que la especialización en un tema es por lo general irrelevante.
Por otra parte es difícil que un profesionista exitoso llegue a interesarse en una carrera política. Los salarios no son competitivos para empezar y no hay garantía de quedarse en ese puesto. Si el costo de oportunidad es alto, ¿para qué meterse? Tal vez la raíz del problema es cómo hacer que perfiles distintos a los actuales se interesen por la política y no creer que van a llegar de manera providencial.
A partir de 2018 elegiremos para el Congreso de la Unión diputados y senadores que tendrán la posibilidad de quedarse en sus cargos si logran ser reseleccionados por el partido y reelectos por sus electores. Esto dará incentivos para que se especialicen en temas de comisiones, toda vez que les convendrá. Y la competencia continua ayudará a que se queden los más aptos para el cargo de legislador.
Y ya en serio, ¿cuántos de quienes se escandalizan por el bajo nivel académico de los actuales diputados se molestaron en revisar los perfiles y antecedentes de los candidatos que eligieron? Ninguna democracia funciona si no nos involucramos.