A tres años de regresar a la presidencia, el PRI comienza a semejarse más a un enorme cascarón vacío que a la poderosa maquinaria política que llegó a ser. Por desgracia parece que la opinión pública se divide entre el temor, la nostalgia y la esperanza ante las ruinas que quedan del proyecto revolucionario antes de preguntarse cómo podemos construir algo nuevo y más cercano a un Estado moderno.
Más allá del recuerdo, el PRI ya no es ni puede volver a ser lo que alguna vez fue. El modelo de gobierno que creó en los años 40 del siglo pasado, basado en una maquinaria que brindaba certeza sobre resultados, articulaba la cohesión al controlar las carreras políticas gracias a la no reelección inmediata y controlaba toda actividad política, económica y social a través del corporativismo ya no sirve. Cierto, todavía quedan algunos restos de esas reglas, pero el sistema lleva décadas deteriorándose.
El país del siglo pasado era cerrado y postrado en el inmovilismo y resignación gracias al discurso de la mexicanidad que afirmaba nos encontrábamos separados del resto del mundo por un trauma ancestral. Esta noción se reforzaba al presentársenos a la Constitución de 1917 como una obra perfecta en sí misma que sólo bastaba de la voluntad de un líder que nunca llegaba para ser aplicada. Hoy día esos discursos los expropió quien en el futuro se le recordará como el último priísta de la vieja guardia: Andrés Manuel López Obrador.
Con su maquinaria corporativista en los límites de su eficacia, frente a un país que cambió radicalmente en 12 años y carentes de un discurso que inspire a los votantes y ayude a generar un sentimiento de identidad y destino, tiene poco sentido ver en el nombramiento de Manlio Fabio Beltrones un intento por restaurar un estado de las cosas rebasado. Lejos de ello, el ascenso del sonorense puede significar la última apuesta de un partido por colocar un cuadro experimentado en el intento de ganar votos en un entorno que francamente ya no entiende. La pregunta aquí es: ¿cuál sería la agenda del flamante líder tricolor? De ello dependerá la capacidad o no de reinventar una vez más al PRI.
La coyuntura no es buena ni para el PRI ni para el resto de los partidos. Aunque los tricolores ganaron la mayoría en San Lázaro con sus aliados, su votación es la más baja registrada. Frente a la expectativa que había en 2012 de que ellos sabían cómo resolver los problemas porque habían diseñado este sistema político, crece la noción de que no entienden que no entienden dónde están parados. La aparición de los candidatos independientes es una primera advertencia que ninguno de los institutos políticos pretende atender para modernizar su discurso y estructuras.
Al contrario, la futura secretaria general del tricolor, Carolina Monroy, pretende poner más trabas a una figura que justamente sirve para canalizar el descontento hacia la “partidocracia”. Seguir por este camino sólo abonará al descontento y a abrirle paso a los proponentes de los cambios fáciles e inmediatos: los demagogos tanto de izquierda como de derecha.
¿Puede un hábil operador político y negociador como Beltrones darse cuenta de este problema? Si bien no se puede saber con certeza, lo único que le resta a estas alturas es dejar un legado.
¿Cuáles son sus ideales o valores? Eso tampoco se sabe y no se puede distinguir en su carrera como legislador, aunque podemos darnos una idea con la única pieza legislativa que se le asocia directamente: la Ley para la Reforma del Estado de 2007. En ésta se establecía un procedimiento para negociar las grandes reformas pendientes, aunque de manera no vinculante. Al final la parálisis entre los partidos sólo dio para aprobar una reforma electoral a favor de los institutos políticos y algunos instrumentos para “parlamentarizar” el sistema presidencial.
¿Qué significa esto? Que a final de cuentas hablarnos de un político pragmático: alguien que más allá del deber ser tiene claro lo que se necesita para que se dé una decisión. Esto lo ha mostrado especialmente en su trayectoria parlamentaria. El problema es: cambiar un sistema que ya no sirve implicará algunas traiciones. ¿Tendrá la capacidad para ver los escenarios y tomar decisiones?
En 1928 un sonorense creó un pacto entre élites locales que en 1940 se convertiría en el PRI. Hoy otro sonorense tiene las riendas de ese partido. De sus decisiones dependerá su refundación o el inicio de su última gran crisis.