Alejandro Páez Varela
21/09/2015 - 12:05 am
Todos somos Mordor
He escuchado a los mexiquenses hablar de Mordor. Es un término despectivo no para su estado, sino para las condiciones en las que vive la población urbana de su estado. Se refieren así a sus ciudades hacinadas, donde el drenaje abierto y los basureros emiten un peculiar (y masivo) olor hediondo y dulzón. Mordor, en […]
He escuchado a los mexiquenses hablar de Mordor. Es un término despectivo no para su estado, sino para las condiciones en las que vive la población urbana de su estado. Se refieren así a sus ciudades hacinadas, donde el drenaje abierto y los basureros emiten un peculiar (y masivo) olor hediondo y dulzón. Mordor, en el legendarium del Edomex, son las poblaciones que componen la Zona Metropolitana de la Ciudad de México: Coacalco, Neza, Naucalpan, Tlalnepantla, Chimalhuacán, Cuautitlán Izcalli, Ecatepec, Atizapán y Texcoco. Allí viven millones de ciudadanos. Es una zona básicamente dominada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). De allí vienen los votos que hacen gobernadores y dieron grandes porciones del sufragio que llevó a Enrique Peña Nieto a la Presidencia.
El término Mordor es reciente, por supuesto. Fue tomado de las películas agrupadas en El Señor de los Anillos. Mordor es una nación maligna, emergida de las novelas de alta fantasía del escritor británico J. R. R. Tolkien, que durante miles de años imaginarios es ocupada una y otra vez por un perverso sátrapa de nombre Sauron, también conocido como “El Horripilante” o “El Aborrecido”. El ojo de reptil de Sauron es el símbolo de ese país.
Tolkien, un profesor, filósofo y escritor nacido en Sudáfrica y criado en Gran Bretaña, hizo todo siniestro en Mordor: Montañas y murallas negras; volcanes listos para entrar en erupción y ceniza; mesetas yermas y sin vegetación. Hay campos de cultivo que son trabajados con esclavos. Y en la punta de toda esa desolación está la Torre Oscura. Supongo que, en el legendarium del mexiquense, será Toluca. O Atlacomulco. No lo se.
La primera vez que escuché a un mexiquense hablar de Mordor fue en el metro. La lluvia, particularmente la lluvia, vuelve al metro del Distrito Federal un pequeño Mordor. Olores, apretujones, desesperación. Hacinamiento. Alguien le dijo a otro que olía “a Mordor”. No presté mucha atención pero se me quedó grabado.
Después escuché a colegas hablar de Mordor con toda familiaridad. Mordor por aquí, Mordor por allá. Mordor como sinónimo de pudrición: ciudades violentas donde cualquiera debería perder toda esperanza pero no, no se pierde la esperanza; eso sí, se pierde una parte de la dignidad. Así lo veo. Así lo siento cuando lo pronuncian.
***
El Mordor del imaginario popular es el de las películas, no el de los libros de Tolkien. Entonces todos tenemos una idea muy clara de quiénes lo habitan. Y aquí quiero hacer una acotación: los seres que viven esa nación oscura de fantasía son en su mayoría orcos y su versión mejorada, los Uruk-Ha (más altos e inteligentes); humanoides desagradables hechos de retazos de músculo y hueso y rostros fieros e irracionales. Ningún ciudadano merece esa comparación grotesca porque si a grotescos vamos, los palacios están llenos de ellos. Orco será el que roba, corrompe y salta impunemente sobre todos los demás; orco será casi cualquier político encumbrado y tengo cinco o seis o cien orcos en mente en este momento, mientras escribo.
Mordor, como lo dicen los mexiquenses a quienes se los he escuchado –esa asombrosa capacidad del mexicano de reír en su desgracia–, es la tierra sucia y golpeada por el abandono en la que millones han sido forzados a vivir. Mordor, en ese legendarium que se ha vuelto popular, se refiere a las calles chuecas y sin pavimento donde el agua puerca corre libre como en la Edad Media; donde hordas de orcos (esos sí) saquean, con o sin placa oficial. El Mordor al que se refieren es esa tierra negra sin control donde crecen los hijos del abandono; donde 8 millones 269 mil 900 mexicanos viven en condición de pobreza y otro millón 206 mil 900 deben sobrevivir sin nada, en pobreza extrema (cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Coneval). Es el Mordor que dibuja Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, donde 3 millones 346 mil 800 personas no cuentan con el recurso necesario para cubrir las necesidades básicas.
