Todo se ha dicho ya, sólo falta saber si el Presidente va a seguir hundiéndose con los delincuentes que actuaron, supieron y callaron o si finalmente va a liberarse de ese lastre que lo jala al fondo más aprisa que la casa blanca.
No le queda salida, está probado que los tres niveles de gobierno supieron que la noche del 26 de septiembre, en Iguala, había una crisis que involucraba disparos de arma larga, estudiantes detenidos y actos de violencia, y que se prolongó durante cinco horas.
Existe la presunción fundada de que supieron, permitieron o incluso usaron a un grupo de asesinos, vinculados a las bandas delictivas, para que prepararan y ejecutaran la desaparición forzada y tal vez ejecución extrajudicial de algunos o todos los detenidos. No creemos que estos asesinos hayan sido obligados a decir la verdad pura y llana, tampoco que ellos sean los únicos que conocen todos los detalles de los hechos.
Peña Nieto ha de saber que él es el jefe único del Estado Mexicano, y que no se sacó la lotería, que se hizo responsable de un país. Debe de estar consciente de que los mexicanos queremos vivir en paz, y que no podemos hacerlo mientras no estemos seguros y fuera de toda duda de que los implicados, por omisión o por comisión, de este crimen están en la cárcel.
Sólo quiero repetirle una vez más lo que Luz María Dávila, madre dolida de Salvárcar, dijo al presidente Calderón: "Si uno de los muertos fuera hijo suyo, usted buscaría hasta debajo de las piedras a los culpables".
El Presidente no puede pensar que a él no le pueden informar con toda discreción quiénes fueron los involucrados en, y cómo sucedieron, los hechos, porque en México el presidente tiene todo el poder constitucional y metaconstitucional sobre los funcionarios federales, y hay gente de su jurisdicción enterada e implicada en el caso.
El Presidente es el jefe natural, supremo de las fuerzas armadas, por lo que los militares a cargo de la zona y el General Cienfuegos, no le pueden mentir o callar lo que pasó esa noche.
No necesitamos muchas fiscalías, ni discutir muchos detalles, sólo se necesita la voluntad del Presidente, y eso es lo que esperamos los mexicanos que sabemos como funciona el país. Y todos los mayores de quince años lo sabemos.
Las miserias que sufren las víctimas sobrevivientes y que buscan a sus hijos son evidentes y el Gobierno no hace nada. Cuando asesinaron a Colosio, el Presidente Salinas en cinco minutos ordenó la creación de un fideicomiso que asegurara que los niños (entonces huérfanos de padre y pronto de madre) no sufrieran estrechez económica.
¿Por qué no hacer lo mismo? No hace falta someter a las familias a miles de trámites que sólo las victimizan y revictimizan, como hemos visto que sucede con los padres de Salvárcar.
Si entre los muertos hubiera hijos de sus altos funcionarios o de él mismo, la atención sería otra. Ni él ni sus consejeros creían que se cumpliría un año de indignación permanente, todos le dijeron que esto iba a olvidarse después el siguiente escándalo, pero no ha sido así. Al contrario, los escándalos ya no se restan entre sí como antes, ahora se suman y se convierten en un clamor.
Como le sucedió a Creonte en Antígona, por no actuar a tiempo ni ser flexible como se lo pidió Hemón, su hijo, al final se quedó solo, completamente solo y tuvo que retirarse del palacio, renunciando a todo, y esperar a que llegara su último día.
Luis XVI, en Francia, confiaba que la nobleza usaría su poder y dinero para protegerlo a él y a su frívola mujer, y terminó perdiendo el trono y la cabeza.
Tal vez los funcionarios y ministros de otros países creen que en México se necesita una investigación seria, pero nosotros sabemos que ya todo está conocido por ellos y que sólo falta la voluntad y la decisión del Presidente para que termine todo esto.