Si cierras los ojos no los ves… son jóvenes y mujeres

22/09/2015 - 12:02 am
Cuando pedimos a las esferas de gobierno que apoyen a las mujeres, encontramos en algunas excelente disposición, pero muy escasos recursos. Foto: Cuartoscuro
Cuando pedimos a las esferas de gobierno que apoyen a las mujeres, encontramos en algunas excelente disposición, pero muy escasos recursos. Foto: Cuartoscuro

En esta ciudad Juárez, la mejor frontera de México, en los últimos 7 años han sido asesinados más de 8 mil jóvenes y otras tantas miles de mujeres.

Investigaciones policiacas y académicas han encontrado, sin lugar a dudas, una de las principales causas de tal victimización: por un lado, los jóvenes pertenecen a un segmento social en el que 9 de cada 10 no terminan secundaria, mientras que las mujeres no sólo interrumpieron su secundaria, sino que también salieron a buscar trabajo o a hacer su vida, terminando en una gris zona de peligro que existente gracias a la impunidad sociogubernamental.

Ellos y ellas, a falta de mejores opciones, se dejaron conquistar, engañar, o fueron prácticamente secuestrados de la vida civil para después ser hundidos en el submundo de la delincuencia o la prostitución urbana, donde fueron usados y finalmente asesinados.

Ahí radica el problema, en la deficiente y poca oferta real de la educación secundaria para un tipo de jóvenes, hombres y mujeres, que fueron tocados por la mala suerte de nacer en un hogar proletario, con padres que trabajan durante todo el día, alimentación insuficiente y de mala calidad, escasa educación doméstica y rutinas de socialización progresiva.

Se convirtieron en sobrevivientes de una ciudad que no adivina a descubrir a los jóvenes, hombres y mujeres, entre los 12 y 17 años; que sólo son relevantes cuando pueden ser mano de obra esclava, ganando 78 centavos de dólar por hora trabajada y con comida y aire acondicionado durante la jornada, o cuando en las elecciones pueden ser votos para los partidos que administran la cosa pública. Mientras tanto, el mundo que los rodea los aísla o los exprime como limones, sacándoles todo lo que puede.

Los datos estadísticos son impresionantes, en esta ciudad cada año se quedan sin continuar sus estudios secundarios 5 mil jóvenes, hombres y mujeres ya sin futuro inmediato más que en el encierro o la calle. Actualmente hay unos 25 mil en la ciudad en esta situación, que es además una realidad nacional con 385 jóvenes por cada 100 mil habitantes por año cayendo en la precariedad.

Haciendo el cálculo, en el DF habría unos 25 mil y en toda la zona conurbada, vagando o escondidos, tal vez alrededor de 75 mil cada año, y como duran en esas condiciones 5 años, hablamos de unos 375 mil jóvenes, hombres y mujeres, sin futuro inmediato. Ellos son el ejército de reserva de la delincuencia, con ellos se arman y armarán los cárteles para la batalla final por la gran ciudad, a la que hundirán en la más profunda crisis económica y social. He vivido en las entrañas del monstruo, lo conozco y no se los deseo.

¿Por qué se quedan esos jóvenes en tal estado de vulnerabilidad? Tenemos 9 años estudiando a los delincuentes y jóvenes que viven en tales condiciones, y los resultados que hemos obtenido son cuantificables cualitativamente. Ya dijimos el contexto social y las relaciones intrafamiliares en funcionamiento y esos son los ejes transversales, el común denominador presente en la gran mayoría: esa es la enfermedad.

Las otras causas que se han descubierto en tres investigaciones cualitativas (una de tres años, otra de dos y una última de cuatro años, ésta bajo el modelo de investigación acción), nos permiten perfilar subjetividades, es decir, entender a los enfermos. Los motivos que hallamos sobre por qué no se inscriben en secundaria son, en orden decreciente:

1) Porque no pueden gastar tres años de su vida para sacar la Secundaria Escolarizada.

