Independientes: tirar el cinismo

09/04/2015 - 12:03 am

Son tiempos de elecciones y son, también, tiempos de un amplio desencanto ciudadano.

Los mexicanos descreen de sus gobernantes y les interesa poco o casi nada la política. Es más, la que debiera ser una de las vocaciones más nobles de la humanidad, se identifica ahora en México con palabras como corrupción, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, crimen organizado.

Las razones de tal desencanto son muchas y se vienen acumulando sobre todo desde los últimos meses: la Casa Blanca de Grupo HIGA, las casas de Videgaray, los desaparecidos de Ayotzinapa. A lo anterior se agregan los más recientemente célebres casos del viajecito de David Korenfeld en el helicóptero de CONAGUA y el shopping de la Primera Dama Angélica Rivera en Beverly Hills. Pero sobre todo podemos mencionar razones subyacentes más profundas e importantes: la economía no crece lo suficiente, los empleos son pocos y mal pagados, la seguridad sigue siendo una preocupación permanente en amplias zonas del país como Guerrero, Jalisco o Tamaulipas; y las famosas Reformas no terminan de cuajar en hechos concretos, para muestra el millonario dispendio educativo como consecuencia de las mafias sindicales en Oaxaca. A todo eso se refirió esta semana el Financial Times en Inglaterra.

Pues en ese contexto arrancaron el domingo anterior los candidatos para las 500 curules que integran la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. A ellos se agregan otras elecciones para diversos cargos en ámbitos locales. Arrancan todos con el reto de un alto abstencionismo y, también, con la dificultad de un movimiento anulista creciente que podría ser determinante en elecciones con fuerte competencia  y márgenes cerrados.

La elecciones intermedias en este país no suelen ser gran cosa de interesantes, salvo por la pregunta de si los mexicanos serán capaces de convertir la indignación actual en un voto de castigo para los partidos grandes en el gobierno, sobre todo para el PRI, que ocupa la Presidencia y carga con el peso de la bajísima credibilidad de Enrique Peña Nieto.

De ser así, el Ejecutivo vería todavía más acotado su poder de cabildeo en el Congreso, lo que reduciría su margen de maniobra de cara al segundo tiempo de su mandato.

Pero lo que agrega un matiz interesante a las elecciones intermedias es que por primera vez en muchos años, 22 candidatos independientes que fueron capaces de cumplir los complicados requisitos que establece la legislación actual, competirán para obtener un cargo público sin el apoyo de un partido político.

Esos 22 representan poco mas del 50% de los aspirantes iniciales, pues 21 de ellos se quedaron en el camino de la recolección de firmas y la tramitología.

Si bien México se encontraba en el reducido 9% de países que no contaban con esta figura para la participación electoral, violando incluso el derecho humano de ser votado, son muchos los mexicanos que de cara a las elecciones desconfían –y con razones, de la nueva figura. Las encuestas así lo demuestran.

De modo que, además de que los requisitos para acceder a la competencia fueran muchos, complicados y onerosos; también las condiciones en que se dará la competencia en sí misma no lo hará sencillo para los candidatos independientes. Pelearán contra estructuras partidistas bien aceitadas, organizadas y con recursos para la convocatoria y el acarreo durante el famoso “Día D”.

Sin embargo, creo reconocer en la figura de “independientes” una ventaja que cada candidato podría capitalizar en función de sus capacidades: la oportunidad de desligarse del discurso partidista y mostrar en los hechos campañas innovadoras, frescas y ejecutivas. Campañas cercanas a la ciudadanía en sus intereses y necesidades. Campañas que incluyan propuestas razonadas, vendedoras y plausibles.

El reto de los candidatos independientes es sacar a la gente de cada distrito a votar. Elevar los índices de participación ayudará a reducir el peso del voto duro partidista y la influencia del acarreo, el regalo y la cooptación.

El reto no es sencillo en un país dónde la gente gusta de dar “Likes” en Facebook, pero le da hueva levantarse temprano un domingo para buscar su casilla y emitir su voto.

No seamos ingenuos, las candidaturas independientes no son la panacea, tampoco una solución mágica para consolidar de un plumazo una verdadera democracia representativa. Son un eslabón necesario para fortalecer.

El eslabón más débil sigue estando en los ciudadanos que apenas votan, que apenas participan, que apenas fiscalizan a quienes los gobiernan.

Por primera vez los mexicanos tienen la oportunidad de empujar candidatos independientes con agendas transparentes, prestigio personal y probidad ética. La etiqueta de “independiente” no garantiza por sí sola ninguna de estas condiciones, pero también sabemos que los partidos se encuentran cada vez más lejos de las agendas de la ciudadanía: basta ver el triste rol de comparsa de la oposición en este sexenio abrumado de conflictos de interés.

Frente a ese partidismo lleno de privilegios e intereses, los ciudadanos tienen hoy una ventana de oportunidad para valorar la viabilidad de las candidaturas independientes, de sus personajes y de sus propuestas. De los ciudadanos dependerá tirar el cinismo y arrebatarle, poco a poco, la política a los políticos.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.
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