Las recomendaciones recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el consumo máximo de azúcar nuevamente exponen la incongruencia y riesgos que significan los criterios con los cuales la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) estableció el etiquetado frontal para alimentos y bebidas. Una vez más se muestra como la COFEPRIS elaboró sus criterios al gusto de la industria y no guiada por la protección de la salud. En este sentido, la mayor autoridad en la materia, la Secretaría de Salud, ha guardado silencio ante las críticas internas y externas de connotados especialistas en materia de nutrición y salud pública. De esta manera la Secretaría de Salud avala un etiquetado que va contra las recomendaciones de la OMS.
Pero no sólo el gobierno le hace el juego a la industria de la chatarra que tiene en México su principal imperio, estableciendo como obligatorio el etiquetado que la misma industria diseñó, que los consumidores no entienden y que representa un riesgo a la salud al favorecer un alto consumo de azúcar muy por encima de las recomendaciones de la OMS; acompaña a las grandes corporaciones de la chatarra en su estrategia internacional para combatir el etiquetado conocido como “semáforo”, establecido en Ecuador. Como lo dio a conocer Sinembargo, la Secretaría de Economía se dirigió a su contraparte de Ecuador en la Organización Mundial de Comercio para señalarle que el etiquetado del semáforo puede representar una barrera injustificada al libre comercio. El “semáforo” está reconocido por diversos organismos internacionales independientes como el etiquetado más sencillo y útil para que los consumidores realicen elecciones más saludables. Vea usted la reacción de los consumidores mexicanos frente a ambos etiquetados.
En entrevista a Sinembargo, el comisionado federal de COFEPRIS, Mikel Arriola, se desentiende de sus responsabilidades, defiende el etiquetado frontal mexicano que el propio Instituto Nacional de Salud Pública evaluó llegando a la conclusión que ni los estudiantes de nutrición lo comprendían y que los criterios de azúcar utilizados en el etiquetado representaban un riesgo a la salud. Mikel Arriola engaña a la opinión pública al decir que los criterios del etiquetado fueron elaborados en consulta con investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública, y que sus criterios de azúcar correspondían a los de la OMS. A los pronunciamientos de los investigadores de los institutos de salud en contra de este etiquetado se respondió con lo que se llamó la “ley mordaza”, silenciando a los especialistas que lo criticaron. Eso es a lo que llama consulta el actual comisionado federal.
Arriola dice que los criterios fueron el resultado de un proceso de consulta y desmiente la respuesta de la propia COFEPRIS a una solicitud de acceso a la información en la que se informa que no hubo grupo de trabajo para elaborar esos criterios y que tampoco se realizó un estudio para evaluar si ese etiquetado era entendido por los consumidores mexicanos. La respuesta de COFEPRIS señaló que los criterios nutricionales para el etiquetado fueron elaborados por tres funcionarios de COFEPRIS: dos abogados y una maestra en ciencias ambientales. Nunca había visto tal descaro en un documento público.
En relación al actuar de COFEPRIS, hay que ver cómo está la regulación de la industria tabacalera, sus pictogramas pactados con la industria, su nula regulación de los puntos de venta que favorecen el crecimiento del tabaquismos entre los jóvenes mexicanos; hay que ver cómo está la regulación de los sucedáneos de la leche materna que nos pone a México entre los países con los niveles más bajos de lactancia materna; hay que ver cómo estamos en el etiquetado y la regulación de la publicidad de la comida chatarra dirigida a la infancia, en el país que tiene uno de los niveles más altos de consumo de estos productos y de sobrepeso y obesidad. Justamente en estas tres áreas hay acuerdos internacionales y regionales que llaman a regular la información y comercialización de estos productos (tabaco, sucedáneos de leche materna y comida chatarra) porque representan riesgos mayores a la salud de la población.
Detrás de todos estos casos se encuentran las grandes corporaciones del tabaco, los sucedáneos de la leche materna y la comida chatarra frente a las cuales la administración actual de COFEPRIS no actúa, actúa al servicio de ellas. No se trata de ser ingenuos y pensar que COFEPRIS le va a dar rienda suelta a las tabacaleras, eso se vería muy mal, pero si dejar que las imágenes en las cajetillas sean pequeñas, que las imágenes sean inocuas (un señor con la cabeza baja al lado de un tanque de oxígeno, no una imagen de pulmones con cáncer), que puedan hacer lo que quieran en los puntos de venta como lo están haciendo con anuncios y el despliegue del producto frente a las cajas registradoaras. Nada contra la industria de la chatarra; publicidad engañosa por todos lados de los refrescos, de los yogures endulzados, de los néctares; etiquetados al gusto que señalan que 90 gramos de azúcar (18 cucharadas cafeteras) son el “nutrimiento diario”; y si hay que regular la publicidad que sea bajo los criterios de la industria: permitiendo el uso de personajes populares, juguetitos, promociones, en programas con gran audiencia de niños, etc.