2) Porque las clases son muy aburridas, y los “pone violentos”.

3) Porque su entorno crítico les dificulta la concentración en clase y se convierte en un suplicio soportar cinco horas sentados en un salón de clases sin comprender lo que están escuchando y les parece que es un malgasto de su tiempo.

4) Porque no pudieron hacer los trámites de inscripción.

5) La falta de dinero.

6) Por miedo a la calle y a la Policía.

Sabiendo esto es relativamente fácil diseñar el proyecto de asistencia a esta clase de jóvenes y mujeres, algunos de los cuales empiezan desde los 13 o 14 años a fumar mariguana socialmente.

¿Qué sucede cuando pasa el tiempo y se vuelven mayores (a los 16 años)?

En la cárcel de menores en Juárez (no me gusta el eufemismo de Tribunal), de los 500 detenidos durante el verano de 2014, sólo 16 habían terminado la secundaria. La mayoría de las mujeres asesinadas y arrojadas en el arroyo del Navajo tenían también ese perfil. Más del 90 por ciento de los internos del penal para adultos desertaron de la Secundaria.

Y hablando de equidad de género, la Policía reporta un promedio de 400 mujeres golpeadas por mes, cien de las cuales sufrieron lesiones alarmantes por los daños o las circunstancias de la agresión.

Ante esta realidad invisible y gravísima que permea a Juárez desde 2008, no hay política pública alguna enfocada específicamente a ese sector de la sociedad. Sólo las fundaciones se preocupan, pero se pierden en el gran universo de las necesidades de desarrollo social y moral de esta metrópoli norteña.

De todas maneras, ya sabemos cómo apoyarlos para que rompan sus círculos viciosos, para los jóvenes hemos desarrollado desde la Mesa de Seguridad, la Universidad Autónoma de Juárez y varias organizaciones de la sociedad civil, modelos exitosos de intervención.

Atendiendo a jóvenes de ese perfil, hemos obtenido resultados positivos superiores al 85 por ciento. Después de un año de estudios bajo una estrategia de aprendizaje activa, dinámica, con apoyo psicológico y de derechos humanos grupal e individualizada, y muy barata, lograron obtener su certificado de secundaria.

Para las mujeres víctimas, hay aquí grupos de apoyo a las agredidas en riesgo de muerte, que además diseñaron un modelo de atención en los refugios, donde son internadas con todo y familia y acompañadas a lo largo de un proceso de protección y desvictimización, porque las víctimas también lo son de sí mismas, y su actitud de sumisión patológica al macho golpeador.

Hay que sacarlas del hoyo donde se encuentran y traerlas a la convicción de hacer valer su dignidad humana y de paso fortalecer su carácter. Romper el círculo de violencia-caridad o rechazo-victimización y violencia de nuevo, etcétera. Según el modelo desarrollado, las organizaciones apoyan a las mujeres durante tres meses con reeducación psicológica, fortalecimiento legal, dignificación, logrando reconstruir a otro tipo de mujeres.

También mediante estas estrategias hay casos de éxito comprobados, pero en Juárez hay menos refugios que dedos tiene una mano, y el programa de investigación de jóvenes ya terminó en su etapa de intervención y ahora sólo se están obteniendo los datos del seguimiento de los chicos. Pero cuando planteamos a las autoridades educativas el proyecto de jóvenes para que lo conviertan en política pública, nos han dicho que la educación que imparte el estado sólo consiste en impartir conocimientos, y que la formación corresponde a los padres. Pero los padres de esos chicos están apenas sobreviviendo, ¿cuándo van a formar a sus hijos?

Cuando pedimos a las esferas de gobierno que apoyen a las mujeres, encontramos en algunas excelente disposición, pero muy escasos recursos. De las cien mujeres que vivieron violencia de alto riesgo, cuando salen del hospital, la enorme mayoría regresa al mismo lugar y con la misma gente a rezarle a Dios que en la próxima golpiza no les lleven flores al cementerio.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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