Viene el segundo tiempo del mandato presidencial. ¿Cómo jugará Peña Nieto?, ¿Irá por la victoria y buscará implementar las reformas para poner a México en camino de la prosperidad?, ¿O jugará a la segura para garantizar la sucesión?
Las preguntas valen porque nos atañen a todos lo mexicanos. Unos en la cancha, otros en la banca. La mayor parte desde las gradas. Del resultado depende que nos vaya bien a todos, no solo a los jugadores ni al Director Técnico.
Uso la analogía futbolera porque los próximos 3 años se antojan complicados.
Van algunos datos para ubicarnos:
Este año, por más que nos digan que creceremos por encima del 3% del PIB, los continuos recortes a la baja del Banco de México y del Banco Mundial nos descubren otra realidad: si cerramos en 2% nos damos por satisfechos. ¿Y 2016? Probablemente 3%, en el mejor de los casos. Así que a pesar de la disciplina inflacionaria, económicamente el sexenio ya no dará gran cosa. Se sentirá en el desempleo y en los bolsillos de las familias mexicanas.
Curioso, el PRI regresó a la Presidencia en 2012 con el argumento del pobre crecimiento panista y nos dejará un sexenio todavía más mediocre.
Por otro lado, esta semana se presentó el Global Peace Index en Nueva York y México salió, otra vez, del carajo. Ocupamos el lugar 144 de 162 a lado de países como Ruanda o Líbano, y por debajo, incluso, de Honduras. De alguna manera este índice explica raíces más profundas de nuestro mal desempeño económico: allí dónde no hay estado de derecho, tampoco hay respeto por las reglas del juego en materia de inversión y productividad, del mismo modo que no hay respeto por lo Derechos Humanos. Y en ese escenario es muy difícil volverse atractivo para invertir.
En materia política el Presidente Peña Nieto y el PRI volverán a tener control en el Congreso. Lo hará a pesar de que el tricolor viene perdiendo votos en la elecciones intermedias. Esto es posible gracias a su "alianza estratégica" con el partido Verde que violó sistemáticamente y con total cinismo las reglas electorales durante las campañas y precampañas. En ese escenario, las multas millonarias resultan inofensivas: todos sabemos que las recompensas por venir compensarán con creces lo castigos. 47 diputados valen mucho si alcanzan para dar mayoría al partido en el gobierno.
El contexto anterior sirve para entender por qué el Presidente se mantiene en el 30 por ciento de aprobación popular. Por qué su discurso internacional del gran México estable y listo para dar el salto al primer mundo no cuadra. Por qué cuando repite a diestra y siniestra que los índices de violencia vienen a la baja y la inflación está controlada (aunque sea cierto), la descalificación colectiva es abrumadora.
Peña Nieto y su equipo de comunicación siguen sin entender que la realidad más amplia de las calles y las casas se resume en la precariedad económica, la injusticia cotidiana, la violación sistemática de derechos, la insatisfacción con los servicios públicos y la casi nula movilidad social. Peña Nieto olvida que son muchos los que no viven en su burbuja de riqueza e impunidad.
En México nacer pobre es destino. Las dos alternativas de movilidad social que garantizan el éxito son la política y/o el crimen organizado. En mucho casos el mismo camino.
La educación, el trabajo duro, la honestidad, siguen siendo el camino largo que apenas dos o tres de cada cien jóvenes mexicanos pueden y alcanzan a recorrer. Para muestra, los miles de niños del Oaxaca que la CNTE empuja cada año hacia la exclusión cuando decide abandonar la aulas.
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El medio tiempo sirve en el fútbol para ponderar el marcador, corregir el rumbo, hablar con los jugadores y enfilar hacia el objetivo.
Si queremos creerle al Presidente el objetivo sería la implantación a toda costa de las reformas. “A pesar de las críticas y el costo político” lo ha dicho una y otra vez.
Si le creemos, la evaluación educativa debería aplicarse con rigor y servir de criba magisterial. Deberíamos ver el Sistema Nacional Anticorrupción funcionar y meter a servidores públicos de todos los niveles y apellidos a la cárcel. Deberíamos atestiguar leyes secundarias de avanzada en materia de transparencia y rendición de cuentas. Deberíamos ver apertura en los procesos de licitación y adjudicación de las mega obras como el aeropuerto de la Ciudad de México. Para acabar pronto, deberíamos empezar a ver, a tono con la difícil realidad económica que se viene en 2016, verdadera austeridad repúblicana en el aparato de gobierno federal.
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Cierro.
Esta semana la noticia fueron los destapes presidenciales. Neri Vela y Margarita Zavala hicieron públicas sus aspiraciones a más de 3 años de la elección. Osorio Chong aguantó la tentación y se alineó a lo cánones clásicos del priísmo.
Leo los destapes como un síntoma de la debilidad actual del Presidente. También sirven para corroborar la grave situación de la oposición: si con 30 por ciento de aprobación el Presidente logró conservar la mayoría en la cámara, el hecho habla más mal de la oposición que del partido en el poder. ¿Cómo exigirle más a un Presidente si su oposición es tan mediocre?
Pero también son síntoma de cosas mejores. La figura de las candidaturas independientes y sus resultados exitosos han venido a modificar el tablero electoral. Los partidos saben que no tienen ya el monopolio de acceso al poder y eso los pone nerviosos, tendrán que adaptarse y mejorar sustancialmente. Pero lo más importante es que los ciudadanos ya probaron que pueden empujar a personajes sin pasar por los filtros partidistas. Las opciones se abren, las posibilidades se amplían.
El río está revuelto. La configuración del poder cambia. Hacía falta, mucha falta.