Pepe ‘El Piojo’ es inocente

05/08/2015 - 12:02 am

En la película de Nosotros los Pobres, Pedro Infante se encierra con el más feroz de los delincuentes y lo tortura hasta que lo obliga, con la cara entre las rejas, a gritar la frase que todos los chicos esperábamos, al filo de las bancas de madera de aquel cine de la Comarca Lagunera: “¡Pepe ‘El Toro’ es inocente!”; y después venía la ovación, Pedro Infante se había salvado.

Esa película influyó tanto en la construcción del imaginario mexicano, que muchos consideran que ese es el método para encontrar a los culpables; pero nada hay más lejos de las normas de las Naciones Unidas sobre el debido proceso.

La semana pasada el país discutió sobre la culpabilidad de Miguel Herrera, “El Piojo”, y, a la manera de aquella película icónica de los cincuentas, primero recibió una moquetiza de los medios por haber golpeado a traición a un híper VIP (esto es, un miembro VIP del mismo VIP nacional): un cronista deportivo de televisión; después las redes sociales terminaron de despeinarlo y lo dejaron listo para su castigo.

El presidente de la Federación de Futbol tomó el caso y resolvió despedirlo de inmediato, dictando sentencia al gusto y sabor de los televidentes y los dueños de las televisoras. Así quedó cerrado el caso y hasta la señorita Laura  gritó: ¡Que pase el desgraciado!

La patria fue salvada, se hizo justicia y se pulverizó al culpable de agredir a un intocable.

Para los estándares procesales a los que nos han acostumbrado los tribunales, el caso fue tramitado de manera impecable, se le preguntó al patrón y éste inclinó el pulgar al suelo, ¡qué todo mundo sepa que en México, aunque se retrasa la extradición de “El Chapo”, se ejecuta de inmediato el despido del técnico de la Selección Nacional!

Pero esa no es la manera de hacer justicia.

Debemos recordar que para aplicar cualquier tipo de sanción se siguen estos pasos: inicio del procedimiento; denuncia; demanda o querella; investigación de los hechos, con lealtad y eficacia y no a la manera del ex procurador de Justicia que primero inventó la verdad y luego la declaró histórica; valoración de las pruebas y, finalmente, se dicta sentencia bajo el principio de congruencia entre los hechos  denunciados y las pruebas desahogadas.

Que el futbol sea deporte nacional, no lo exime de seguir el procedimiento que siempre debe seguirse.

Por eso, en este mundo real, la confesión del enemigo de Pepe “El Toro” no era suficiente para condenarlo, fue una confesión forzada. Ahora vimos algo similar, y la fanaticada futbolística aclamó a la Federación de Futbol por despedir al señor Herrera.

Después de que se dictó y ejecutó la sentencia, aparecieron las pruebas: un video que alguien tomó en el aeropuerto de Filadelfia, donde se advierte que no existió la famosa agresión que denuncia Martinoli y que repitieron como guacamayas las televisoras; se ve al Sr. Herrera acercarse al narrador para resolver el problema y después se despiden, Herrera toca el cuello al comentarista y éste le da una suave cachetada al invertebrado.

A nivel internacional han sucedido por lo menos dos casos memorables de agresiones futbolísticas, el cabezazo que le dio Zinedine Zidane a un jugador italiano y la mordida que le aplicó el jugador Luis Suárez de Uruguay a Giorgio Chiellini, otro italiano.

Los sucesos fueron evidentes y las infracciones indiscutibles, pero la resolución de castigo no fue inmediata, se escuchó la defensa de los indiciados, se revisaron los videos y después se aplicó un castigo ajustado a la conducta.

Éste es otro principio jurídico, la proporcionalidad entre los actos y la sanción. En el caso del Antonio Herrera, al no haber seguido el procedimiento en todas sus partes, no se aplicó el principio. No es proporcional el despido con el incidente.

No fueron hechos transcurridos en la jornada laboral y el supuesto ofendido no era compañero de trabajo, ni superior del DT, por lo tanto no aplica la causal de violencia intralaboral.

Así, tenemos que al “Piojo” no lo despidieron por el acto realizado, lo despidieron porque estaba dando muy malos resultados como Director Técnico de la Selección Nacional, y eso tenía al país al borde de un ataque de nervios. Pero además, y esto es lo más grave, lo despidieron a solicitud de un miembro de la casta divina de los medios de comunicación mexicanos.

Aunque se trata de un incidente menor, se ha convertido en un caso mayor porque evidenció que en México pueden asesinar a periodistas, perseguir a defensores de Derechos Humanos, matar o traficar con mujeres; el hombre más buscado puede escaparse de una cárcel de alta seguridad y burlarse del presidente de la República, pero nunca se podrá tocar a un miembro de la casta divina de medios oficialistas.

Se dice que las marías que venden dulces afuera de los estadios de futbol huyen cuando ven a Martinoli, porque ellas usan varias enaguas y pudiera ser que una roce el chamorro del comentarista estrella de TV Azteca.

El caso de Miguel Herrera demuestra que en el país no existe la cultura entre las clases dirigentes, empresarios o gobernantes, de respetar los procedimientos más básicos que contemplan las leyes, y más bien parece que siguen la máxima del obispo guerrero que, tras tomar la ciudad de Languedoc, Francia, ordenó matar a todos los pobladores, pues Dios escogería a los fieles y a los herejes los enviaría al infierno.

Por lo anteriormente expuesto, y fundado en los artículos 14 y 16 constitucionales, hoy le gritamos a todo México: “¡Pepe ‘El Piojo’ es inocente!”

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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