El caso del azúcar y COFEPRIS es ejemplar. La OMS desde 2002 estableció que el consumo de azúcares añadidas no debe rebasar el 10% de la ingesta diaria de calorías. Si tomamos el caso de un adulto donde el consumo diario debe ser de alrededor de 2000 calorías, 200 calorías sería el máximo tolerable proveniente del azúcar añadido, es decir 10 cucharadas cafeteras. La recomendación de la OMS en 2015 incluye la invitación a que el consumo no rebase el 5% de la ingesta total calórica, lo que serían 100 calorías o 5 cucharadas cafeteras de azúcar. Todas las recomendaciones de OMS están centradas en limitar los azúcares que se agregan a los alimentos señalando que éstos representan una amenaza a la salud. Entre estos azúcares la OMS incluye los que están presentes en la miel, los jarabes, los jugos y los concentrados de fruta, mas no los que están presentes en la verdura y fruta fresca y en los lácteos, ya que estos últimos no se asocian con daño a la salud.
La industria se ha opuesto a dar información al consumidor sobre el contenido de azúcares añadidos e insiste en hablar de azúcares totales, es decir, mezclar los azúcares que puede haber en una dieta diaria provenientes de algunas verduras, frutas y lácteos, con los azúcares añadidos. Y así, suma los azúcares que vendrían en las verduras, frutas y lácteos que se recomiendan comer en un día(productos recomendados) con los azúcares añadidos (no recomendados) que no se recomiendan consumir para llegar a una suma muy alta de 90 gramos que son 360 calorías o 18 cucharadas de azúcar.
Para justificarse, COFEPRIS, como la industria lo hace, declara que ellos dan más información al incluir los azúcares intrínsecos en los productos con los azúcares añadidos, cuando no hay ninguna preocupación epidemiológica sobre el consumo de azúcares naturales en las frutas, las verduras y lácteos. El argumento de COFEPRIS es el mismo que el de la industria y están dirigidos a ocultar la presencia de azúcares añadidos.
Un ejemplo: tomemos el caso de un refresco de 600 mililitros que contiene 60 gramos de azúcar, es decir, 12 cucharadas de azúcar. Esto es 240% por encima de la recomendación reciente de la OMS para el cuidado de la salud. Sin embargo, gracias al truco de la industria y de COFEPRIS, el refresco con el etiquetado promovido por ambos, le dirá que representa el 60% de los “nutrimientos diarios”. Mientras en Ecuador este mismo producto lleva una marca roja que advierte al consumidor: “Azúcar alto”; en México se le informa al consumidor que tan sólo contiene 60% de los “Nutrimientos diarios” de azúcar. ¿Qué entiende usted cuando le dicen que su consumo es 60% de los nutrimientos diarios?. Seguramente que debe consumir otro 40% para cubrir el 100% de los nutrimentos diarios. Arriola defiende lo indefendible y Secretaría de Salud le acompaña.
El desaseo de COFEPRIS es tan grave que está documentado en la propia Estrategia Nacional para la Prevención y el Control del Sobrepeso, la Obesidad y la Diabetes que los criterios de la política pública están retomados de la industria. Seguramente es el único documento de un gobierno existente en el mundo que explica que sus criterios nutricionales para combatir la obesidad están tomados de la industria. Puede usted bajar el documento de la red y revisar la página 81 para encontrar que los criterios del “Distintivo Nutrimental”, que son los mismos que los de la regulación de la publicidad dirigida a la infancia, fueron tomados del “EU Pledge”. Si usted navega en la red, en unos segundos puede ver quien realizó los criterios como lo informa el documento presentado por el propio presidente EPN, en la siguiente página (veo en la página de inicio un poco abajo).
En todo el proceso de elaboración de los criterios para la regulación del etiquetado frontal, del distintivo nutrimental y de la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia, no intervinieron los institutos de salud del país, ni la Academia Nacional de Medicina, COFEPRIS los elaboró junto con la industria.
¿Atenderá la Secretaría de Salud las nuevas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud o seguiremos bajo los criterios de los regulados?
PD. Este artículo es la parte II del artículo anterior titulado: Gobierno mexicano: esbirro internacional. Parte I, por las recomendaciones de la OMS aparecidas la semana pasada hemos cambiado el título de esta segunda parte.