Por Silvia Ruiz, investigadora del área de derechos humanos.
La migración es un fenómeno que siempre ha existido en el mundo, y México es uno de los principales países en el que recae este tema; un país de retorno, tránsito y destino de personas migrantes hacia Estados Unidos. Las causas que provocan la migración son varias, pero dentro de las principales se enlistan la falta de trabajo, violencia, desastres naturales y guerras, encontrándose la persona migrante en una situación de extrema inseguridad. Y ello se ha intensificado durante los últimos diez años, al igual que las malas condiciones en las que ellas y ellos atraviesan nuestro país.
Durante su recorrido por México, se encuentran con diversos obstáculos que se traducen en graves violaciones a sus derechos humanos como a la integridad física y moral, al trabajo, acceso a la justicia, alimentación, salud, privación de la libertad y en casos extremos pierden la vida. Y esta situación se ve agravada por actores como el narcotráfico, polleros o enganchadores que les limita y afecta su paso hacia Estados Unidos. Una muestra de ello es que les cobran tarifas altas para cruzar -doblando el precio para migrantes centroamericanos-, los extorsionan, los obligan a pasar droga y en el peor de los casos los secuestran y torturan. Y ello lo comprueba diversos informes hechos por organizaciones de la sociedad civil, donde describen testimonios de vida de las y los migrantes de los tantos abusos que sufren por la violencia y corrupción del país donde transitan.
Además de estas violaciones mencionadas, las personas migrantes también sufren de racismo por parte de los países en los cuáles se encuentran. Por un lado, las políticas de entrada al país -producto de la soberanía de los Estados donde ellos deciden quién entra y no- lamentablemente siguen parámetros de color de piel y culturales, siendo las y los migrantes un grupo “no deseable” que amenaza al país. Esta construcción esta basada en la política de seguridad nacional, lo que refleja que las políticas y acciones llevadas a enfrentar el fenómeno migratorio sean racistas y discriminatorias.
Ante ello, la respuesta de los Estados tanto de México como Estados Unidos para controlar la migración no va en el sentido de mejorar la calidad de la persona migrante, sino de acabar con ello con medidas de seguridad represivas hacia ellos y ellas.
Recientemente, el pasado 6 julio del presente año, en el discurso del candidato a la presidencia en Estados Unidos, Donald Trump, hay varios comentarios racistas hacia la población migrante de México fomentando el odio hacia ellos y ellas. Preocupante, porque lo que concluyó es que la persona migrante no trae ningún beneficio a la sociedad, sino que generan más violencia y delincuencia al país. La gran solución que propuso para frenar el flujo migratorio hacia Estados Unidos es que se construya un gran muro pagado por México para que no los deje entrar. Ello refleja el discurso de la política de seguridad nacional tomando a la persona migrante como una amenaza, en lugar de verlo como un ser humano que por su situación tuvo que salir de su ciudad de origen para encontrar una mejor calidad de vida.
Estas propuestas que hace un personaje público, no traen consigo la solución ni un cambio estructural al fenómeno migratorio, más bien, desatará un aumento en los abusos y violaciones a los derechos de las personas migrantes, que de por sí son excluidas. Ahora quedaría cínicamente legitimado en las políticas públicas del gobierno. Siendo un retroceso en el reconocimiento y defensa de los derechos hacia las y los migrantes.