Antonio Salgado Borge
10/07/2015 - 12:02 am
Nuestros gobiernos nos vigilan
La empresa italiana Hacking Team se define a sí misma como un “proveedor de herramientas a organizaciones policiacas y otras agencias gubernamentales que pueden prevenir crímenes o terrorismo”. El nombre de esta firma es revelador: no comercializa cualquier tipo de “herramientas”, sino software de vigilancia que es utilizado para intervenir teléfonos y computadoras. A cambio […]
La empresa italiana Hacking Team se define a sí misma como un “proveedor de herramientas a organizaciones policiacas y otras agencias gubernamentales que pueden prevenir crímenes o terrorismo”. El nombre de esta firma es revelador: no comercializa cualquier tipo de “herramientas”, sino software de vigilancia que es utilizado para intervenir teléfonos y computadoras. A cambio de importes sumamente accesibles, los clientes de Hacking Team pueden registrar los archivos de sus “vigilados”, activar las cámaras o micrófonos de sus dispositivos a distancia y acceder a los datos generados por su uso.
Paradójicamente, hace unos días esta empresa, dedicada al hackeo, fue hackeada. El pasado domingo a través de su propia cuenta de Twitter se divulgaron documentos confidenciales de su propiedad, entre los que se encuentran diversas facturas y una lista con los nombres de sus clientes. Gracias a ello ahora sabemos que México es el país que más contrata los servicios de Hacking Team, y que diversas dependencias federales y gobiernos estatales han realizado transacciones con esta empresa. La relación completa de clientes mexicanos, pasados y presentes, puede ser consultada aquí.
Si bien la autenticación de los documentos publicados permanece aún pendiente y algunos gobiernos, como el de Yucatán, podrían llegar a negar la veracidad de este listado, existen poderosas pruebas indirectas que anticipan que es prácticamente seguro que éstos son verdaderos. Por principio de cuentas, Hacking Team respondió inmediatamente a través de su vocero para condenar la sustracción ilegal de propiedad privada de la compañía, y no para negar el contenido de los archivos difundidos. La empresa ha pedido también a sus clientes que se abstengan de usar sus herramientas hasta nuevo aviso, ya que entre la información divulgada se encuentra un código fuente que hace funcionar a varios de sus sistemas de hackeo.
¿Para qué quieren las dependencias federales y locales mexicanas este tipo de software? Existen al menos dos posibilidades: la primera es que Hacking Team esté haciendo honor a su misión y que sus servicios hayan sido adquiridos por gobiernos de nuestro país para “prevenir o combatir el terrorismo”.
Es preciso recordar que mediante la difusión del terror mítico –no necesariamente derivado de actos de terrorismo- los gobiernos pueden infundir en sus ciudadanos la sensación de estado de emergencia e inseguridad que termina legitimando el uso de tácticas que vulneran libertades fundamentales. En este sentido, no es de sorprender que la mayor parte de las compras a Hacking Team hayan sido efectuadas durante el sexenio que Felipe Calderón dedicó a su “guerra” sin sentido.
La segunda posibilidad es que esta tecnología haya sido empleada para realizar espionaje político. En México el uso del aparato gubernamental para vigilar o amedrentar a individuos que se oponen o incomodan al régimen tiene una historia oscura y larga. En años recientes el espionaje político ha dado un nuevo giro con la difusión anónima de grabaciones ilegales que son empleadas para debilitar o extorsionar a personajes públicos. Ejemplo de ello es el lamentable audio que exhibió las actitudes discriminatorias de Lorenzo Córdova justo cuando en el INE se discutían las sanciones al Partido Verde.
Esta posibilidad luce poco descabellada si consideramos que desde hace años existen diversos reportes, incluido uno de la Universidad de Toronto y otro de Reporteros sin fronteras, que aseguran que el software de Hacking Team ha sido comprado por diversos países con gobiernos totalitarios que lo usan para reprimir minorías, disidentes o reporteros; y menos descabellada aún si consideramos nuestro actual contexto en el que abundan los ataques a la prensa, la represión y las venganzas políticas.
Si bien es cierto que la primera y la segunda posibilidades no son excluyentes – además, los clientes de Hacking Team son muchos-, en cualquiera de los casos los ciudadanos mexicanos salimos perdiendo. Aunque en el mundo la vigilancia y el espionaje gubernamentales han existido desde hace milenios, su versión presente tiene un alance muy distinto. El desarrollo tecnológico ha propiciado que cada vez más actividades se realicen en internet y que se genere un registro datificado de éstas que se almacena indefinidamente en servidores. La intervención de una conversación telefónica puede capturar la trama de un plan específico o lo discriminatorio de un personaje; los registros masivos de los datos generados por una persona desde diferentes dispositivos revelan la vida de un individuo en su contexto y permiten hacer predicciones, mucho más certeras de lo que nos gustaría aceptar, de sus decisiones personales y políticas futuras. Esto facilita a los gobiernos la ejecución de “acciones preventivas”.
Es fácil ver que el terror y la represión son profundamente antidemocráticos; sin embargo, hay formas más sutiles en que las que las herramientas que permiten violar la privacidad de los individuos pueden dañar a una democracia. La mera creencia de estar siendo observados modifica nuestro comportamiento. La sospecha de que los tentáculos invisibles del Estado están en todas partes puede desincentivar la participación en movimientos u organizaciones sociales, las investigaciones de periodistas independientes y hasta las charlas entre ciudadanos críticos a través de medios de electrónicos.
En un excelente texto publicado en la revista The New Yorker, Jill Lepore cuenta la historia de Giuseppe Mazzini, un revolucionario italiano que vivía exiliado en Londres en el año 1,844. Mazzini sospechaba que el gobierno británico estaba abriendo y revisando su correspondencia, por lo que se empezó a autoenviarse cartas en sobres sellados en cuyo interior había colocado marcas discretas como un grano de arena o un cabello. Al recibir sus cartas, el refugiado se percató de la ausencia de sus marcadores personales, lo que le llevó a deducir que los sobres habían sido violados. La noticia se difundió rápidamente a través de periódicos, situación que obligó al parlamento británico a elaborar un reporte que comprobó el espionaje dentro de su oficina de correos y que derivó en la abolición del Departamento Secreto dedicado a ejecutar este tipo de prácticas.
La información revelada gracias al hackeo a Hacking Team debería ser para los mexicanos lo que las cartas de Mazzini fueron para los ingleses. Un marcador de que existe la posibilidad latente de que nuestras comunicaciones estén siendo registradas o revisadas por nuestros gobiernos. Y de que estamos ante una ocasión inmejorable para articular la exigencia necesaria para que este tipo de prácticas, injustificables y antidemocráticas, se suspendan de inmediato.
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