Innovación sin confianza, imposible

24/09/2015 - 12:00 am
The Economist en su reciente artículo The two Mexicos. El verdadero talento no va a permanecer ni venir a México si no existe la confianza para hacerlo. Gráfica tomada de The Project
The Economist en su reciente artículo The two Mexicos. El verdadero talento no va a permanecer ni venir a México si no existe la confianza para hacerlo. Gráfica tomada de The Project

En México no innovamos. No lo suficiente para competir en este mundo veloz y globalizado.

Un indicador relevante para tenerlo claro es el registro que lleva la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos: mientras que en 2014 Estados Unidos registró allí 148,000 patentes y Japón 54,000, México apuntó apenas 200. Son datos de Andrés Oppenheimer en su libro ¡Crear o Morir!.

No es un asunto de falta de imaginación. “Los mexicanos somos ingeniosos y creativos” dice el lugar común. Difícil contradecir esta afirmación generalizada cuando todos los días millones de mexicanos se las arreglan para sobrevivir en este país que ha sido incapaz de abatir la pobreza.

Pero arreglárselas no significa innovar. Sobrevivir no es crear.

En realidad el problema es más complejo. No hemos sido capaces de construir el “ecosistema” necesario para incentivar la innovación a gran escala y de manera sostenida.

Ese ecosistema incluye “un buen sistema educativo, incentivos fiscales y financieros al emprendimiento, incentivos fiscales para estimular la investigación y el desarrollo, mecanismos financieros para respaldar el capital de riesgo y políticas que favorezcan la movilidad de personas altamente calificadas, para atraer talentos de otros lugares”, dice Andrés en el mismo libro.

Otro gran estudioso del tema, Walter Isaacson, describe a la innovación como el fruto de la combinación de capacidades, ideas y necesidades que coinciden en múltiples lugares.

Todo eso, por difícil que suene, puede construirse con relativa rapidez en un plazo de 20 o 30 años si se actúa con la voluntad necesaria y se destinan los recursos suficientes. Tanto el semanario inglés The Economist en esta semana, como el mismo Oppenheimer en su libro, ponen como ejemplos a seguir los casos de Singapur y Corea del Sur por sus impresionantes avances recientes en esta materia. Otra vez, no es casualidad.

Innovar es crear. Innovar es poner en la realidad una idea que genera valor. Y ¿por qué es importante? Muy sencillo, porque la única manera de alcanzar las cifras de crecimiento económico que necesita una nación grande y joven como México, es generando valor y haciendo que el mercado externo e interno pague por él.

Tenemos que tener claro que no hay atajos y que no podemos rehuir a los tiempos que nos toca vivir. La mayor parte de la economía mundial está concentrada en el sector servicios y no en el sector primario. Las tecnologías de información llevan el liderazgo en crecimiento y valor agregado. No vamos a llegar a ninguna parte si no apuramos la construcción de las condiciones necesarias para que el talento mexicano se quede en nuestro país y también para que el talento extranjero venga a México.

En mi opinión, esto último es el elemento clave: el talento.

También lo señalaba The Economist en su reciente artículo The two Mexicos. El verdadero talento no va a permanecer ni venir a México si no existe la confianza para hacerlo.

Confianza en el sentido más amplio: confiar en invertir sin tener que pagar el precio de la corrupción gubernamental; confiar en vivir en Monterrey, la Ciudad de México o Querétaro sin miedo a que la violencia te convierta en una víctima más; confiar en consumir sin la duda de la piratería; confiar en hacer negocios sin la sospecha de ser transado.

Por eso las cifras de popularidad del Presidente Peña Nieto son importantes, por eso la credibilidad de nuestras instituciones también lo es. No se puede construir lo mínimo necesario para el desarrollo y la prosperidad si los actores más relevantes no ponen su parte.

Y lo que le toca al Presidente es enviar esas señales de confianza, con hechos concretos y contundentes. Señales de legalidad, de justicia, de certidumbre económica. La educación, los incentivos fiscales, la “conversación correcta” y la atmósfera sobre la innovación pueden construirse muy rápido si el gobierno siembra las condiciones y deja de dilapidar su imagen a golpe de impunidad y yerros como el de la “verdad histórica” de Ayotzinapa o la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Reconstruir la confianza es el primer paso. Después tendrán que venir los incentivos, las becas, los empresarios, los inversionistas, las universidades, los centros de investigación y hasta los gurúes. Todo eso estará allí si el juego es atractivo, las reglas claras y su aplicación, implacable.

“La innovación se produce cuando caen semillas maduras en suelo fértil”, dice Walter Isaacson en su libro “Los innovadores”. No tengo duda: en México abundan semillas maduras, nos ha faltado preparar la tierra.

 

@adrianlopezortiz

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.
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