Mordor es ese estado donde, en 2015 (en junio pasado), un millón 678 mil 891 votaron por el PRI, un 32.43 por ciento de los votos totales emitidos en la federal intermedia.
Y mi pregunta sigue siendo: ¿por qué siguen votando por el PRI? ¿Qué lleva a esos millones de mexiquenses a sostener desde 1929 ese reino de Sauron (“El Horripilante” o “El Aborrecido”) donde la yerba no crece?
***
Mordor, dice el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC), la entidad número 29 en la implementación del nuevo sistema de justicia acusatorio pero segunda con el mayor número de población penitenciaria [18 mil 056 personas]. Mordor, segundo lugar nacional en actos de corrupción (cito la misma fuente). Mordor, donde la gente le chinga duro y bonito hasta convertirla en la segunda entidad que más aporta al PIB Bruto nacional (9.4 por ciento), pero donde el 49.6 por ciento de su población vive en pobreza y el 7.2 por ciento en pobreza extrema.
Lorena Becerra Mizuno, investigadora del CIDAC, le dijo recientemente a la periodista Juliana Fregoso: “Nos llama mucho la atención que dado esto [que la gente le chinga duro y bonito] tendría que estar reportando unos niveles más altos en calidad de vida, debería ser uno de los más grandes en crecimiento del país”. Mordor, el estado que más recursos federales recibió el año pasado: 88 mil millones de pesos.
Mordor, donde, literalmente, desaparecen el dinero y el bienestar como un acto de magia.
¿Por qué vota la gente por el PRI desde 1929? ¿No le dará siquiera curiosidad por saber qué se siente votar por otro partido?
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De alguna manera, todos somos Mordor.
Mordor tiene al PRI y a Eruviel Ávila. A nivel nacional, todos tenemos al PRI y a Enrique Peña Nieto.
Mordor tiene montones de pobres y a nivel nacional, es casi lo mismo: el número absoluto de mexicanos en pobreza aumentó de los 53.3 millones que había en 2012 a los 55.3 millones que se contabilizaron al 2014, es decir, 2 millones de personas más. Poco menos de la mitad. Como Mordor.
Mordor tiene sus constructoras de Estado (hechas con préstamos de los bancos del Estado e infladas con contratos del Estado) y nosotros también: que Grupo Higa, que OHL, que San Román. Son las mismas. Las mismas de la “casa blanca” y la de Malinalco y Dios sabe cuántas más.
Mordor tiene a Apolinar Mena, titular de obras que renunció por el escándalo de corrupción con OHL y que acaba de reintegrarse al gobierno de Eruviel Ávila. A nivel nacional, todos tenemos a Gerardo Ruiz Esparza, vinculado en las mismas grabaciones pero que ni siquiera debió renunciar: sigue en su puesto. Ahora, desde el Estado, Infraiber, la empresa que se quejó de presunta corrupción de OHL, es víctima de una gran venganza que opera la Procuraduría General de la República (PGR).
Modor tiene feminicidios, altas cifras de asesinatos y secuestros, corrupción en las esquinas y en los palacios, una clase dorada que es intocable, partidos “de oposición” corrompidos, una sociedad civil poco activa, un pueblo agachado que protesta cuando de plano la muerte toca a sus puertas. Y el resto también.
Mordor tiene grandiosos maquilladores de la realidad, acarreadores de oficio, corruptores de ensueño, un club de putillas al que llama “prensa”, traidores, lambiscones, sobadores de güevos. A nivel nacional también.
Los ejemplos sobran.
La transición democrática que fue entregada en 2000 a Vicente Fox Quesada y a todos los partidos de oposición iba vestida con mantos blancos, como una virgen inmaculada. Se convirtió en hija mancillada y pestilente de Sauron. Los partidos tomaron esa llaga podrida que es Mordor y se encargaron de que su infección se expandiera por todo el país.
Ahora somos parte y uno mismo con Sauron; ahora, todos somos Mordor o, mejor dicho, nunca dejamos de ser Mordor. Y cada día me convenzo de que mis ojos no verán el fin de esta era de oscuridad.
Todos somos humanoides desagradables al servicio del sátrapa maligno, lamentablemente. Todos somos versiones de orcos y hombres maltratados en el mundo floreciente de Sauron.
Sauron, señor de Mordor, a quien Tolkien también llamó “Aquel que no debe ser nombrado”, “Señor de la Tierra Tenebrosa”, “Señor Oscuro”, “Sauron el Grande” y –grande, Tolkien–“El Gran Maestro de la Mentira”.
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